lunes, 26 de noviembre de 2007

El Poeta y la Sombra

Con la obra “Sobre la tierra de los muertos”, el jurado integrado para otorgar el Premio Internacional de Poesía “Jaime Sabines”, dio a conocer el pasado 5 de noviembre que el ganador era el chetumaleño Javier España Novelo. En próximos días el Consejo para la Cultura y las Artes de Chiapas hará entrega del estimulo al escritor y posteriormente se editará el poemario.

Con los argumentos de que la obra “tiene varios niveles de lectura: mítico, social, urbano e íntimo y denuncia la deshumanización actual”; de que “el yo lírico es asediado por la ira, la vergüenza y los sueños incumplidos”, además de que “expresa su rebeldía con versos audaces y potentes” y que “el poemario logra un equilibrio entre forma y fondo; en su lenguaje manifiesta un dominio tanto de la métrica clásica como del verso libre”, el jurado conformado por Elvira de Angelis, Ileana Godoy y Reina Barrera, tomaron la acertada decisión.

El Premio que se otorga al que ejerce actualmente la cátedra en la Universidad de Quintana Roo y que dirige un taller literario en el Instituto Quintanarroense de la Cultura, también ha sido entregado en otros años a poetas de la talla de Efraín Bartolomé, Francisco Magaña, Rafael Courtoisie, Florencia Walfisch y Cecilia Romana.

Javier España estudió la licenciatura en Derecho en la Universidad Autónoma de Yucatán y tiene una maestría en Pedagogía por la Universidad de la Habana, Cuba. En su producción poética destacan los libros: “Presencia de otra lluvia”, “La suerte cambia la vida”, “Tras el biombo”, “Neblina para cegar ángeles” y “Travesía de fuegos perseguidos”

En un intento por acercar al lector a la personalidad y al pensamiento del poeta, reproduzco una entrevista realizada a Javier España hace unos meses y que ahora es pertinente publicar. Les dejo, de manera integral, ese diálogo. Verán que vale la pena respirar aire fresco, tomar agua de fuentes puras.

Margarito Molina (MM). Javier, dices que “la poesía es un género en sí mismo, más allá de la discusión semántica”. La poesía es la poesía, no es otra cosa literaria. ¿Pero se puede transformar en medio filosófico cuando ésta se vuelve barroca, en su mejor sentido?

Javier España (JE). Tengo la plena convicción que la poesía es el reencuentro con “el otro”, con el que nos define y nos salva de la intrascendencia. Es un medio, sí, pero que no sólo proporciona, sino también recibe la concepción de mundos particulares. La voz para cumplir este destino queda en la elección de cada poeta. En mi cosmovisión personal, la enunciación barroca permite la infinita connotación de la realidad, que nunca es una.

MM. “La poesía en su origen encuentra su destino. Que nace para verse nacer”. No se trata de arte efímero. ¿Qué es lo que queda de una poesía para trascender los valores estéticos humanos: la forma o el fondo?

JE. Es una añeja discusión válida, a tal punto que este planteamiento se resuelve en poéticas distintas. Han existido poetas que han asumido estas premisas como una alternativa: la forma o el fondo. Sin embargo, yo sigo pensando en el poema como un objeto verbal que debe gestarse con estas dos condiciones. El andamiaje musical (la forma) permite crear una armonía para conducir el mensaje o asunto pretendido (el fondo). Este equilibrio debe resolverse en creación, es decir, seducir o inducir al lector más allá de sus dimensiones perceptivas de asombro y en este concepto caben muchas reflexiones.

MM. Cuando haces referencia a Gastón Bachelard en tus bases filosóficas ¿lo haces por la “poética de la ensoñación” o por las “rupturas epistemológicas” en su filosofía de la imaginación?

JE. Desde luego que Bachelard es una referencia personal, y para los que hemos tenido la oportunidad de leerlo, sabemos que sus teorías poéticas están muy cercanas a su “razonamiento filosófico sobre la ciencia”, sobre todo si comprendemos a ésta como una aspiración creativa que interpreta al mundo. Este “espíritu científico” planteado por Bachelard se asemeja a un arte poética.

MM. Luego de leer “Muerte de Narciso” de José Lezama Lima, descubro que el poeta y ensayista tenía una vasta cultura universal. Tu obra, Javier, tiene mucho de conceptual y noto claramente la influencia de Lezama Lima y de los clásicos en tu erudición. ¿Te definirías como un poeta del racionalismo aplicado?

JE. Siempre una definición es una delimitación. No escribo para autoclasificarme. Sería una contradicción recortar mis características para situarlas en un manual de estudio. Me mueve más la idea de ser leído por alguien que encuentra en mi poesía un fragmento de espejo y que en su propio rostro contemple el mío. La aspiración al “nosotros” como una entidad es lo que me lleva todos los días a intentar el poema.

MM. La suspicacia detectivesca de Conan Doyle y la imaginación de Verne ¿te influyeron en algo?

JE. Son autores que leí en mi infancia. Creo que son lecturas que influyen en cualquiera. He podido entender al paso de los años por qué todavía disfruto estos libros: por la propuesta del misterio, esencia de cualquier arte. Doyle, proyectado en Sherlock Holmes, y Verne, como el niño que sueña despierto y lo sabe todo. Aunque en su percepción de las cosas difieren, uno en su necesidad de descifrar lo inmediato, y el otro en su afán de trascender un hoy en el mañana, los dos son como poetas de diferentes artes poéticas.

MM. Dices que “no es el número de lectores lo que determina la calidad del escritor”. ¿Existen lectores suficientes para tu obra? ¿El ser popular no hace al escritor más reconocido y homenajeado?

JE. Sigo creyendo en el arquetipo “lector” que renuncia al accidente del número. Esta certeza personal me ha permitido el intento de construir una poética donde caben todos los mundos que puedo interpretar. El “reconocimiento” sólo lo entiendo cuando un lector, el lector, lee –aunque sea por azar- mis versos.

MM. ¿Podrías ampliar tu concepto de “cualidad de riesgo” en tu obra y que dices tomar de López Velarde?

JE. No concibo el arte atrapado por paradigmas convencionales. De alguna manera, el arte es una trasgresión a una realidad pretendida y definida por cualquier ideología que decante en supuestos valores culturales y “buenas costumbres”. En el caso de López Velarde, me sigue deslumbrando su intencionalidad de aventura en la palabra, rompiendo el cliché o la metáfora fácil, pero con el afán de trascender su fondo. La lógica del lenguaje se convierte en sus manos una fuente original dentro de la poesía mexicana. Obviamente, habría que proponer la lectura de Octavio Paz para comprender mejor la presencia velardiana en nuestra tradición poética.

MM. ¿A quién prefieres como lector, a Jaime Sabines o a Mario Benedetti? Dos extremos populares: lo amoroso y lo social, aunque este último tiene un poema que rompe la vulgar generalización: “Táctica y estrategia”.

JE. Son dos poetas muy diferentes. Hacer una distinción de ellos por sus territorios poéticos es ardua labor. Sin embargo, si tuviera que escoger a alguno, lo haría por Sabines. A Benedetti lo prefiero como narrador.

MM. ¿A quién disfrutas más, a Octavio Paz o a Jorge Luis Borges?

JE. Ésta es una pregunta terrible. No tengo elección, prefiero seguir viviendo con la escritura de estos dos poetas universales.

MM. ¿El creador de juegos pirotécnicos de lenguaje, que no tienen nada que decir, o los “sentimentalosos” que dicen tanto y que nada dicen, tienen un futuro en la poesía?, ¿hacia dónde va la poesía del siglo XXI?

JE. No sé si la poesía tiene un propósito que vaya paralelo a otros objetivos humanos. Me cuesta trabajo pensar que el arte se reduzca, como dicen muchos, a ser la memoria del hombre. De esta forma, parece tener una labor precisa, positivista y testimonial. Es verdad que la poesía misma ha nombrado al pretérito y al presente como grito y como loa, pero este hoy no es igual a la interpretación convencional de los tiempos, puesto que abarca un mañana que sólo el arte aproxima a las orillas de ser nuestra trascendencia.


EL SITIO, LA PALABRA

Aún sedienta de hastío la palabra,
se contempla en su forma el delirante
devenir que la cifra en agua y fuego.

Es entonces el nombre de la cosa,
de llamarse adjetivo a cada muerte
y romper con el grito la ceniza,

acunar al refugio del trastorno
la materia del sueño y de la angustia
que fecunda el dolor de los espejos.

En memoria del tacto no agoniza
la intemperie que nace del murmullo,
de la sombra ocupando la palabra.

Javier España

martes, 30 de octubre de 2007

Los Testigos

Antes los veía con más frecuencia. No es que ahora sean menos, por el contrario son 600 mil en todo el país, pero tal vez se dieron cuenta de que no había manera de que aceptara su oferta y mejor prefirieron caminar esos sábados, con sus sombrillas, su amabilidad y sus folletos por otros caminos. Ahora, en buen plan, Ajax, Mambo y yo los extrañamos.

Los Testigos de Jehová nacen de la especulación profética del arribo a Tierra de Cristo en una fecha precisa, de la selección 144 mil fieles que serán salvados e integrarán un gobierno celestial luego de una batalla entre las fuerzas de Satán y Jesucristo (el Armagedón) y que por mil años ese gobierno de Cristo se instalará en el cielo. El ultimo libro de la Biblia, el Apocalipsis, en su capítulo 7 y los versículos del 1 al 8, tendrá vigencia en el planeta. Es decir que la visita se anuncia con toda anticipación y que no fácilmente serán considerados los más de 6 mil millones de impuros por no tener tarjeta con las iniciales RSVP: méritos tendrán que hacer para ganarse el paraíso terrenal que Adán y Eva conocieron. Es un discurso que mezcla la esperanza y el miedo para estimular la convicción y la competencia por un lugar entre los privilegiados.

Advierto que para nada pretendo discutir el tema religioso, ello iría en contra de mi principio de que así como existe una diversidad cultural, también se presenta un variado menú de ideas religiosas. Ellos están en su derecho de ganarse un pedazo del mercado ideológico y cada quien escoge cómo quiere pensar, cada quien tiene su verdad.

Desde hace doce años, el antropólogo Antonio Higuera se ha dedicado a trabajar y a explicarnos cuál es la doctrina, la organización y la historia de este grupo en México y en Chetumal. Ha sido una seria y escrupulosa investigación donde la divisa inicial ha sido el respeto, la no calificación del dogma y la práctica. Actitud que contrasta con aquella que mantenían muchos científicos sociales que en la década de los setentas, e incluso de los ochentas, satanizaban y condenaban a todo grupo religioso que no fuera el que constituía la pretendida identidad nacional: el catolicismo.

En la primera parte de su libro A Dios las deudas y al alcalde las jaranas, Higuera Bonfil retoma la tipificación que hace J. Valderrey del mundo religioso no católico latinoamericano para ubicar a Los Testigos de Jehová. La clasificación considera a todas las organizaciones que se escindieron a partir de 1517 con la Reforma de Martín Lutero.

En un primer grupo están los que genéricamente se les llama protestantes o evangélicos, sean luteranos, presbiterianos, calvinistas, metodistas, etc. También aquí se ubica el llamado protestantismo de santificación: Iglesia del Nazareno, Iglesia de Dios, entre otras, y el pentecostalismo: Asambleas de Dios, iglesias apostólicas, etc. Todas ellas tienen a la Biblia como único texto normativo.

Como parte de ese primer grupo se encuentran “los que han surgido como grupos disidentes del protestantismo y que tienen, además de la Biblia, otros textos normativos”. A este grupo pertenecen los mormones y los Testigos de Jehová.

