domingo, 13 de julio de 2008

El mito

Es posible que gane la decepción. Si espera leer sobre el gato negro, la herradura tras la puerta, el espejo roto o la sal derramada, mejor evite este texto. Tampoco es el espacio para el caballero Lohengrin o para La llorona, o para Pedro Infante o para Francisco Villa; no, no debe confundirse el tema con la superstición, la leyenda o los personajes. Se trata de algo que sistematiza y ordena la memoria, que habla de la llegada de los tiempos o circunstancias primordiales, que nos transporta del mundo sagrado al nuestro y que, sobre todo, es de carácter social y colectivo: el mito.

El mito es un relato que lo mismo puede hablar de temas fabulosos como la creación del universo, de héroes culturales, de dioses, de hechos que no pertenecen a la historia y que quedaron en la memoria fundacional, de conductas humanas, de la llegada de nuevos tiempos y hasta de asuntos escatológicos como el origen del último tramo intestinal de tan mala fama: el culo.

Para un filósofo como Nietzsche, el mito está fuera de la filosofía. Interpretándolo un poco, se trata de algo paradigmático que nada tiene que ver con la razón filosófica que finalmente es vertedera de la historia. Hay que recordar que para este alemán la historia de la filosofía no trata del progreso, sino una forma de ver la decadencia del mundo, al cual pertenece el mito. Al mito no hay que encuadrarlo en la racionalidad, sino en el empirismo puro, en la lógica de lo sensible y lo concreto. El mito es un justificador de las cosas y los acontecimientos.

El mito es un discurso, son palabras que marcan cierto orden simbólico en los diversos grupos humanos o para toda la humanidad. Para algunos antropólogos como Claude Levi Strauss, el mito tiene una estructura única que lo hace universal. Este antropólogo desarrolla un método para analizar el mito que no es propicio para este espacio: habla de mitantes, mitemas, pares binarios de oposición, etc. Algo verdaderamente interesante, pero complejo. Su afán por encontrar constantes universales en la cultura lo llevó a recopilar, comparar y analizar centenares de mitos americanos que los reunió en cuatro volúmenes publicados en castellano por el Fondo de Cultura Económica.

El mito funciona, es eficaz para explicar las cosas que no pasan por la probeta de un laboratorio. Se me ocurren algunos ejemplos: la regla de la prohibición del incesto dentro de nuestras relaciones de parentesco, la visión mesiánica de los mayas sobre la llegada de la guerra y el origen de nuestros anos.

No tengo idea de cuán difundido y conocido sea en nuestra sociedad el mito de griego de Edipo Rey, aquel personaje hijo de Layo y Yocasta que fue abandonado por sus padres luego de que el oráculo de Delfos pronosticara gran desgracia con su nacimiento. El niño Edipo creció con padres adoptivos hasta que un día, a pesar de ser advertido, decide regresar a su natal Corinto. En el camino mata a un personaje que le disputaba el tránsito en un estrecho camino. Posteriormente se encuentra con La Esfinge y descifra un viejo enigma. Como premio por resolverlo, se casa con la reina de Tebas, quien recién había enviudado; con ella procrea varios hijos. Pero pronto vinieron pestes y hambrunas en el reino. Consultando al oráculo y realizando investigaciones para conocer la causa de las desgracias, Edipo se entera que aquel personaje que había matado fue su padre y su esposa Yocasta, era su madre. Yocasta se suicida y Edipo se extrae los ojos y es desterrado. Se dice que murió en Ática, aunque también se sospecha que vaga por el mundo, ciego, sin la posibilidad de ver los incestos que cometen los hombres.

