domingo, 18 de octubre de 2009

Buenos muchachos

Es en esos momentos cuando se confirma que la nueva generación ya esta aquí, pensando y actuando. También es cuando se percibe que existe una nueva situación, un nuevo ciclo y se presentan los primeros prospectos de la vida académica para el análisis y la praxis política.

No son la generalidad, pues afirmarlo sería ingenuo y demasiado generoso: son apenas algunos de los que persiguieron con mucha disciplina objetivos y metas académicas y que lo están logrando. Con becas y mucho estudio, estos jóvenes representan buenos ejemplos de lo que ha dado la Universidad de Quintana Roo en lo que va de este siglo XXI y que ya tienen sus primeros papeles en actividad pública. El Colegio de México, el Centro de Investigación y Docencia Económicas, la Universidad de Nueva York o de Salamanca, entre otras, son las instituciones que les han dado los primeros posgrados.

No son unos improvisados, ni ocurrentes; no dan señales de frivolidad, mucho menos de perversidad. No son economistas hijos de Friedman, ni los veo vinculados a un sector o grupo neoliberal, pero se ven tan serios y cohesionados que definirlos como los tropicales Chetumal boys no les quedaría mal.

Son la generación que está en la perfecta medida de los 30 años, esa cifra que marca un ciclo generacional y una distancia contigua con los que ya estamos iniciando la década de los 50 años. No nacieron en los sesentas, ni en los setentas, estimo que son del 82 o del 84. Así de jóvenes son y así de talentosos se muestran. Pertenecen a la generación de la llamada década perdida, pero traen en el bolsillo un GPS.

La oportunidad de conocer a esos talentosos jóvenes se dio en una de las sesiones del coloquio “Quintana Roo ante los dilemas de su desarrollo”, que organizó el IAPQROO. En esa ocasión se trataba de hablar de Los Retos del Poder Legislativo ante el avance del pluralismo político, un tema que era abordado por el estudio y la experiencia y eso lo hacía tan interesante como en aquel momento cuando descubrimos las propuestas teóricas de Sartori, de Bobbio o de Pasquino. Aquellos jóvenes siguen siendo los discípulos, debo aclarar, pero tienen la riqueza de analizar los temas de democracia, partidos políticos y sistemas electorales, la gestión pública, las élites y el poder político desde la realidad mexicana o local.

Con el tema Gobiernos Divididos en México: cambios en las relaciones ejecutivo-legislativo, Paloma López expuso el cómo las relaciones entre ambos poderes pasaron de la sumisión al conflicto, el factor inexperiencia política y/o administrativa de los miembros del gabinete para lograr los acuerdos políticos, el cómo se debilitó el poder ejecutivo y con ello se perdió el control sobre los gobiernos estatales y también evidenció los factores de disciplina de los partidos políticos y la presión de los grupos de interés para que esa relación se conflictuara.

La maestra por El Colegio de México explicó que el gobierno dividido se presenta cuando el partido del Presidente carece de una mayoría legislativa y a este tipo de gobierno se le atribuye la causa de conflictos, de parálisis legislativa, del letargo en la toma de decisiones, de “reducir la cohesión de la élite” y de hacer frecuente el uso del veto.

Sin embargo, la joven coordinadora académica del Instituto de Administración Pública de Quintana Roo, matizó que esa visión del gobierno dividido carece de investigaciones concretas, empíricas, que “demuestren las distintas condiciones bajo las cuales el gobierno dividido puede tener problemas”, como son los factores de la inexistencia de un equilibrio de poderes, que las iniciativas o leyes que se presentan polarizan las diferencias partidistas o el nivel de habilidad y experiencia de la clase política.

Luego de mostrar cuadros y estadísticas históricas de las relaciones ejecutivo-legislativo, especialmente del periodo de 1997 al 2006, Paloma López concluyó que no serán los cambios en el diseño institucional como se solucionarán esos problemas en el sistema político, sino que se tiene que romper con los intereses creados y modificar los incentivos de los legisladores.