En un segundo bloque están, por un lado, “los grupos que proceden de la tradición judeo-cristiana, pero no de la Reforma: judíos, ortodoxos y otras disidencias”; por otro lado, están las “religiones de origen precolombino o africano y/o sincretismos indocristianos o afroamericanos como el vudú y la santería, candomblé y unbanda, así como grupos espiritistas” y, por ultimo, “corrientes o grupos de procedencia oriental o sincretismos de varias tradiciones religiosas… como la secta Moon, los Hare Krishna, ciencia cristiana y otras”.

Dogmáticamente, los Testigos de Jehová se consideran una Nación, algo independiente del resto de la humanidad. Ellos son, de acuerdo con el investigador de la UQROO, herederos del pacto que Dios realizó con los israelitas, pero que estos al no poderlo cumplir, lo asumieron los Testigos como el pueblo elegido.

Ello explica el por qué la agrupación religiosa no se siente obligada a reconocer a gobierno hecho por los hombres, ni a sus símbolos. “Los esfuerzos del hombre por gobernarse en independencia de Dios han sido un terrible fracaso. Han resultado en gran sufrimiento para la humanidad. El hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo explica la Biblia”, cita que toma Antonio Higuera de la publicación “Usted puede vivir” de la Sociedad Watch Tower.

Los poco más de 600 mil integrantes de Testigos de Jehová reconocidos en México tienen una organización y una disciplina admirable. Respetan en sumo grado la compleja jerarquía establecida y ello, junto a un intenso activismo, los hace eficientes. En grado ascendente se organizan en siete niveles: el bautizado publicador, la congregación, el circuito, el distrito, la sucursal, la zona y la central de la organización mundial que se localiza en Brooklyn, N.Y.

A diferencia de otros grupos religiosos, el éxito en la prédica de las ideas y el incremento de la nómina en los Testigos de Jehová se debe al uso de medios de comunicación. Desde el folleto La Atalaya –primer contacto personal entre los predicadores y la sociedad-, hasta el uso de cine, radio, video, libros y discos, han sido utilizados con mucho provecho para sus intereses. La excepción está en el uso de la televisión, reticencia no explicada, como señala Higuera Bonfil en su artículo Uso de medios y expansión religiosa.

El proyecto religioso de los Testigos de Jehová surgió de un norteamericano llamado Charles Russell en 1879 y fue lo más exitoso que hizo. Anteriormente fue acusado de vender falsas curas para el cáncer y de ofrecer un trigo milagroso a precio escandaloso. Pero eso ahora no se puede usar en contra, tal y como sucedía antes de 1992 cuando México tenía una marcada legislación anticlerical que era aplicada principalmente a los grupos protestantes: “no se trata de la misma manera a un elefante que a las moscas”, como alguna vez mencionó el nuncio apostólico Jerónimo Prigione.

Desde hace quince años ya todo puede ser legal para las 1716 minorías religiosas. Algunas tendrán sus excesos como el negarse a respetar a los símbolos nacionales o el ejercer conductas contrarias a la salud o realizar presión moral o violencia física a sus miembros para alcanzar ciertos objetivos. Ni la Comisión Nacional de Derechos Humanos, ni la Secretaría de Salud han podido tener una postura clara al respecto. Ni tampoco la ley se ha atrevido a sancionar la pederastia que algunos líderes religiosos practican. Falta, evidentemente perfeccionar aquella Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público.

Por lo pronto, si usted no pertenece ni a la tribu de Aser, ni a la de Simeón, ni a los Leví..., mejor acérquese a la NASA o comience una vida entregada a la lectura, a la interpretación y a la práctica de la fe, porque el mundo se va a acabar y sólo hay 144 mil pases seguros para salvarse. Señor, ruega por nosotros...

lunes, 22 de octubre de 2007

Las propuestas

Por una invitación, asistí al seminario interno de cuerpo académico “Investigación aplicada para el fortalecimiento de la identidad y la cultura”, de la División de Ciencias Sociales de la UQROO. Valió la pena. Se presentó a exponer sus ideas y a dialogar con sus colegas el Dr. Miguel Lisbona. De entrada, el tema expuesto tenía un sugerente y provocativo título: La parodia que no cesa: cultura, multiculturalismo y ciudadanía.

El investigador de la UNAM, especializado en temas sobre etnicidad contemporánea e histórica en Chiapas, inició asegurando que los antropólogos participan en el debate de la cultura, pero en segundas lecturas. No generalizaba, obviamente, pero el peso de su aseveración tiene algo de cierto: en muchos casos, se tiene la punta del hilo en la mano, pero no se ha recorrido toda la madeja. De los clásicos, pocos se acuerdan.

Advertía que sus hipótesis deben ser consideradas dentro del esquema imaginativo-creativo versus crítico y de contrastación empírica. Algo así como que se debe tener un atrevimiento teórico para exponer las propuestas y luego encontrar el dato y el análisis para su comprobación y verificación. Eso me recordaba aquellas palabras de Jorge Luis Borges: “Posible pero sin interés. Replicáis que la realidad no tiene por que ser, ni mucho menos forzosamente interesante. Os contestaré que la realidad puede hacer abstracción de esta obligación, pero de ningún modo la hipótesis”.

Acompañando cada idea de la previa lectura de teóricos como Adam Kuper, Carlos Reynoso, Marc Auge, Gustavo Bueno, Johann Herder, Will Kymilka y Claude Lévi-Strauss, el antropólogo de origen español plantea, reta a reflexionar sobre el “enclaustramiento cultural de las poblaciones indígenas”, las cuales por circunstancias diversas son un mundo atravesado por movimientos de población, deseados o forzados, temporales o definitivos... No hacerlo, resulta no sólo paradójico, sino absurdo.

Recuerda el compromiso de los científicos sociales de registrar y revisar la realidad en que vivimos, pero advierte que son también los que “enarbolan con mayor vehemencia esta apostilla de la permanencia cultural a través de su fijación en el moderno concepto de identidad o mediante el nuevo juguete retórico y político de la multiculturalidad”.

El académico señaló que dejar en esa definición la identidad es algo paradójico, ya que “si algo causa problemas a quienes ejercen el poder, es la imposibilidad de controlar y clasificar a los seres humanos. El ideal del poder es la inmovilidad absoluta”. Y esa permanencia cultural favorece al poder, mas no a los pueblos indígenas. “Lo extraño es que aquellos que se asumen como críticos del poder, sean los más decididos defensores de la inmovilidad” de esos pueblos.

Retomando a Ángel Palerm, Lisbona mete la mano en la herida abierta: “Lo que está de fondo es que no nos enfrentamos a la diferencia cultural, sino cómo se construye un Estado nacional moderno sin lograr romper con los atavismos coloniales de dos comunidades distintas e irreconciliables”. Esa dimensión, es cierto, no es vista por la mayoría de los investigadores.

Tres son los puntos que tocó en la exposición: el concepto cultura, entendida como una realidad cerrada -muy apegada a la vieja definición de Edward Taylor-. El concepto multiculturalidad, como algo derivado del anterior concepto y se asume como “arma arrojadiza al servicio de proyectos disímiles, pero que encuentra en él la posibilidad de cubrir aspiraciones políticas”. El tercer concepto es derivado de los dos anteriores y es delegado al simple papel de ornato de la cultura, a la cual se pertenece por nacimiento: el ciudadano.

Con mucha seriedad, con una gran concentración que le hacía transpirar, Miguel Lisbona fue abordando puntualmente sus propuestas a revisar, sus hipótesis. Señalaba que ellas podrían ser aporías, contradicciones internas del pensamiento antropológico, en este caso. En el camino, criticó el concepto-adjetivo de cultura, en oposición a la cultura-sustantiva; revisó la idea de cultura como impulso unificador de seres humanos y le contrapuso la propuesta levistrosiana de que la diversidad de culturas no se debe ver como algo aislado o dividido, sino como grupos con relaciones que les unen. Atrás quedó la “mismidad” que era el principio constructor de la identidad; ahora se contrasta con el diálogo, pero advirtiendo que su sustrato cultural no es la panacea para solventar todos los problemas sociales.

Como conclusiones, el especialista en el grupo zoque de Chiapas mencionó que:
1. La “cultura esta instalada en el vocabulario de las ciencias sociales y de la opinión pública como una panacea interpretativa y con la solución a todos los problemas que tienen al interior los Estados nacionales grupos caracterizados étnicamente”. Los problemas comienzan cuando “la cultura deja de ser algo que se tiene que interpretar, describir y explicar, para convertirse en una fuente de explicaciones por sí misma”. Este giro en la concepción de la cultura le da una perspectiva política a su contenido: la cultura deja de ser una fuente de certezas sobre la realidad y se convierte en bandera reivindicativa.

2. De la complejidad anterior, se deriva lo multicultural. Producto netamente liberal que nació “como posibilidad de realización del ser humano en los parámetros culturales que desee por ejercer la libertad de elección y que se traslada a vericuetos políticos con nítidas resonancias comunitarias”. Es contradictorio defender el libre ejercicio de la cultura propia y su reconocimiento, si se parte de una concepción corporativa del hecho cultural. Parece un contrasentido.

3. “La peor consecuencia de lo anterior es que lo que se nutre es la conciencia de ciudadanía por la tendencia a la separación entre supuestas culturas, en detrimento de la comunicación intercultural. Nadie hace hincapié en la comunicación, sino en la afirmación”. Caer en ese juego sustentado en una extensión normativa basada en elementos culturales, sólo podría conducir a un recorte de la libertad ciudadana si se piensa, como parece que sucede en los casos de México y Guatemala”.

Densa, pero necesaria, fue la exposición de Lisbona. Ya existía en buen sector de los científicos sociales la comodidad de aceptar las cosas dichas y de acomodarse a los particulares casos de la posmodernidad. Muy útiles son estas ideas, que no son nuevas, pero fueron superadas en el facilismo de la ciencia por asumir roles que le tocaba a otros. No creo que el trabajo de los científicos sociales sea diseñar camisas de fuerza, sino enseñar cómo se desatan. Y si esto en algo contribuye a que nuestras normas y las que ahora diseñan los diputados para ellos -para los diferenciados-, sean inteligentes, claras, justas y equitativas, será mucho mejor.

domingo, 14 de octubre de 2007

Sobre la mesa II

Sin que sea un exordio, hay que mencionar que entre sus compañeros de partido tiene el privilegio o el defecto de ser algo parecido a un intelectual, alguien que piensa. ¿Será porque maneja el discurso de la academia y del Ágora? Lo cierto es que eso es toda una paradoja.

Un discurso académico es transitivo, es circundante y minuciosamente explicativo de diversos temas; un buen discurso político requiere de conocimientos técnicos, administrativos, históricos inclusive; nada explica y pretendidamente está pensado para ser escuchado. Se sabe que ambos discursos están en riesgo, pues, en muchos casos, se han abstraído del Mundo, que cuesta trabajo encontrar las vinculaciones con ese referente. Efraín Villanueva juega con ellos, es todo un ejemplo de transmigración (¿o compartición?) de identidad.

El que aceptó la entrevista y el que conoció las bocas de mi batería sin concesión alguna, continúa respondiendo, sigue desgranando la mazorca con el grano de la voz, como decía Roland Barthes.

La pertinencia de candidaturas ciudadanas independientes es ahora tema de debate. En Sonora y en Yucatán son una realidad que pueden ampliar los derechos de los ciudadanos, pero son también una figura compleja. Es claro que la idea de este tipo de candidaturas obligaría a reformar el Artículo 41 de la Constitución Política y a modificar el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales. Pero no todos piensan así.

