Si nos apegamos a las clasificaciones sociológicas, creo pertenecer a la llamada Generación Jones, aquélla que un comunicólogo definió como la de los anhelos, las utopías o de las expectativas no cumplidas. Optimista y replanteadora de valores sociales como la igualdad, la solidaridad, la honestidad, la libertad y otros temas que se vinculan a los derechos humanos, fueron algunas de sus características de ese grupo. Somos los nacidos entre la segunda mitad de la década de los 50s y los últimos años de los 60s.
En México, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, los jóvenes de entre 15 y 30 años de edad suman más de 29 millones, son los que pertenecen a la Generación Y. Nacieron entre 1982 y 1994, cuando sus padres llevaron a casa el walkman o el primer reproductor de CD o el DVD de formato grande o la computadora personal Apple II o la Acer.
Los pertenecientes a la Generación Y son los hijos de la Generación Jones: en medio quedó la Generación X; las tres conviven laboralmente y observamos como los Baby boomers se retiran. Es necesario mencionar que para asumirse como miembro de una de estas clasificaciones deben tomarse en cuenta el sentido de pertenencia, las creencias y comportamientos comunes, llámese ideología, y el tiempo histórico.
Los jóvenes que se encuentran dentro de la Generación Y son caracterizados por pertenecer a la tecnología de la digitalización y a la cibernética que controla todo. Son, sin generalizar, los jóvenes que trabajan con tres pantallas abiertas al mismo tiempo: la del iPad, la del Blackberry y la del televisor. Son los que apenas recuerdan el fin de la Guerra Fría y los que son hábiles googleando y acumulando información del Internet.
Convivimos con los Y, es cierto; pero ¿qué tanto los conocemos los que somos de otro grupo generacional? Pareciera que la velocidad que impone la digitalización ha ensanchado la brecha entre los grupos. ¿Esa dificultad es la típica característica de lo posmoderno, de la multiplicidad de elementos tecnológicos y de la fugacidad de los datos? Pareciera que nuestros modelos teóricos se derrumban ante lo cambiante del sistema, las innovaciones y del orden de las cosas. ¿Lo tradicional ahora es cosa de los abuelos o es representada aquella antigualla llamada Commodore 12?
No es un asunto de prioridad social o política, pero no deja de llamar la atención en el contexto posmoderno el saber cuál es la filosofía vigente entre los jóvenes de la Generación Y, ¿existe algo más que hablar de pluralismo y diversidad? Desconozco quiénes son los que ejercen alguna autoridad o influencia sobre ellos, me refiero a los textos literarios o clásicos, ya que eso permitiría conocer sus intereses culturales. Se nota su fuerte influencia en los usos lingüísticos, en los giros y formas de comunicarse, pero, ¿cuáles son sus verdades universales, o será que ya todo es relativo?
Realmente existen pocos estudios sobre los jóvenes actuales. “Cada quién vive su juventud de diferente manera”, se podría decir y con ello se elude cualquier intento de reflexión. Algunos más simplistas reducirán todo a cuestiones de edad: los viejos y los jóvenes, pero no creo que sea así. Algo está cambiando aceleradamente y por lo menos habría que mantener el interés sobre el punto para sostener con ellos un diálogo de sobremesa que dure una media hora.
Para empezar a entenderlos, no es lo mismo juventud que jóvenes, ambos tienen significados diferentes. Según Sven Morch, “se asume y se reconoce a la juventud como una fase-etapa especifica de la vida durante la cual –a través de un conjunto de prácticas institucionalizadas- le son impuestas al individuo ciertas demandas y tareas que definen y canalizan su comportamiento como ‘joven’, mismas que suponen una relación con la idea de juventud”.
Sin embargo, hay que recordar que ya está perfectamente documentado etnográfica e históricamente que la idea de juventud cambia de sociedad en sociedad. Los recientes trabajos de Giovanni Lévi y los pioneros de Margaret Mead así lo muestran. También revisemos los términos que les hemos dado en diferentes tiempos y lugares: púberes, efebos, mozos, muchachos y jóvenes.
Lo cierto, y usando un término de Arnold van Gennep, la juventud es un estado liminal, se encuentra entre los márgenes de la niñez y la autonomía del adulto. Así, inconcientemente, construimos socioculturalmente a la juventud.
Pero los jóvenes mismos han cambiado parcialmente la definición de Morch. Aquel joven obediente, disciplinado y sometido de la primera mitad del siglo XX en poco se parece a los insumisos de los años 60s y 70s: comenzaron los pachucos, le siguieron los disidentes del 68, luego los guerrilleros, quienes pasaron la estafeta a los chavos disco y luego los chavos banda. A partir de ahí perdí la claridad de la secuencia, o ¿será que entonces comenzó a operar la cibernética metálica o tecno, pero controladora, sin que me diera cuenta? Las tareas, demandas y comportamientos han cambiado.
Hoy muchos jóvenes han conformado un nuevo paisaje juvenil donde están los neohipitecas, neozapatos, skatos, taggs, emos, anarco-punketos, darketos, autogestivos, raztecas, cívicos y rockeros reprimidos. Son grupos que se han conformado para oponerse a “la burocratización de la participación juvenil y que fueron entramando redes de solidaridad, grupos de apoyo mutuo, experiencias culturales, acciones directas y formas de organización subterráneas”, así lo señala Maritza Urteaga, en su obra La construcción juvenil de la realidad, libro que políticos, administradores, psicólogos, sociólogos y tomadores de decisiones deberían conocer y leer.
Entender a los jóvenes de hoy es comprender sus estilos culturales, sus formas de identidad y de organización o representación. Esa es la clave: esforzarse para ver cómo se forman las llamadas microsociedades juveniles y que significativamente se han vuelto autónomas de nuestras instituciones adultas, así, imperceptiblemente. Eso es ir más allá de los conceptos diferencia y movilización y de la posible tensión por la disputa social del espacio público y político.
Ser joven es equivalente a ser moderno, y la Generación Y es un grupo activo que debe estar en la vanguardia de las todas las modas: intelectuales, artísticas y hasta políticas. Y ese es el reto y compromiso que tienen ellos. Así ha sido en la historia de la humanidad.
domingo, 25 de marzo de 2012
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