Tocó el turno a Manuel Alamilla con el tema Agenda legislativa: balance y perspectivas. La exposición toma como punto de arranque el 2006, año de gran “vulnerabilidad y de signos de ingobernabilidad”. El que es secretario particular del senador Pedro Joaquín Coldwell enlistó las condiciones políticas en aquel momento: escaso diálogo entre el Ejecutivo y el Congreso, intromisión del Ejecutivo en el proceso electoral del 2006, la incertidumbre ante la presencia de un presidente constitucional, un presidente electo y un presidente legítimo, una evidente confrontación social, una “desconfianza en el árbitro electoral y la consecuente desacreditación de la política” y en la economía se presentaba la pérdida de competitividad, poca generación de empleo y una renta petrolera dilapidada.

Ante ese escenario, el maestro por el CIDE se preguntó cómo se podía dialogar y hacer que los actores discutieran sobre el país cuando los términos y mecanismos de interlocución entre los poderes estaban confrontados. Se requería una reforma constitucional que “innovara los mecanismos de interacción” y que permitiera revisar el sistema de frenos y contrapesos.

Se propone entonces una agenda con tres ejes: la reforma del régimen político, la reforma económica y la reforma social. Los actores se sentaron a dialogar y a acordar.

Alamilla se centró en la Reforma Política. Desarrolló puntos como la ratificación de integrantes del gabinete o de la reducción del tamaño de las cámaras, de la reelección de legisladores federales y locales, del referéndum, la revocación del mandato, la rendición de cuentas y de las candidaturas independientes. El joven académico concluyó mencionando que la agenda superó aquella fractura del 2006, pero que aún se sigue trabajando el tema del régimen presidencialista y de la competencia electoral y que esta agenda, no debilita a un poder, es en realidad un “toma y daca”, ya que permite transitar a un régimen presidencialista moderno con matices parlamentarios.

Alfredo Fernández fue el que cerró la tarde. El egresado de la Universidad de Salamanca trabajó el tema Las élites legislativas en Quintana Roo. Más formal en su esquema expositivo, Fernández mencionó las preguntas que estimulan su investigación: ¿cómo se desarrollan las trayectorias de los legisladores quintanarroenses?, ¿cuáles son los canales formales (institucionales) e informales que determinan quién puede ser legislador? y ¿qué importancia tiene ser legislador para el desarrollo de su trayectoria dentro de la élite política?

Apoyándose en los teóricos de la formación de élites, el asesor del IAPQROO se interesa en saber quién gobierna, cómo acceden al poder y cuáles son las condicionantes sociales de ese acceso y el cómo se recluta y circulan en la élite sus integrantes. Evidencia que el estudio de las élites es una ocupación para entender la democracia, es decir, la representatividad del liderazgo, así como el origen social de sus miembros. Agrega que el tema permite saber las diferentes maneras que la vida pública ofrece para una movilidad social vertical.

El licenciado en Relaciones Internacionales de la UQROO presentó un estudio histórico y comparativo de los gobernantes del Territorio hasta la creación del Estado de Quintana Roo; desde José María de la Vega, hasta David Gustavo Gutiérrez. Posteriormente analiza a los diputados locales, desde los Constituyentes del 74 hasta la actual legislatura. En el análisis integra las variables de género, edad, lugar de origen, apellido, nivel educativo, compañeros de generación, escala ideológica, cargos públicos y las formas de su reclutamiento. Los resultados resultan interesantes para conocer cómo se ha ido integrando la élite legislativa en Quintana Roo.

Complace reseñar los pensamientos de estos jóvenes, de estos buenos muchachos, que con discreción hacen su tarea aplicando una ética casi aristotélica que suma conocimiento y praxis y que nos muestran que la política y la academia, bien conjuntadas, pueden tener futuro y darnos a los ciudadanos ideas, acciones y resultados inteligentes y de bienestar.

La pertinencia de conocer lo que piensan y hacen algunos jóvenes académicos en el ámbito de la vida pública es también un punto de referencia que puede resultar comparativo para otros jóvenes que ya ocupan posiciones de poder, para esos miembros de una generación que incursionan en el ejercicio del poder. Es necesario tenerlo presente, pues en una de esas, la academia y la política se separan -o simplemente no existen esos lazos- y entonces los resultados pueden ser frustrantes para unos y desastrosos para los otros.

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