“Yo no creo en las candidaturas ciudadanas. Yo creo en el sistema de partidos que aún es muy joven. El mensaje principal en la reciente reforma electoral es el fortalecimiento de ese sistema. Es cierto, la reforma no cancela la posibilidad de las candidaturas independientes, pero no ceo en ellas. Lo pongo de esta manera: un ciudadano necesita dinero para participar en una contienda y un ciudadano sin dinero tendría que realizar compromisos y eso significa integrar una estructura política, y esa estructura es fundamentalmente un partido”, opina el que es considerado como el operador en la creación del Sistema Quintanarroense de Comunicación Social.

Para cerrar el tema de Política, meto el actual y polémico punto de la redistritación y la pregunta es clara: ¿a quién conviene y a quién perjudica la cartografía electoral que usará el IEQROO, suponiendo que se emplee la utilizada en la elección del 2005?. “Bajo el principio constitucional de ‘una persona un voto’, el Instituto Electoral del Estado ya había alcanzado un acuerdo importante respecto a una nueva distritación. La nueva distritación corregía las fallas con la que se operó en la elección del 2005, elección que por cierto ya tenía una recomendación por parte de la Suprema Corte de Justicia. La inclusión en la cartografía de la Zona Limítrofe con Campeche fue lo que generó la impugnación de un partido político. Lo extraño es que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación resolvió apenas 48 horas antes del inicio del proceso electoral, sin definir tiempos”.

“Con esta revocación del TRIFE, se perjudica a los ciudadanos de la zona norte que no tendrían una representación equitativa con otros distritos... Por otra parte, como priísta, yo siempre manifesté que mi partido debería prepararse para una competencia más equitativa...; sigo creyendo que en cualquier escenario mi partido dará una buena pelea. En lo personal, la nueva geografía que ya tenía el IEQROO era más alentadora para mi partido: significaba una reorganización y la posibilidad de renovar cuadros. Yo no creo que mi partido esté muy feliz de tener que trabajar en el mismo escenario del 2005”.

Villanueva Arcos le entra ahora al tema Economía. Pasamos rápido, pero sin ignorar que la economía de Quintana Roo le da trabajo a miles de personas y que aporta muchas divisas a la Federación. Lo fundamental es reflexionar si la suplantación de la economía forestal y de agricultura tradicional e industrial por la economía del turismo es algo saludable, más cuando parece ser la única opción para el Estado. “Espero que no sea así. En la medida que una sociedad vaya madurando y se diversifique, se adquiere mayor solidez. Sin que el turismo deje de ser importante, no puede ser el único ingreso que reciba una sociedad”.

“Francia, como líder mundial del turismo, es un ejemplo. Ese país no vive exclusivamente del turismo: tiene otros ingresos y otros sectores desarrollados. Ello hace que se transforme en una sociedad segura y estable, con indicadores sólidos y robustos y eso a nosotros nos hace falta. En Quintana Roo es importante seguir invirtiendo en turismo y seguirlo cuidando, pero al mismo tiempo es urgente diversificarse”.

Un crecimiento sin planeación conduce al caos. Nadie puede negar que los Planes de Desarrollo Urbano y los Planes de Ordenamiento Territorial sean fundamentales para ello. Pero da la impresión que esos instrumentos se ven rebasados o distorsionados por prácticas poco claras donde se deja la sospecha de la corrupción. ¿O qué se puede hacer ante decisiones de inversionistas que no solamente construyen el hotel, sino que son dueños de los litorales y de las líneas aéreas para llenar sus establecimientos? “Coincido con esa preocupación. Es parte de los modelos que se adoptan e impulsan”. Para contrarrestar esa tendencia, el diputado Villanueva sigue creyendo que “se deben impulsar proyectos turísticos de baja densidad, que no requieran gran inversión y que sean productos atractivos para ciertos mercados. Se debe tener como visión a largo plazo un turismo sustentable para evitar depender de esos grandes circuitos de control monopólico del turismo. Junto con eso, se debe impulsar una estrategia de tecnologías limpias y tener la firmeza de condicionar la inversión a un uso responsable de los recursos naturales de nuestras costas: no hacerlo será seguir pagando los costos de inundaciones y la pérdida de playas. Esta visión no la veo todavía en la planeación turística estatal”.

Para a quien en su momento le tocó diseñar la creación del Instituto Quintanarroense de la Cultura, la dinámica social del Estado es cambiante y acelerada. “El diseño de una política cultural debe considerar todos los componentes sociales”. Por ello –según el sociólogo-, “se debe trabajar en los barrios marginales, hacer cultura con la gente, como un mecanismo de contención de problemas sociales: la cultura debe salir de los espacios confinados como son los teatros o los museos y debe vincularse con los problemas reales de la gente. Al mismo tiempo se debe hacer un esfuerzo de modernización de estos espacios”.

En la cultura, son dos esfuerzos que deben hacerse: uno, poner en valor el potencial de nuestras zonas arqueológicas que representan nuestro patrimonio cultural tangible, vinculándolo al desarrollo de las comunidades periféricas, y dos, crear espacios que difundan expresiones culturales: un Museo Arqueológico en Chetumal sería un importante detonador cultural del Mundo Maya, producto turístico que prevé el desarrollo también de la cultura maya viva. Hay muchos pendientes que el sector cultural puede ofrecer a la población”.

La primera propuesta, la referida a las zonas arqueológicas, significaría una reforma al marco legal vigente. Para eso, el legislador asegura que “viene una reforma constitucional en términos de descentralizar el patrimonio cultural y que se asignen mayores responsabilidades a los Estados y Municipios en este rubro. Esto ha sido muy polémico para algunas personas vinculadas a la cultura, pero el INAH no se da a vasto para cumplir con sus responsabilidades. De no lograrse esta reforma en el contexto del federalismo, debe haber mayor disposición del INAH para que se permitan nuevos esquemas donde las comunidades se beneficien”. Es claro que el federalismo en el aspecto cultural “tendría que acompañarse de un ‘par’ institucional estatal fuerte que se armonice con mayor rendición de cuentas, de mayor transparencia y de fortalecimiento de políticas publicas estatales”.

Así, en ocasiones haciendo gala de conocer la dinámica social y alentando políticas que combatan el crecimiento desordenado en el Estado; de exigir mayor ética en el manejo de los recursos públicos; de apoyar una reforma electoral que a la larga homologará el reloj electoral estatal con el de la federación; de mostrar cierto conservadurismo ante las candidaturas ciudadanas; de coincidir con las nuevas condiciones democráticas en el caso de la redistritación; de alertar ante las prácticas monopólicas del turismo y de tener una postura respecto a la cultura y a la relación con la federación, Efraín Villanueva hizo un personal y amplio, pero aún insuficiente, balance de asuntos públicos en este Estado que recién cumple 33 años de edad; puso las cosas sobre la mesa.

domingo, 7 de octubre de 2007

Sobre la mesa

Con base en la realidad empírica o de un intuitivo conocimiento, se puede mencionar que en cierto sector existen tres tipos de políticos: los que están todavía cercanos a los años posteriores a la Revolución, los que conocieron el desarrollo estable basado en el nacionalismo revolucionario y los que simplemente aceptaron con comodidad la alternancia.

Lo pongo de manera esquemática. Existen personas que todavía tienen como libro de cabecera las Memorias de Gonzalo N. Santos, otros tienen como referencia obligada las Obras completas de Jesús Reyes Heroles y otros revisan el Pragmatismo: un nuevo nombre para algunos antiguos modos de pensar, de William James. En otras palabras, unos asumieron el autoritarismo, otros el humanismo liberal y otros el pragmatismo. Sin embargo, se pueden presentar excepciones donde se rompe esa secuencia, que no es obligada, e incluso pueden existir los que combinan perfectamente dos tendencias: no creo que pueda darse una fórmula para combinar las tres tendencias.

A algunos les gusta citar: “La moral es un árbol que da moras, o vale para una chingada”, o “A mis amigos primero los encierro, luego los destierro, y si terquean los entierro”, de la autoría del Alazán tostado de San Luis Potosí. Otros recurren a frases como “Nada existe por encima de las contradicciones del Hombre”, o “En política, la forma es fondo”, del tuxpeño Jesús Reyes Heroles. Y otros simplemente se apegan a la objetividad de la situación, dejando de lado cualquier asunto ideológico o filosófico de la vida política.

A Efraín Villanueva Arcos lo ubico en el segundo grupo. Ya sea por su formación como sociólogo, o por los tiempos que le tocó vivir, es un hombre de tendencia liberal. Sin negar que la afirmación se basa en un conocimiento previo, ya que sé de sus ideas y sus obras desde mediados de los años ochentas, también trato de tomar una objetiva distancia para no confundir el espacio civilizado y el pedestal.

Buscaba en estos días a unos políticos que me dieran una amplia reflexión sobre Quintana Roo, ahora que cumple 33 años de edad. Quería tener material que tuviese algo de perspectiva histórica y que al mismo tiempo le diera mayor peso a temas actuales, algunas reflexiones que poner sobre la mesa. Se me ocurrieron dos personas, pero fue Villanueva el único en entrar al ruedo.

Organicé la batería en cuatro grupos: sociedad, política, economía y cultura. En esta ocasión tocaré las dos primeras, en la próxima entrega las dos restantes.

Dábamos por entendido que los problemas de migración, el desigual desarrollo indígena, la acelerada urbanización, los problemas de violencia, el pandillerismo, la drogadicción, el divorcio y el suicidio son los componentes sociales que complican el panorama de estos tiempos a nuestro Estado.

“Quintana Roo ha tenido un crecimiento impresionante en los últimos 15 años..., (pero) este crecimiento demográfico no ha estado acompañado de un orden en lo social: ha sido un crecimiento desordenado. Este crecimiento ha rebasado todos los criterios de planeación creando problemas de desintegración social. Esto no ha permitido que seamos una sociedad más estable y armónica: nuestros problemas sociales están en tasas muy por encima del promedio nacional”, señala el que fuera Secretario de Educación durante la gubernatura de Pedro Joaquín Coldwell.

Para el diputado Efraín Villanueva el tipo de desarrollo que tiene Quintana Roo “no es el modelo más adecuado para garantizar distribución y armonía social”. Desde su perspectiva, se “necesita más intervención del Estado, mayores regulaciones para el desarrollo y armonizar con el crecimiento poblacional”.

Conozco en él a un férreo defensor del Estado y las instituciones, en ocasiones me parece que es de los que nunca revisaría el contrato social rousseauniano, por eso cuando señala que “las instituciones han sido rebasadas, que en Quintana Roo no ha habido preparación de sus instituciones para el ritmo de crecimiento y desarrollo”, lo hace porque ya le ganó la preocupación. “La entrada a la globalización a través del turismo nos plantea un reto que no ha beneficiado y armonizado con varios sectores sociales. El nivel institucional está muy atrasado: la salud, la educación..., además de todos los servicios que debe dar el gobierno a la iniciativa privada y al sector productivo tienen un rezago terrible”. “El rezago no sólo es en gente capacitada y en programas y normas, sino también en asuntos como la rendición de cuentas, la transparencia, etc. Es aquí donde se necesita un Estado eficaz, transparente y honesto”, menciona el exrector de la Universidad de Quintana Roo.

Nuestra situación de frontera, el tránsito de ilegales e indocumentados y el trasiego de drogas son otro orden de problemas que han crecido y que para Villanueva se debe, en parte, a que “la Federación nos tiene abandonados: no hemos sido una prioridad y eso es un error que pagamos con el arribo de bandas de delincuentes que se disputan el mercado del norte (de Quintana Roo). Son problemas que encienden los focos rojos y ello, por ser vulnerables en términos del turismo, nos afecta. Si se nos cae el turismo, se nos cae todo lo construido en el Estado”.