El mito de Edipo es la base simbólica que los hombres han establecido para reglamentar sus relaciones de parentesco. Es una regla universal el permitir que nuestras hijas y hermanas circulen fuera del grupo, para que ego tenga derecho a una hija o a una hermana de otro grupo. No puede haber reproducción al interior, no se permiten las relaciones endogámicas. Actualmente algunos académicos y psicoanalistas todavía discuten si esa prohibición en la reproducción es cultural o también biológica. Ese mito ha servido a Jacques Lacan a postular al “Edipo freudiano”, que confirma el orden simbólico de las relaciones y no como avatar del desarrollo biológico.

El segundo ejemplo está basado en la desesperanza de estos tiempos, pero se necesitará una crisis mayor para resolverla.

Estaba recién llegado con ellos, con los mayas, y el tema de su historia era fascinante, especialmente el de la guerra de castas. Daba por hecho que aquello había tenido un punto final, pero pronto supe que no era así: en el mundo mítico, la guerra continuará, volverá. Para ellos, el tiempo es cíclico, retorna, es como un espiral, como la cuerda de un tornillo y en esos futuros tiempos reinará la abundancia y la justicia.

Ellos hablan de un viejo gobernante que regresará a dirigirlos: Tutul Xiu. Este personaje desapareció con sus mejores hombres cuando la conquista española fue una realidad. Con sus valientes, Tutul Xiu se introdujo en una gruta que tiene final bajo el mar y que este lugar se ubica por el rumbo de Tulum. El héroe estará de regreso cuando se cumplan ciertas condiciones en el mundo actual de los mayas. Cuando ello suceda, “en el año dos mil y pico”, habrá una carrera de caballos que partirá de Cobá a Chichén Itzá. La pista será una soga tendida entre esos lugares y sobre ella correrán los competidores. Por el lado del enemigo correrá un caballo y por el lado de los mayas correrá una ardilla. Sobre sus lomos se atará un cimero de tortillas recién hechas y el acicate es llegar rápido a la meta, con las tortillas todavía calientes. En la meta estarán esperando el gobernante Tutul Xiu y el gobernante de los mexicanos. Terminada la carrera comenzará la guerra y “esta vez sí ganaremos por que de nuestro lado estarán los hombres de piedra, nuestros dioses, que cobrarán vida y ¿quién puede matar a una dios o a un animal de piedra”?

El último ejemplo de un mito es la historia de Puito. En gran medida este mito se relaciona con el origen de los alimentos y con la “perfección” anatómica del Hombre. Es un mito de los indios de la selva amazónica, lo leí en una de las Mitológicas de Levi Strauss y más o menos lo recuerdo.

En los primeros tiempos, el Hombre sufría mucho. A pesar de la abundancia de alimentos, ellos padecían grandes problemas. Desde que amanecía, todos trabajaban para vivir; pero también todo el día les acompañaba una preocupación dolorosa. Luego de trabajar, se servía colectivamente la comida: carnes, frutas y vegetales. Pero al atardecer, todos ellos se revolcaban en el suelo de dolor. Gemían lastimosamente. Solamente un personaje no padecía el sufrimiento: Puito. Él, por el contrario, se reía y se burlaba de todos ellos. No dejaba de señalarlos y brincar de gusto ante la escena. Puito era el único ser que tenía ano y los demás no. Era el único que podía excretar el resto de los alimentos, mientras que los otros solo eructaban y muchos cólicos tenían. Todos los días se repetía la escena: los hombres en el sufrimiento y Puito se burlaba y se peía en sus rostros. Un día los hombres se pusieron de acuerdo. Capturaron a Puito y lo mataron. Lo cocinaron y se repartieron su cuerpo. Lo comieron y a partir de ese momento todo el mundo tuvo ano y pudo excretar. La felicidad llegó al Hombre. Se dice que a partir de la porción de Puito que a cada quien le tocó en aquella comida, de ese tamaño es su ano.

Leer o escuchar mitos no es un asunto de pasatiempos. Es conocer cómo el Hombre ha elaborado piezas discursivas para demostrar o justificar los hechos importantes de su historia, de nuestra historia, y de sus costumbres, creencias, normas y de su existencia como ser cultural.