domingo, 20 de diciembre de 2009

El cuento

Me despertó y me puse a pensar en la ausencia. Goyo me recordaba esas mañanas cuando el humo de la leña entraba por el tejado. Su canto me evocaba la luz primera que se filtraba y que era acompañada por su tul aromático. La madera que ardía en aquellas hornillas era tanta como el deseo que ella avivaba en mi, sediento núbil amoroso. Y aquella boca.., que besaba, que reía, que separaba y cerraba abismos y que era dulce. Era María, la mañanera. Ahora Goyo, el gallo, ya no me recuerda sólo aquellos ojos negros y aquellas trémulas carnes, ahora me anuncia la lentitud y la calladez del tiempo que llega y el que se fue.

Los que escriben, los expertos, recomiendan tener una historia previa -una preescritura-, los personajes, saber manejar la voz del narrador, el tiempo y el espacio. Así, parece fácil.

Hay que vivir las historias que se cuentan y agregarle esos elementos literarios más un estilo y una técnica particular que puede ser divergente, simple, convergente... Lo importante es que el relato, sea cuento o novela, nunca pierda la almendra: sea un sueño, un recuerdo o un personaje, esa es la fuente inconciente que luego conectará a ríos profundos. Es un reto trabajar la imaginación para hacer verdades.

Revisar papeles y ordenar libros sirve para quitar polvo y matar termitas. También para encontrar llaves que no siempre sabemos para qué se hicieron y cuando utilizarlas. Cada quien tiene historias, pero pocos sabemos contarlas. Les tengo envidia de la buena a apellidos como Cortazar, Fonseca, Poe, García Márquez, Cardoso, Valadés, Chejov, Monterroso, Quiroga…, ellos saben contar las palabras de un suceso.

Ahora les comento de las llaves encontradas que sirven para narrar historias. Si le sirven, tómelas, pero “no olviden que lo importante es practicar para que se domine la técnica”. Así aconsejó Eduardo Casar.

Primero determine una técnica: subjetivo u objetivo o también definido como hermético o figurativo, pero siempre aplique un estilo individual, personal. Juan Bosch recomienda que no tratemos de innovar la estructura del género cuando se hacen los primeros pininos. Eso se hará cuando ya se le domine. Sin embargo, el dominicano recomienda no ser muy cuadrados: el cuento no siempre tendrá un final sorprendente, lo fundamental es mantener vivo el interés del lector, que no se caiga la tensión. El cuento “A la deriva” de Horacio Quiroga, es un buen ejemplo.

No se preocupe por la extensión, puede ser desde una sola línea hasta diez cuartillas. Eso sí, no se prolongue. El cuento, dice Onelio Jorge Cardoso, es una novela en síntesis. Nunca compare esas diez cuartillas con las 250 de la novela. La primera es intensa y la segunda extensa.

Una observación importante que nos ofrece el cubano. En la novela se crean caracteres de los personajes que pueden rebelarse contra el autor; pero en el cuento el autor es el padre y el dictador de sus criaturas: “no puede dejarlas libres, ni tolerarles rebeliones”.

Trate de atrapar al lector desde el primer párrafo, esto es independiente del estilo del escritor. Luego, agárrelo de la mano y no lo suelte, llévelo sin miramientos al camino que ya tiene trazado. Quiroga afirma que un cuento “es como una flecha disparada hacia un blanco y ya se sabe que la flecha que se desvía no llega al blanco”. A este punto, Bosch agrega que un cuentista es como un aviador, nunca levanta el vuelo sin saber a dónde conducirá su máquina.

Para lograr lo anterior, todos los expertos recomiendan hacer una cuidadosa selección y depuración del tema. Si se selecciona bien se estará en condiciones de hacer un cuento que cumpla con las siguientes características que nos ofrece Manuel Cofiño: brevedad, dinamismo, intensidad y tensión, estructura sintética, unidad, economía de medios, lenguaje y personajes. Se estará en condiciones de “presentar al lector un fruto de numerosas cáscaras que van siendo desprendidas a los ojos de un niño goloso”.

Cofiño, el cuentista que también fuera asesor del Ministerio de Cultura de Cuba, nos actualiza en las tendencias narrativas para el cuento. Nos recuerda que: 1. El cine ha influido en las formas narrativas: yuxtaposición de planos, entremezcla de secuencias temporales y juegos con espacio. Se escribe diferente ahora que antes de que surgiera el arte cinematográfico, 2. La técnica narrativa tiene actualmente un deliberado desorden cronológico que rompe la tradicional tendencia lineal, 3. El narrador ha dejado de ser omnisciente y ya no ve todo ni lo sabe todo, no conoce el pasado, el presente o pasado de los personajes. El escritor se democratiza: ya no ve a sus personajes desde arriba, ahora están a su nivel, 4. Se estudia más la psicología de los personajes, se pone más énfasis en lo social y cobra importancia el dialogo incisivo y funcional, 5. La descripción ha perdido importancia y hay una mayor síntesis donde se valora el lenguaje con rigor poético: se busca la belleza expresiva y 6. El escritor ya no entrega todo “masticado” al lector, lo deja participar ahora como ente activo.

Para finalizar, el uruguayo Horacio Quiroga nos obsequia un “Decálogo del perfecto cuentista”, tal vez un poco envejecido, pero útil en muchos aspectos. Se enlistan algunos. I. Cree en un maestro (llámese Allan Poe, Anton Chéjov…), II. Cree que tu arte es una cima inaccesible (esfuérzate), III. Resiste cuanto puedas la imitación, IV. Ten fe ciega no en tu capacidad, sino en el ardor con el que deseas, V. No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas adhieras a un sustantivo débil, VI. No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir y evócala luego y VII. No pienses en los amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si el relato no tuviera más interés que para el ambiente de tus personajes…

Se observa que ser buen cuentista es todo un reto. Cofiño se atreve a decir que “cuesta mucho más trabajo elaborar una página de un cuento que todo el capítulo de una novela”. Pueden estar o no de acuerdo, pero también es importante ser un buen lector de cuentos, nosotros somos los que le otorgamos los premios y los laureles.

Atrévase a escribir el primer párrafo de su historia, de su cuento. Pero no olvide que éste puede ser producto de un estado de semiinconsciencia, donde los personajes y las circunstancias lo arrastraron. Yo ya me atreví. Algún día dejaré el desorden; abandonaré el caos. Duro reto y serio compromiso.