La reforma fiscal y la reforma electoral son temas que pasan por la aduana del Congreso federal y local y que no son simples rutas del dinero o formas y estilos de elegir al gobernante. Desde la perspectiva de Villanueva Arcos la recaudación es necesaria, siempre y cuando las entidades también reconfiguren su gasto. “Hay todavía áreas obesas e ineficientes de donde se podrían reorientar recursos para otros proyectos”.

El legislador apoya la reforma fiscal siempre y cuando los recursos que lleguen a Quintana Roo estén a la par con el “fortalecimiento de los controles para que puedan canalizarse a atender los problemas del rezago. Se debe diversificar la economía y no hacerla monodependiente del turismo. Se requiere invertir en la forestería, en la agricultura y en proyectos culturales que es un área de oportunidad de inversión”. “Necesitamos estar a la par con Estados que están preparados en estructura y en modernización para rendir cuentas, pues también existen otros donde todo es opaco, se evaden muchos mecanismos y esto propicia la corrupción”.

Blindar una ética en el manejo de los recursos a través de controles es lo que preocupa al sociólogo. “Junto a la reforma fiscal debe existir un esfuerzo de modernización institucional y de transparencia y rendición de cuentas. Debe haber una vigilancia del Congreso de la Unión, de los Congresos locales y de la sociedad para que se vigile que esa inyección de recursos no sirva para que salgan más personas ricas del gobierno”.

En el tema de la reforma electoral, el legislador niega que ésta resulte ser intrusiva en la soberanía de los Estados o que limite la libertad de expresión, como algunos medios señalaron. Sin embargo, tiene una duda. “En el contexto de que el IFE sea el que maneje las elecciones estatales locales es potestativo, un Estado será quien decida si es así o no. Lo que sí creo es que esto puede generar ciertos conflictos en las entidades federativas: qué pasaría si el Congreso local (hipotéticamente dominado por un partido político) expresa su interés de que sea el IFE quien maneje las elecciones y que el Ejecutivo (perteneciente a otro partido político) opine lo contrario. Se abre la puerta a la posibilidad de un conflicto. Me interesa saber cómo resolverán este asunto los legisladores federales en las leyes secundarias”.
Hasta aquí. Queda para la próxima entrega conocer la opinión del diputado del PRI respecto a la posibilidad de las candidaturas ciudadanas en la reciente reforma electoral, su postura respecto a la fallida redistritación y varios temas de economía y cultura. Se pondrá bueno.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Sociedad sustentable

Víctor Manuel Toledo tiene la gran ventaja de poseer y combinar perfectamente el conocimiento del biólogo y la sensibilidad del etnólogo. Recientemente estuvo en Chetumal para conocer y opinar sobre los efectos del huracán “Dean” en los recursos naturales y en las comunidades campesinas. Pocos pudieron escucharlo, pero sus ideas, en estos tiempos y circunstancias, son pertinentes para ponerlas en la mesa y analizarlas.

El investigador del Instituto de Ecología de la UNAM siempre, desde hace 35 años, se ha preocupado por los problemas de deforestación y deterioro ecológico. Ha sumado a esa preocupación la búsqueda de los efectos sociales de tales impactos y ha asumido que no se pueden estudiar y explicar esos procesos naturales sin entender sus relaciones con la sociedad, y a la inversa.

Su paso por la École des Hautes Études en Sciences Sociales en la álgida década de los setentas, le permitieron al biólogo sumar la visión de la economía política, de la sociología rural y de le etnología para transformarse en un ejemplo de los investigadores que realizan estudios y análisis interdisciplinarios.

El Doctor en Ciencias comenzó investigando la diversidad de especies en la selva de los Tuxtlas, Veracruz. Su estudio analizaba la multiplicidad de árboles tropicales utilizando la teoría de la información, algo similar a lo propuesto por antropólogos franceses cuando señalaban que todo conocimiento inicia con la observación y la clasificación del medio natural, con el llamado conocimiento de lo sensible.

Con esa primera investigación inició el modelo interpretativo de la biogeografía de los patrones de la biodiversidad de las regiones cálido-húmedas del país. Los subsecuentes proyectos y la formación académica de Toledo han llevado su trabajo al planteamiento de la etnoecología, una propuesta metodológica que sugiere la apropiación campesina de la naturaleza.

En su más reciente obra, Ecología, espiritualidad, conocimiento, el Premio al Mérito Ecológico en 1999, nos plantea en una serie de ensayos un diagnóstico de un mundo que se ha transformado en una “sociedad del riesgo”, producto, entre otras causas, del progresivo aceleramiento y complejidad que genera el proceso de globalización y sus impresionantes mecanismos tecnológicos, informáticos y económicos de los últimos 50 años, así como de la explosión demográfica.

El panorama para el mundo es incierto y confuso. Los “mecanismos perversos” de la sociedad globalizada deben ser reconocidos, expuestos y superados “para sustituirlos por un nuevo modelo societario y civilizatorio” al que el autor llama sociedad sustentable.

Para tener claro el objetivo de la construcción de una sociedad sustentable, se requiere “asumir una actitud que active nuestra capacidad transformadora y socializadora, y que nos dote de una nueva mística, de un cauto optimismo, de una nueva visión para la actividad social y política”. Para ello, es necesaria la adquisición de una nueva conciencia que nos indique sobre nuevos proyectos sociales y políticos que sean realmente alternativos, nos dice Toledo Manzur.

“El paraíso que ofrecía la civilización industrial es hoy una realidad reducida a un número limitado de seres humanos. Las tendencias del mundo globalizado han echado por tierra la promesa de un mundo mejor, con más progreso, justicia y seguridad para todos los miembros de la especie humana”. En esta perspectiva, para millones de personas marginadas de los beneficios del industrialismo, se vive en una sociedad de riesgo donde no hay oportunidades para satisfacer condiciones de bienestar y de calidad de vida: existimos en un mundo peligroso.

En la primera parte del libro, editado en el 2006, se nos plantean algunas claves que nos permiten visualizar el “caos contemporáneo” de esta sociedad en riesgo. El cuerpo del documento no tiene ninguna pretensión teórica y es más bien como un conjunto de ideas para presentarnos un estado de las cosas.

Los títulos son sugerentes y explicativos: La globalización del riesgo; La guerra biológica; Bioterrorismo, pesadilla de Occidente; La religión del automóvil; Los peligros de la carne; El riesgo ecológico: una amenaza global; Katrina: la venganza de Gaia.

Al alimón, tomo algunas ideas de esta parte del libro. “Junto a las mercancías y las informaciones ya globalizadas se ha esparcido un nuevo producto: el riesgo...”, ”La guerra biológica es sin duda la forma más perversa de autodestrucción que haya engendrado el ser humano convertido ya en un organismo suicida...”, ”Hemos sido testigos de la creación de acuerdos, manifiestos, legislaciones, instituciones, objetos, aparatos, máquinas y dispositivos para evitar el terrorismo en los principales países de Occidente. Casi sin excepciones ha sido la afirmación del pensamiento único...”, ”El mundo moderno, laico, racional y pragmático, tiene también sus deidades, a las cuales ha engendrado como símbolos inequívocos de su cosmovisión y de su práctica social: el automóvil es una de ellas...”, y “Los seres humanos organizados en sociedad afectan a la naturaleza (su estructura, su dinámica, su evolución) por dos vías: al apropiarse los elementos naturales (aprovechamientos de los recursos naturales) y al expulsar elementos ya socializados, pues al producir, circular, transformar y consumir, los seres humanos excretan materiales hacia la esfera de lo natural”.

Desalentador es el resultado de la lectura de la primera parte. La segunda, es de un moderado optimismo. Se nos invita a tomar conciencia como especie donde tengamos la capacidad de establecer ciertos consensos, coordinar acciones y construir expectativas y proyectos colectivos. Nos concita a tener una topoconciencia, esa que nos permite saber de nuestro propio cuerpo y de su ubicación en el espacio. Nos llama a rescatar la cronoconciencia, esa que nos impide ser unos mutilados de la pertenencia al tiempo y a los procesos históricos. Nos convoca a una ética por la supervivencia que nos permita como especie recobrar una percepción original del ser humano.

Víctor Toledo nos plantea cinco ejes para diseñar una sociedad sustentable. Es un compromiso que debemos asumir todos los que creemos en un mundo mejor y que consiste en construir una teoría y una práctica para un modelo societario alternativo.

El primero es el de la diversidad como tolerancia ideológica, religiosa cultural o política, es decir, en el pluralismo como esencia de la democracia. El segundo pilar es la autosuficiencia de los ciudadanos, las familias, las comunidades, las ciudades y las naciones en el aspecto energético, alimentario e hidráulico: ello permitirá el empoderamiento de los actores sociales y sus instituciones societarias. El tercer eje es la integralidad de la sociedad con la naturaleza, de terminar con esa tendencia de separación que nos impuso la civilización moderna: se debe llegar a un paradigma holístico que articule la realidad social y natural. El cuarto pilar es la equidad como un medio para eliminar todos aquellos mecanismos, procesos y justificaciones que mantienen la desigualdad en los ámbitos sociales, regionales, productivos, culturales y de género. Por último, Toledo plantea el eje de la democracia participativa como la vía donde se representen y expresen las necesidades y aspiraciones de la gente y “que el centralismo político y otros factores han hecho que la democracia formal pierda legitimidad”.

Víctor Toledo tiene como formación base a las ciencias biológicas, pero indudablemente es un hombre de sensibilidades y compromisos con su tiempo, con su sociedad y la naturaleza. Las tesis de Toledo son interdisciplinarias y con una perspectiva de intelectual de primer mundo. Nos queda como tarea revisar y, en su caso, aceptar sus justos planeamientos para entrarle a la cultura sostenbilista y superar nuestras crisis ambientales y sacar del callejón al pensamiento social. Eso, claro, si queremos seguir existiendo como especie, como individuos y como sociedades.

domingo, 23 de septiembre de 2007

La cantante

A principios de la década de los noventa, Adriana de la Cruz se esforzó por convencerme con hechos. Ya habíamos invertido mucho tiempo a lo largo de dos años en hablar de cuál debería ser la línea estratégica que debíamos privilegiar en la cultura: el trabajo con las bellas artes o el trabajo con las culturas populares. Ella se inclinaba por la primera, yo por la segunda.

Aunque nunca se dejaron de trabajar ambas líneas, nuestra excelente relación se enriquecía con esa sana polémica. La política cultural nacionalista de ese entonces, los aportes teóricos que en esos tiempos muchos intelectuales hacían sobre la cultura, la poca presencia del naciente CONACULTA en los estados, el apoyo irrestricto del gobierno estatal a nuestro quehacer y la formación y la trayectoria de cada uno de nosotros, era el ambiente propicio para defender esas causas.

La entonces Directora del IQC, era una convencida seguidora de masificar las bellas artes a través de la estimulación y la educación artística formal. Con el tiempo cosechó algunos frutos, como saber que el chetumaleño Javier Torres Maldonado –uno de los primeros alumnos de la Escuela Estatal de Música- era el compositor ganador del Premio Internacional Reina Elizabeth de Bélgica.

Pero Adriana ya no conoció a una cantante chetumaleña que en esos tiempos tomaba cursos del Lied alemán e interpretaba a Papagena en la opera “La flauta mágica” de Mozart, allá, en la Ciudad de México. De haber sabido de ella y habérmela presentado, la polémica entre nosotros hubiese terminado ipso facto.

Hace nueve años llegaron a Chetumal las primeras noticias del arte de la soprano Laura Chuc Aburto. Fue durante los festejos del Centenario de la fundación de la ciudad cuando algún político la conoció y la trajo a cantar a su tierra natal. Fue un excelente acierto.

Laura Chuc no es una improvisada. Se ha capacitado en las técnicas de música antigua y tomado talleres sobre fonética europea, así como cursos en The Israel Vocal Arts Institute; ha ganado los concursos de canto “Carlo Morelli” y el Nacional de Canto; ha participado en las óperas “La flauta mágica”, “Fausto”, “Rigoletto”, “Don Pasquale”, “La Bohemia”..., además de graduarse en el bel canto en la Escuela Superior de Música.

Su debut como cantante ocurrió en el Palacio de Bellas Artes en 1994, cuando interpretó el papel de Siebel, de la opera “Fausto”. Pero ella, sabedora de que la voz no sólo se educa para cantar a Shubert o a Wagner, ha ampliado su repertorio a la canción popular internacional y a la tradicional mexicana.

“En Quintana Roo hago poco de ópera, salvo recitales. Canto música nuestra, canción francesa o alemana; canto música internacional o mexicana de corte muy fino que tiene cierto grado de dificultad y que se adecua al bel canto”.

Ella sabe perfectamente que a 400 años de la primera ópera, el desarrollo del canto ha derivado en obras contemporáneas donde se retratan problemas actuales como la depresión o el secuestro con lenguajes musicales más complicados. “La música en estas obras es un poco compleja, no es totalmente tonal, no es tradicional; tiene un lenguaje más rebuscado y eso la aleja un poco de lo que estamos acostumbrados a escuchar. La ópera tradicional se ha ganado su lugar a pulso, ha sobrevivido el paso de los años y seguirá en cartelera un largo tiempo”.

Luego del siglo XIX, cuando la ópera tuvo su mejor momento, surgieron voces que se volvieron hitos al incursionar en la música popular. Para Laura Chuc, la reciente muerte de Luciano Pavarotti le despierta un sentimiento particular: “En el transcurso de la historia se ganan y pierden grandes personalidades, grandes puntas. El legado que Pavarotti dejó fue abrir las puertas de los teatros de ópera elitistas, salir de las cerradas salas de concierto... En un principio los puristas no estaban tan de acuerdo en popularizar la ópera, pero Pavarotti siempre lo hizo con un extraordinario nivel musical que logró acercar la música clásica a la popular y viceversa. En el momento que la gente no está familiarizada con la música culta y le cambias la presentación al plato, puede resultar bastante más atractivo”.

Educada, sin entrar en honduras, la cantante me explica algo que se vuelve evidente cuando las ondas hertzianas nos traen al oído a un desafinado cantante de moda. “A principios del siglo XX, los cantantes de ópera o profesionales eran los que cantaban la música de moda, después fue cambiando el gusto y llega a un momento en que realmente ya no era la voz por la voz, sino el rompimiento por cantar feo o cantar desafinado: es un rompimiento social, contra los cánones. A partir de allí, la música popular que estaba asociada al teatro y a la ópera se empieza a abrir, la brecha se fue haciendo grande, a tal grado de ahora sí hay una diferencia entre la música de los compositores cultos y la de nuestros compositores populares. Antes, la brecha no era tan marcada”. Esta reflexión me ejemplifica la distancia que hay entre la obra de Manuel Esperón, la educada voz de Jorge Negrete y lo obra de un desconocido compositor que interpreta un tal Cristian Castro.

Cuando no se tiene un conocimiento de la obra operística o cuando no se tiene tiempo ni de leer la sinopsis de ella, es común que a los diez minutos te olvides del canto y te concentres en la música, en la orquestación. Me puedo quedar con la obertura de “Tannhâuser”, pero nada entendí del texto del canto..., ¿qué hacer?. “La música clásica o culta es como un libro. Si se compra un libro y descubres que está en un idioma que no comprendes, te pierdes de la riqueza del libro y te quedas con el color de la portada o los esquemitas del diseño..., hay que tener una cultura previa para no enfrentarse solo a ese mundo. Hay que leer antes de escuchar la obra o asistir con alguien que te pueda orientar o explicar. Hay obras accesibles con historias muy sencillas por donde empezar, como “La Traviata” o “La Bohemia...”.

Laura es muy generosa. A mi relativo conocimiento del arte de la laringe, ella explica qué es la melodía, el ritmo, la expresión y la modulación en el canto: “el cantante es instrumento e instrumentista a la vez. La melodía es una sucesión de sonidos, es un sonido en el tiempo atrás de otro, puede haber una melodía cantable o tonal, como la voz humana o una flauta. La parte rítmica se refiere a los tiempos, cómo acomodamos o le damos orden a los tiempos: cuál es la duración de cada nota... corta, larga, intermedia. La dinámica de la música es la inflexión que se le pone: se puede jugar con la dinámica, pero no puedes cambiar el ritmo. La interpretación debe basarse con lo que está escrito y con lo que crees que quiso decir el compositor... En música cantada se manejan dos conceptos: el texto y el virtuosismo”.

Con una sólida cultura musical, la soprano chetumaleña sabe muy bien del riesgo de regresar a su tierra natal luego de varios años de trayectoria nacional. Sabe que el camino no es rápido y fácil y que su labor es como abrir surco en los poco acostumbrados oídos de sus paisanos.

En su andar se ha encontrado con el apoyo del Instituto Quintanarroense de la Cultura y con algunas iniciativas particulares de Cancún, pero se requiere mucho más. Busca constantemente a promoventes de su canto y a patrocinadores que le permitan hacer grabaciones de su arte. Es una tarea agotadora, pero se refresca cuando sabe que puede estar legando algo a la cultura y que su entusiasmo puede contagiar el gusto por el bel canto y la música de concierto. Hay que escuchar a Laura, ahora que Inocencio XI ya no existe y que nadie puede impedir que una mujer cante, ni que tampoco pueda ser sustituída por castrados.

lunes, 17 de septiembre de 2007

El periodismo

No era la idea hablar del primer cotidiano publicado, nada que tuviera que ver con una actitud de exégeta, ni discernir sobre los géneros, tampoco cuál es su futuro ante la cibernética, mucho menos de sus iconos; simplemente era tomar un café y conversar sobre el periodismo y su situación actual en Quintana Roo. Él era el experto.

Jorge Martínez Lugo es el Presidente del Colegio de Profesionistas en Comunicación del Estado de Quintana Roo y ahora es mi interlocutor. Acepta gustoso una charla de análisis.

Nuestra conversación comienza. El Maestro en Ciencias de la Comunicación por la UNAM lamenta que los investigadores le han dado la espalda al tema de escribir sobre la historia del periodismo en el Estado. Que éste tiene la fortaleza de ser plural en su oferta informativa y la debilidad de que atrás de cada medio está un grupo de poder político-económico. Sin embargo, existe la virtud de que la sociedad quintanarroense está madurando “con una inteligencia que los medios históricamente le han negado, pero que ahora (los medios) empiezan a darse cuenta que no pueden engañarla fácilmente....”. Hay “una sociedad que analiza y conoce las intenciones de cada grupo y hace su propia lectura e interpretación de los hechos y sus consecuencias”.

Creo, le expreso en esa charla, que hablar del periodismo es hablar de verdades y compromisos. Que mucho cuidado se debe tener en no ejercerlo con una carga de soberbia y prepotencia, ya que además de su influencia en la vida social y económica, sus repercusiones principales se dan en la esfera política y del poder.

El que ha sido catedrático en la Universidad Iberoamericana, expone su punto de vista: “El gremio y los medios de comunicación somos un sector que muy poco nos ocupamos de nosotros mismos: hay una alergia a autoanalizarnos. Por la naturaleza del trabajo, debemos ser una especie de vigilante social de las responsabilidades del gobierno y de las empresas -en Estados Unidos se le llama watchdog, un perro vigilante-, de lo que se hace bien y lo que se hace mal”.

“No somos un gremio que permita criticarnos a nosotros mismos. Quienes ejerceremos el periodismo somos personas privilegiadas e innegablemente representamos un poder. Ahora, hasta dónde se ejerce sana o profesionalmente ese poder, es otra cosa. En el gremio hay de todo: hay soberbios, hay críticos, hay influyentes..., pero no me atrevo a calificarnos de una manera en específico: como en todo, hay de todos”.

A algunos medios nacionales les cuesta trabajo sobrevivir debido a la poca publicidad que reciben. Mantienen cierta independencia editorial, pero son castigados económicamente. Es notorio que en nuestra provincia existen muchos medios que suplen la publicidad de las empresas para manejar la casi exclusiva publicidad del gobierno: viven del gobierno, no de la empresa que se publicita. Inserto ese tema en el diálogo. ¿En nuestro Estado cuál es la situación?

“En Quintana Roo ningún medio existe sin la publicidad del gobierno”, asegura el autor del libro Radio y televisión en el Sureste. “Es una afirmación que puedo hacer. Sin embargo, vivimos un periodismo plural, hay una variedad de periódicos en donde el lector puede escoger. Pero hay una dependencia muy marcada con respecto al gobierno... A nivel nacional, esa dependencia con el gobierno se diluye porque hay grupos empresariales o partidos o políticos de primer nivel que simpatizan con una u otra línea y pueden dar publicidad a algún medio. Lo anterior deriva en que unos gobernadores tienen mucho más control sobre los medios locales que el Presidente de la República sobre los medios nacionales”.

¿El periodismo es un buen negocio en Quintana Roo?

“Es un buen negocio porque es una forma de transferencia de recursos públicos a un medio privado y además te sirve como instrumento político”, asegura quien ha sido coordinador de oficinas de comunicación social de diversas instituciones públicas.

En un proceso de comunicación es importante la libertad. Es un principio que cualquier medio o periodista debe defender. ¿Pero cómo se relaciona la libertad y la autocensura cuando hay una dependencia económica?, le pregunto a Martínez Lugo.

“Hay un juego de libertades en esta dependencia, se le ha llamado colusión de intereses. Dentro de esa colusión la empresa puede hacer un espacio y un estilo, pero hay una libertad del periodista y el reportero: dentro de ese acotamiento hay espacios de libertades, el periodista se maneja en esas libertades movedizas”.

Ante esta situación, ¿dónde quedan los principios?, ¿qué pasa con la veracidad, la imparcialidad, la objetividad y la lealtad a la sociedad?, ¿cuáles son los medios que en Quintana Roo cumplen con estos principios?, inquiero al coautor de la obra ¿Televisión pública en México?.

“No puedo mencionar un medio, no se trata de eso. Las posiciones que asumen los periódicos son significativas y ahí se reflejan esos principios. El caso (Armando) Medina Millet es un ejemplo: un medio regional asumía y defendía la causa de Medina Millet y otro medio afirmaba que era culpable. Cuando se presentan estas coyunturas es cuando sale a flote, se hace evidente, la tendencia de un periódico y en ese sentido hay impunidad en la parcialidad”.

El especialista me corrige cuando le planteo que existen dos clases de periódicos: los pertenecientes a grupos familiares y los que son propiedad de grupos empresariales-políticos.

“Esa tipología ya quedó rebasada, ya hay una mezcla de las dos clases. El ejemplo de Televisa es claro. Lo que nos quedaba de periodismo empresarial y sano ya se acabó hace diez años con el Diario de Yucatán. Actualmente hay una transición en donde se tiene que volver a aceptar la relación de los medios de comunicación con el poder y con la sociedad: ahorita los medios son extensiones del poder, no son extensiones de la sociedad, no hay el wachtdog”.

En otro nivel de la plática, comentamos sobre el esfuerzo del reportero por ganar cotidianamente las ocho columnas como algo sano, ya que estimula la dedicación, la perseverancia y la tenacidad. Pero, según Martínez Lugo, tiene sus riesgos la carga que tiene el reportero, de cumplir su cuota diaria de tres o cuatro notas, ya que, en muchos casos, no importa la calidad, sino la cantidad: el “boletinazo” y el “banquetazo” predominan sobre el reportaje, el cual es el gran ausente en el periodismo en Quintana Roo.

Mucho quedó en el tintero, como bien intuía el comunicólogo, no es suficiente el espacio para exponer en profundidad y extensión lo que hablamos. Quedó, eso sí, la satisfacción de atreverse a hablar y a escribir de un asunto que a la sociedad le puede interesar.

Seguramente, para algunos conocedores del tema no es sorprendente; nada nuevo se puede agregar sobre la veracidad, el negocio y el entreveramiento que existe entre los medios de comunicación con la política y el poder. Puede ser asunto común y cotidiano este tipo de escarceos y distanciamientos, porque esa es la realidad en los juegos de la información y el poder: el periodismo y el poder político son parte de la misma dinámica, aunque existan intentos por tomar distancia de ello y la verdad vaya perdiendo posiciones en la lista de prioridades.

domingo, 9 de septiembre de 2007

La que nos libra

Mientras la escuchaba, estaba seguro de dos cosas. Que ella es una experta de la que mucho se dirá más adelante y que Mictlantecuhtli nunca se fue.

Hace una semana se presentó Ximena Chávez en el auditorio de la Universidad de Quintana Roo. La arqueóloga, de escasos treinta años, hablaba con seguridad y suficiencia sobre la muerte en los rituales del Templo Mayor de Tenochtitlan. El tema parecía muy específico, pero fue sorprendente cómo la académica engarzó argumentos arqueológicos, de la antropología física, de la etnología, de la historia y de la etnografía para describir y explicar creencias y rituales en torno a ese acontecimiento irrecusable entre los mexicas.

Invitada por el Centro INAH Quintana Roo, la ganadora del Premio Alfonso Caso por la mejor tesis de licenciatura en arqueología en el 2002, expuso aspectos novedosos sobre los sacrificios humanos y los tratamientos mortuorios en Tenochtitlan. Explicó los elementos y la colocación de ofrendas en el templo a Huitzilopochtli. Sin miramientos detalló las técnicas de los sacrificios por extracción de corazón. Con la frialdad de un diseccionador mostró las formas utilizadas en el sacrificio por decapitación para obtener cráneos trofeo, cráneos para el tzompantli y la factura de los cráneos máscara.

El Templo Mayor ubicado en el centro de la Ciudad de México fue el observatorio y el laboratorio que permitió ver a la investigadora un mundo sagrado que dio luz a pesar de la destrucción y el saqueo que realizaron los españoles en las tumbas de los templos para encontrar oro y joyas.

Toda la exposición fue una plétora de datos extraídos de códices como el Borgia o el Tudela, de referencias a aportes de Alfredo López Austin y de Eduardo Matos y, lo que más me sorprendió personalmente, fue el manejo de los teóricos como Arnold van Gennep, Víctor Turner o Louis Vincent Thomas. Demostró que “el comportamiento ceremonial no entra en el campo de las supersticiones, sino que es una llave a una lógica universal de la vida social”, como me comentó. No fue una exposición convencional de vestigios arqueológicos, ni tampoco un exclusivo análisis osteológico.

La maestra en antropología física, realizó también una revisión etnológica de la relación que existía en la cultura mexica entre los huesos y las semillas, del funeral como rito de paso y de las formas diferentes de morir, de los rituales funerarios y su correspondencia en la posición social, de algunos rituales subsecuentes como las reliquias de las lágrimas y de los huesos, de los muertos que se cremaban y de la relación de los hombres con los dioses de la muerte.

Ante un público que se dividía entre el pendiente por el huracán “Félix” que se aproximaba y la atención a la detallada exposición, la egresada de la ENAH mostró esa tarde que los rituales y las creencias funerarios resumen, como en toda sociedad, la preocupación por la desaparición, por la muerte del hombre. Ese destino definitivo se envuelve en un complicado entramado de rituales para disponer del cadáver, de socializar la partida o de ayudar al finado a incorporarse a alguno de los mundos de los muertos, como lo señala Vincent Thomas.

También fue evidente en la conferencia la presencia teórica de la llamada arqueología de la muerte, específicamente en el manejo del concepto diferenciación social. En este aspecto, la interpretación permite suponer que la persona social se reconoce en los rituales funerarios, de tal forma que se puede inferir estatus y ocupación a partir de su sepultura. Situación que es vigente para aquellos rituales, como los que se presentan en los cementerios actuales.

En algún momento de la presentación, cuando se hablaba de cómo en el pensamiento prehispánico la muerte tenía una función social amplia, holística, desde el calendario, la siembra, el nacimiento, los mitos, la poesía, la arquitectura y las demás expresiones plásticas, fue cuando ligué, amarré, lo que ya Matos ha dicho: que aquellos cultos tenían que ver más con la vida que con la muerte. Cuando se hablaba de las reliquias de los huesos como semejante a las semillas de los frutos o de las gramíneas, me preguntaba qué tanto queda de aquella creencia en la mentalidad campesina de hoy. Porque para nuestros viejos mexicanos, los huesos de los muertos eran como la simiente, el semen, el hueso que coagula y da vida.

Es obvio que la concepción cristiana de la muerte es diferente a aquella concepción indígena en la geografía de lo sagrado. Entre los nativos de América existía un dios creador y un dios de la muerte, Quetzalcóatl y Mictlantecuhtli es un ejemplo; entre los cristianos se menciona solamente al creador. En una se pueden ir al infierno o al cielo de una manera resucitada y en la otra partían al inframundo, sin una idea clara de la resucitación. Ambas, sin embargo coinciden en que existe una muerte biológica, una muerte social y una muerte simbólica. La primera, se asemeja a la muerte física de todo ser animal o vegetal; la segunda, a la que se da por exclusión: por la vejez o la jubilación y la última es aquella que está determinada por el cuerpo de mitos y creencias de una sociedad.

En este ámbito de la muerte simbólica es donde aún existen arrebatos y manifestaciones de la convivencia forzada y obligada de dos visiones de la muerte. En la visión de los antiguos mexicanos parece darse una relación más amorosa, de entendimiento de la dicotomía con la vida. En la visión europea se presenta la reacción de huida y que se resume en la frase de Bossuet: “los mortales se preocupan tanto de sepultar los pensamientos de la muerte, como de enterrar a los muertos mismos”.

Los mexicanos andamos cargando en nuestras espaldas con esas dos visiones de lo que sucede después de la muerte. La adoramos y queremos ver de vez en cuando a nuestros familiares idos invitándolos a comer; pero, al mismo tiempo, queremos mantener alejada a la reina del espanto.

Por eso es entendible que, en esa ambigüedad religiosa, surjan con gran fuerza y aceptación movimientos efervescentes como el de la Santísima Muerte, una mezcla de fanatismo, de religiosidad popular y de reminiscencias que vienen de lejos en el ser mexicano. La llamada “Blanca Mujer” parece tener parentesco con la sangrienta deidad que llamaban Mictlantecuhtli.

Cualquiera que sea la visón de la muerte que predomine en nosotros, es claro que, como lo señala Louis Vincent Thomas, luego de muertos lo que nos preocupa es sobrevivir en la memoria de los que aún quedan con vida, y en todo caso mantenernos parcialmente en el patrimonio genético que legamos a nuestra descendencia. Y es mejor tomarlo de esa manera, o bien aceptar lo que Jorge Luis Borges nos dice de ella: “La vida es corta y aunque las horas son tan largas, una oscura maravilla nos acecha, la muerte, ese otro mar, esa otra flecha que nos libra del sol y de la luna y del amor”.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Dean

Obligado es el tema como también lo es el no repetir lo ya dicho. Cuesta trabajo dejar a un lado la dura experiencia y poner adelante la dimensión social, política y económica que trajo el huracán que se presentó la madrugada del 21 de agosto en el sur de Quintana Roo.

Mientras lo escuchaba silbar y la flama de la vela titubeaba, afuera estaba Él, alevosamente destruyendo lo que tanto trabajo costó crecer y levantar. En esa leve claridad me volvieron nuevamente aquellas letras de Humberto Ak’abal de su Retoño Salvaje: “El rostro del viento traía la palidez del miedo y se desplomó contra la paredes del fondo de la casa”. Pero yo no tenía miedo, nadie lo tenía: había incertidumbre y expectación por lo que afuera sucedía y no podíamos ver. Nadie tenía miedo y la palidez era por esa luz dorada, cálida y viva.

El penoso recuento de daños comenzó rápidamente en tres escalas diferentes. Los árboles del huerto que ya daban frutos estaban agotados de oponer resistencia y yacían bocabajo, derrotados: el caimito, la guanábana, la granada, las palmeras, los plátanos, el nance, la guayaba componían un paisaje desolado. Los ornatos ficus y el bambú, el escandaloso gallinero y el vital depósito de agua estaban lastimados o destruidos. Era lo mío.

Los cadáveres de cientos de postes de concreto con el alma de acero doblada y sus pelos metálicos y de plástico desperdigados por las anchas avenidas; los miles de buenos árboles muertos -que nos salvaron la vida-, lucían yertos sobre una alfombra de hojas; los parques y el agradable Boulevard hecho astillas; las bardas de dudosa construcción y las torres de radio y de televisión parecían modelitos a armar que un iracundo imberbe deshizo; las largas colas de gente pobre extendiendo sus manos para recibir comida, agua y techo: mi ciudad parecía una niña sucia y ultrajada, se veía lastimosa y triste. Era lo de mi comunidad.

La selva y su millón de hectáreas batidas por una podadora gigante, los volúmenes de maderas preciosas y de chicle caídos; sin aire se quedaron la economía forestal de muchas comunidades. Los maizales que ya jiloteaban, los plantíos de papaya, de piña y los cañaverales en pérdida total o parcial; las ovejas y muchos vacunos muertos de espanto; Bacalar y la pérdida de la denominación recién ganada de “pueblo mágico”; Mahahual y su muelle de cruceros -el dinamo de desarrollo para la Costa Maya-, arrasado, dejando a miles de trabajadores sin quehacer; las reservas ecológicas y las playas dañadas; los campesinos, pescadores y prestadores de servicios turísticos en la orfandad total. La infraestructura productiva y social, el equipamiento urbano y el patrimonio de miles de personas, dañada o destruida, sumando mil millones de pesos. Era lo de mi región.

Un saldo doloroso y terrible fue lo que dejó el paso del huracán Dean en Chetumal y todo el sur de Quintana Roo.

El asombro dura lo que tarda en pasar el viento. La preocupación dura lo que tardan en secarse los árboles y las hojas muertas. La reconstrucción dura lo que le queda de tiempo a este sexenio del gobierno estatal y depende de programas y proyectos de trabajo, voluntades políticas y suficiente flujo presupuestal.

No nos recuperaremos tan rápidamente como sucedió en Cancún con el Wilma, Chetumal y el sur de Quintana Roo tendrán otro ritmo e interés. Una cosa es limpiar y otra reconstruir. ¿Cuánto tiempo pasará para volver a presumir nuestra frondosa Chetumal?, ¿cuándo se recuperarán las playas y el turismo volverá a Mahahual?, ¿qué tiempo necesita la selva para reponer su flora y su fauna?, ¿cuánto pasará para que las comunidades mayas recuperen su pobreza?

El liderazgo y el compromiso mostrados por el gobernador Félix González, antes y después del huracán, tendrán mayor exigencia en la etapa de reconstrucción. No es lo mismo entregar una despensa que diseñar estrategias de desarrollo para un sur al que de pronto se le cayeron todas sus expectativas.

A nadie conviene que el gobierno y el Estado se tarden mucho tiempo remolcando al sur. Ya se tenía suficiente compromiso con la región indígena, como para que ahora se esté condenando a esta región golpeada a vivir sólo de la burocracia y del pequeño comercio. Ya se estaba avanzando, pero el huracán metió freno y nos echó para atrás.

Tampoco será justo dejar solo al gobierno con tremendo reto. Otros sectores sociales e instituciones tendrán que aportar ideas, trabajo y recursos. Puedo imaginarme que ahora sí es necesario que los empresarios aporten un punto porcentual más al impuesto sobre la nómina durante los próximos nueve años y que éste se destine para la reconstrucción del sur. Puedo imaginarme que las universidades y tecnológicos reorienten parte de sus proyectos para encontrar nuevas alternativas de desarrollo. Puedo imaginarme que las organizaciones sociales y políticas tendrán la oportunidad de pensar en la sociedad y dejar la exclusiva obsesión por el poder. Todos, sin ser demagogo, tendremos la posibilidad de hacer algo por el sur.

Socialmente, el huracán nos puede fortalecer luego de que curemos nuestras heridas económicas. Al momento se ha mostrado solidaridad vecinal y colaboración con las autoridades. En algo ayudarán a la moral y a la autoestima chetumaleña las frases hechas y la música vernácula, pero se necesitará más que eso para recuperar el tan sobado paraíso.

Políticamente, el huracán fortalecerá algunos liderazgos, pero también se pondrán en duda algunas actitudes y desempeños. Surgirán, sin pudor ni disimulo, el oportunismo y el populismo: muchos verán en los efectos del huracán la excelente oportunidad para posicionarse en la antesala electoral. Ganancia y pérdida política veremos en los futuros tiempos.

El huracán Dean nos ha dejado una dura experiencia y varias lecciones que hay que saber leer. No será nada interesante dejarlo exclusivamente en las efemérides y el anecdotario, si no apreciamos su faceta edificante.
También me parece injusto dejar de escribir sobre Mr. Dean y no mencionar y dejar testimonio de reconocimiento a ciertas instituciones y personas que en algo contribuyeron para salvarnos la vida, proteger nuestro patrimonio o que se aplicaron en tratar de que todo volviera a una normalidad cotidiana. A nuestro Sistema Estatal de Protección Civil, a los trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad, al Ejército y a la Marina, a los trabajadores de limpieza del Ayuntamiento de Othón P. Blanco, a Juan Pablo y Aurora, y a todos mis vecinos y amigos que se preocuparon por nosotros. Gracias.

Las elites

A Esperanza Brito, portaestandarte de aquel primer grupo de luchadoras

Existen, son reales y se encuentran en todos los ámbitos de influencia del poder económico, político, intelectual, religioso o militar. La composición de su liderazgo, la decisión que determina su acceso a posiciones de influencia y qué factores determinan su motivación ideológica, son relevantes pero pocos conocidos para el caso de México.

Las elites son tan importantes y determinantes que, según Edgard Muller y Mitchell Seligson, autores del artículo Civil culture and democracy: the question of causal relationships, son “las que tienen mayor capacidad que el público para influir en el tipo de gobierno que tendrá un país”. Esta afirmación nos permite imaginar y suponer que esos grupos, especialmente los de competencia económica y política, están por encima de muchos ejercicios democráticos. De ser así, se entendería que mecanismos como los sondeos de opinión dirigidos a las masas únicamente tienen como propósito la simulación o la confirmación de decisiones, en el mejor de los casos.

El año pasado, Roderic Ai Camp publicó en castellano Las Elites del Poder en México y es la primera investigación que no confunde elite con liderazgo, mucho menos con posiciones jerárquicas -aunque en muchas ocasiones los conceptos se pueden traslapar en la realidad-. El estudio permite conocer a esos sectores “de individuos de gran influencia cuyas decisiones determinan la asignación y la aplicación de los recursos importantes, así como las actitudes y la conducta de los ciudadanos”.

El análisis sociológico de las elites tiene ya tres décadas. La definición y apreciación de ellas ha variado a partir del aparato teórico vigente en el momento. Por ejemplo, en un principio, Wilfredo Pareto y Gaetano Mosca se limitaban a explicar ”las relaciones familiares, los puntos de vista y la praxis involucrados en las actividades que definen a un grupo como elite”, pero sólo para el caso norteamericano, donde los individuos eran principalmente dententores de puestos políticos o de altos mandos gerenciales.

El enfoque de Pareto y Mosca se apoyaba en que las elites “podían distinguirse de las no elites por su cultura mental, sus puntos de vista y percepciones del Mundo”

En esos mismos años la postura marxista reducía el análisis de las elites al papel y pertenencia a una clase social. Un recurrente argumento era decir que la clase gobernante no podría existir sin las instituciones, las cuales estaban “imbuidas” de los valores de clase, de la elite.

El trabajo de Ai Camp se centra en cuatro aspectos: establecer la existencia y características de la elite del poder en México; identificar los medios por los cuales las elites se vinculan; exponer la existencia de los mentores y su influencia en la formación de los círculos del poder, tomando en consideración las redes y el reclutamiento y, por último, estudiar las “fuentes de socialización en la formación de las ideas y las actitudes de la elite”.

La obra del investigador del Claremont McKenna College muestra resultados del trabajo realizado con 398 connotados integrantes de la elite mexicana entre 1970 y el 2000. Y los supuestos con que trabajó fueron tres: 1. Conocer la manera en que el estatus y las características de los padres afectan los valores individuales de la elite y el acceso de ésta a otras elites: la variable de antecedentes sociales es importante en la socialización de la elite. 2. A pesar de la importancia de los orígenes, esto no es suficiente para explicar el nivel de interacción e integración al interior de los grupos de liderazgo: los vínculos personales, a manera de redes, son determinantes y la familia es solamente un aspecto. 3. Existen numerosas grupos pequeños al interior de la elite dirigente: no es necesariamente un grupo cohesionado, específicamente el de los empresarios. Algunos resultados del estudio son los siguientes:

Los orígenes de las redes en los grupos de elite son diversos. Entre los empresarios, su origen es la familia y los consejos de administración, lo que representan, respectivamente un 45 y 37 %. Entre la elite política, el origen de la red se encuentra en una institución educativa y la carrera, representando el 61 y el 28 %. Entre los intelectuales, el origen de la red se ubica en la carrera, la colaboración en publicaciones y la institución educativa, reprensando el 33, 31 y 22 %.

En promedio, los cinco grupos de elite encuentran en la educación (41 %), la carrera (37 %) y la familia (22 %) el origen de sus redes.

La residencia de los integrantes de la elite del poder tiene un comportamiento interesante, aunque nada sorprendente. El 91 % de los políticos y el 92 % de los intelectuales se concentran en el Distrito Federal; los empresarios se localizan en el DF (66 %) y Monterrey (27 %); la elite militar en el DF (39 %) y el resto en todo el país, similar situación tiene el clero: el 8 % se localiza en el DF y el resto en todo el territorio nacional.

El origen socioeconómico de la actual elite del poder en México desmiente aquella idea que se tenía que toda ella provenía de la clase alta. La elite política proviene de la clase trabajadora en un 24 %, de la clase media en un 70 % y de clase alta en un 6 %. Los intelectuales, de la clase trabajadora en un 14 %, de la clase media un 70 % y de la clase alta un 16 %. Los integrantes de la elite empresarial provienen de la clase trabajadora en un 9 %, de la clase media un 31 % y la clase alta un 60 %. El grueso de la elite militar proviene de la clase media y el 36 % de la clase trabajadora. El clero se distribuye equitativamente en las tres clases sociales.

La socialización a través de la educación es muy importante en la elite del poder mexicano. Es también en la educación donde se encuentra el mayor número de mentores y reclutadores de los miembros de las elites. Pero es significativa la diferencia de niveles educativos entre los diversos grupos de la elite. Por ejemplo, los políticos se concentran en un 46 % en el nivel licenciatura y 24 % en maestría; los intelectuales en un 34 % en nivel doctorado y 28 % en secundaria. La elite militar se concentra en un 60 % en el nivel licenciatura y el clero en el doctorado con un 44 %.

Una parte importante en la obra de Roderic Ai Camp se refiere al papel del mentor. Estos actores son importantes para determinar muchas de las características de la elite en el poder. El mentor es un trabajador experimentado que generalmente ya pertenece a la elite y que establece relaciones con sus pupilos para luego incorporarlos. El mentor encuentra motivación en diversas razones: transmitir conocimientos, formales o informales, y aumentar la capacidad y posibilidades de éxito de su estudiante o pupilo para que luego sustituya a su progenitor.

Especialmente en México y en el sector público se presenta esta figura del protector individual. Es lo que antropológicamente se le llama una relación clientelar y lo que vulgar y coloquialmente define lealtades.
Algo que finalmente hay que señalar. A partir del año 2000, con la llegada al poder de tendencias políticas y económicas que venían creciendo desde los albores de la década de los noventa, surgen nuevos liderazgos distintos a los últimos treinta años del siglo pasado que seguramente formarán o fortalecerán a ciertos tipos de elites en el poder. El reto es mantener el pluralismo y la competitividad en todas las facetas de la sociedad para que la importancia de las elites tenga un peso real y relativo y para que su influencia, necesaria por naturaleza, no sea determinante en primera y última instancia en la vida del mexicano.

Memoria y trascendencia

Lentamente leemos los nombres de los muertos como si fuera un responso: Miguel Barandas, Jaime Pintado, Ana María Teuscher..., y otros treinta y tantos que aparecen en esa estela. Nos encontrábamos en el centro de la plaza donde hace 39 años, en la tarde de aquel miércoles, una multitud de estudiantes celebraban un mítin que de pronto fue disuelto por fuerzas militares. Pocholo, Renée y yo nos estremecemos y guardamos silencio ante aquellos 15 mil disparos. A ella se le mojan los ojitos por el recuerdo de Marietta.

Recuperados, pero cabizbajos, caminamos hacía las instalaciones de la antigua Secretaría de Relaciones Exteriores, evitando pisar mierdas de los mini Schnauzer que sacan a pasear los habitantes de los 130 semiabandonados edificios del complejo habitacional. En el trayecto nos detenemos a observar lo que queda del viejo asentamiento mexica que mandó edificar Huitzilopochtli y el templo católico de Santiago, construido en 1527 con el mismo tezontle volcánico que utilizaron los vencidos para sus dioses. Nos dirigíamos a una cita con Sergio Raúl Arroyo, Director del proyecto Centro Cultural Universitario Tlatelolco: nos quería explicar y mostrar lo que ahora hace.

El complejo arquitectónico de la ex Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) es impresionante. Es obra de Pedro Ramírez Vázquez. Data de 1965 y tiene en sus espacios la huella innegable de su estilo: mármol blanco y algunas paredes y techos cubiertas de prismas de madera. La torre de 22 pisos, el Salón Juárez, el Aula Magna, el Auditorio Alfonso García Robles y los salones de conferencias, son obra del arquitecto que también creó el Museo de Antropología, el Estadio Azteca, el Museo de Arte Moderno y la Basílica de Guadalupe: son ejemplos de la arquitectura del poder y de la dimensión de una visión de Estado.

Con los sismos de 1985, la torre de la SRE quedó afectada psicológicamente y paulatinamente el complejo se fue abandonando hasta que finalmente la Secretaría se trasladó en mayo del 2006 a la Plaza Juárez. Luego de pasar a manos del Gobierno del Distrito Federal, el complejo arquitectónico de Talatelolco fue entregado a la Universidad Nacional Autónoma de México en noviembre del año pasado para crear en ese lugar el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, el más importante y con mayor impacto en la zona norte de la Ciudad de México. “Aquí -mencionó en su momento el Rector Juan Ramón de la Fuente-, la Universidad Nacional tendrá una posibilidad de acercarse a los valores más profundos de la sociedad, su esencia e identidad y estará una vez más, como a lo largo de su historia, a la altura de las circunstancias”.

Y como van las ideas, los proyectos y las obras, el CCUT de la UNAM mostrará en octubre próximo, el día de su inauguración, que estará a la altura de las circunstancias, históricas primeramente.

Acompañado del Kinder Niños Héroes del 68, un joven y talentoso equipo de trabajo integrado por Alejandro García, museógrafo; Andrea Navarro, diseñadora; Miguel Ángel Vega, arquitecto; Ximena Molina, internacionalista; Juncia Avilés y Cintia Velázquez, historiadoras y el curador Álvaro Vázquez, Sergio Raúl se muestra paciente en guiarnos por todo el complejo y en darnos generosamente sus ideas y proyectos.

En los objetivos del CCUT, que depende directamente de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, destacan el “realizar un proyecto orientado a una mejor comprensión de la historia contemporánea de México, que implique el acercamiento a los valores más profundos de la sociedad...,” y transformarse en un “espacio para el desarrollo de proyectos culturales en el norte de la Ciudad de México como mecanismo educativo de cohesión e inclusión social”. Escuchar los objetivos en voz de uno de los integrantes del Consejo de la Crónica de la Ciudad de México y observar la urbe desde el helipuerto de la torre es ligar necesariamente la idea al espacio: la Guerrero, la Peralvillo, Santa María la Ribera, el Centro, San Simón, Atlampa..., son parte del área de influencia directa del proyecto, pero con alcance a toda la Ciudad y con conexión al ciberespacio: ¿3 o 10 o 100 millones de personas?

En los 35,000 metros cuadrados de construcción que comprende el complejo cultural, el equipo de trabajo está adecuando arquitectónica y museográficamente los espacios para poner en marcha el Memorial del Movimiento Estudiantil del 68, la Galería de Arte de la Colección Andrés Blaisten, la unidad de docencia, una unidad de seminarios con tres salones de conferencias y espacios para talleres artísticos, sociales y científicos.

Específicamente en el Memorial del 68 se detiene mi atención. Al parecer, se desea trascender a la memoria, a sus mitos y realidades, en algo que la coloque en una justa dimensión: en el fenómeno más importante de la segunda mitad del siglo XX que aportó nuevas formas morales y éticas a una sociedad tímida o sojuzgada por el autoritarismo y el cinismo político, como menciona en algún lugar Monsiváis.

El Memorial “es una instalación con recursos multimedia, sin renunciar al objeto, que será maleable para ir incorporando información. Es una propuesta museográfica no conservadora, sino audaz y de ruptura, conceptos fieles a esas divisas de los jóvenes de entonces y de hoy. No se trata de hacer del Memorial un monumento necrológico; deberá ser una instalación dinámica que permita conocer el parteaguas político-social en el país: se trata de un desmontaje del Estado autoritario mexicano”, argumenta quien fuera Director del Instituto Nacional de Antropología e Historia del 2000 a 2005.

“El Memorial tiene un carácter plural: contendrá versiones, provengan de donde provengan. La historia del 68 se integra de múltiples versiones, de dificultades y de miedos. No se trata de hacer un reconocimiento endógeno, sino al momento de apertura al mundo: fue la primera expresión de interdependencia política moderna ante el mundo”.

En el Memorial del Movimiento Estudiantil del 68 estarán los testimonios de Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Gilberto Guevara Niebla, Jesús Martín del Campo, José Woldenberg, Luis González de Alba, José Luis Cuevas, Roger Bartra, Maria Teresa Juárez del Castillo, Raúl Álvarez Garín, y decenas de protagonistas, intelectuales, negociadores –como Jorge de la Vega y Fernando Solana-, y muchos otros, algunos de ellos anónimos.

Además, el Memorial contendrá miles de fotografías, grabados, manifiestos, volantes y diversa obra grafica; decenas de horas de películas, noticieros, documentales, discursos, comerciales y música de la época. Lo mismo se podrá ver aquella paloma olímpica diseñada por Beatrice Trueblood con su agregado chisguete de sangre en el pecho; escuchar When the music´s over de The Doors; que revisar la obra El hombre unidemesional de Herbert Marcuse, uno de los “filósofos de la destrucción” como les llamó el gobierno ordazista.

Nadie asegura que con el Memorial queden atrás los desencuentros entre Poniatowska y González de Alba, o los reclamos de Roberto Escudero a Guevara Niebla, o las recriminaciones a Sócrates Campos, o la imaginación y la tinta tirada junto a la sangre, ni tampoco la búsqueda insustancial de la precisión en el número de muertos o el por qué provocó la masacre el Batallón Olimpia.
Quedará el testimonio para no olvidar las causas y las consecuencias de un movimiento juvenil que se trasformó en la depositaria de los reclamos sociales y políticos que marcaron, a partir de entonces, la pauta política para este país. Y queda, como recordatorio a cualquier razón de Estado, que pueden más los contenidos genuinos y profundos de un reclamo político que la tentación de atentar contra ellos.

El idioma de Dios

Trato de imaginarme la escena. Las sirenas ululaban, el suburbio de Traunstein y toda la ciudad de Munich apagaba las luces. La oscuridad del cielo solamente era surcada por los enormes haces de luz de los reflectores que buscaban la figura de los aviones B-29 norteamericanos. En el momento en que un haz se fijaba en una de esas naves, abajo, apresurados, gritando, cargando y apuntando, los servidores del Flak 88 alemán disparaban y volvían a gritar, cargar, apuntar y disparar...

De entre los seis servidores que generalmente tenía cada cañón, figuraba un joven bávaro de 16 años, llamado Joseph Alois Ratzinger que, al igual que todos los artilleros, tenía miedo. El miedo no era saber que la fábrica de la BMW fuera destruida; el miedo era ver que sólo uno de los 3 mil proyectiles disparados pegaba en el blanco y en cambio las baterías enmudecían y sus servidores morían por las explosiones de las bombas aéreas.

El joven Ratzinger debió tener miedo, no a Dios, sino a aquellos aviones. Él era un joven seminarista que fue enrolado por la Wehrmacht y que en esos momentos su mejor escudo para las esquirlas de las explosiones era rezar: Credo in unum Deum, Patrem omnipotentem, factorem caeli et terrae, visibilium omnium et invisibilium. Et in unum Dominum Iesum Christum, Filium Dei unigenitum, et ex Patre natum ante omnia saecula. Deum de Deo, lumen de lumine, Deum verum de Deo vero, genitum, non factum, consubstantialem Patri: per quem omnia facta sunt. Él era católico, no protestante luterano, y por ello rezaba en latín, no en alemán.

A 63 años de aquellos acontecimientos, Joseph Alois Ratzinger, mejor conocido como el Papa Benedicto XVI, el 2650 soberano de la Iglesia católica, recientemente ha decretado utilizar mayormente el idioma latín en las misas. Nuevamente se escuchará en los templos el idioma de Horacio.

Fue en el Concilio Vaticano II (1962-1965) cuando el latín fue reemplazado en la liturgia católica por los idiomas locales. Como resultado de aquel Concilio también se abandonó el uso obligado del velo en las mujeres, el cura dejó de oficiar dando la espalda a los feligreses, cayó en desuso el púlpito, se extendió la mano a otras religiones y se retiraron textos que eran principalmente ofensivos a los judíos.

No es clara la idea de retomar el latín en la liturgia cristiana. El principal argumento del Pontífice es el “reconciliarse con los tradicionalistas” que quedaron inconformes con las reformas de aquel Concilio, sin importar ahora aquel acercamiento con los judíos y que las progresistas reformas impulsadas por Juan XXIII queden atrás.

Aunque las autoridades del Vaticano aseguran que los rezos donde había pasajes en los que se afirmaba que los judíos viven en la ceguera y en la oscuridad y se oraba para que “el Señor nuestro Dios saque el velo de sus corazones y ellos puedan reconocer a nuestro Señor Jesucristo”, no se volverán a utilizar; la desconfianza ya está sembrada.

Viví de niño esos sentimientos. Mi abuela, fiel católica, tenía una confusión con respecto a los judíos. No tenía un sentimiento antisemita, que es de origen racial; sino un sentimiento antijudío que es de origen religioso, que en alguna parte de su vida abrigó, ya que la religión de ellos, decía, estaba equivocada y había que refutarla. Esa confusión la demostró en una conversación que tuvimos en 1973, durante la guerra del Yom Kipur.

A ella le dí los detalles del conflicto y de las primeras victorias egipcias y sirias sobre Israel. Estaba muy atenta. Repentinamente, con voz segura y fuerte dijo: “ganará Israel por que es el pueblo del Señor”. Le recordé que ella había hablado de que los judíos mataron al hijo de Dios: “No importa, lo que lo hicieron; ya están muertos, y además en nuestros rezos ya no debemos hablar de ello”, y luego se hincó a orar por Israel en latín, en el idioma de Dios. La verdad, no creo que su oración haya suplido la eficacia de los Phantom israelíes.

Las reformas del Concilio Vaticano II fueron una gran apertura a los nuevos tiempos. Roma ya no podía seguir poniendo costales de arena en cimeros más altos para detener la fuerte corriente del modernismo. La Iglesia, dicen algunos teólogos, “aceptó a partir de ese momento su condición de peregrina al lado del resto de la humanidad”. Las realidades terrenales eran más cercanas y la Iglesia se presentó como la de todos, en particular como la iglesia de los pobres.

Sin pensarlo mucho, fue gracias a esa moderna apertura y a mis propios intereses que me dediqué con gran libertad a trabajar el Levítico, el tercer libro del Pentateuco, y que contiene las prescripciones rituales que debían poner en práctica los sacerdotes de la tribu de Leví y que me las encuentro en mi vida diaria o con las comunidades campesinas. Algo gané de ese clima transformador.

¿Cuál fue la razón fundamental de volver a escuchar el latín en la religión católica?, no lo sé con certeza. ¿Fue satisfacer a un numeroso grupo de tradicionalistas que encabezaba el difunto arzobispo Marcel Lefebvre?, ¿fue posesionarse políticamente como religión ante el creciente poder de otras religiones?, ¿estarán concientes del paso y del riesgo de la enorme cantidad de trásfugas a otras alternativas religiosas donde sí se entiende el idioma del hombre?.

Para ciertos católicos, como los mayas del centro de Quintana Roo, el asunto les tiene sin cuidado. Ellos seguirán en sus iglesias y con sus propios sacerdotes rezando: Kayumenech ti k¡ane, kilichkunsik ak'¡aba, bey kawayik yo'osa, utsin tawo'olal tech ti lu'um, bey ti k¡an, sansamal u k'in to'on Wa be'le kasa'asik si'ipil, ah si'ipilex to'on, bix awilik lu'ubul, ti tun táaba, hebak lukeso'on, ichi lobilo'on. Amen Jesús.

El latín, el críptico idioma de Dios, resucita luego de 43 años. Debido a la iniciativa de Benedictus XVI, tendremos que buscar aquellos misales y comenzar a leer, por el simple afán cultural, aquella antífona:
In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen.

Para los que sabemos ahora la historia nos quedan preguntas: ¿Cuál habrá sido el papel y la postura de Joseph Alois Ratzinger en aquel Concilio Vaticano II y qué opinará de aquel silencio del Vaticano en la Segunda Guerra Mundial respecto al Holocausto, mientras él servía a un ruidoso cañón antiaéreo alemán Flak 88?