Algunos creen que a pesar de ser joven, su historia es vieja. De 1902 a la fecha se comenzó a escribir sobre Quintana Roo, pero desde 1517 la grafía castellana registró las primeras impresiones de un territorio que es la costa oriental de Yucatán y el Caribe mexicano. Quintana Roo nació cuando ya se escribía de un espacio sin fronteras políticas, de sus habitantes, de una cultura, de relaciones entre actores políticos y de condiciones económicas, eso fue desde 400 años atrás. Pero, ¿Quintana Roo puede reclamar como suya aquella historia?
Los que escriben la historia son historiadores y la suma de todos esos escritos compone la historiografía. En este caso aprovecharé la generosidad de Carlos Macías Richard para dedicarle el espacio a su trabajo El Caribe mexicano: historia e historiografía contemporánea, extenso ensayo publicado el verano pasado en la revista Relaciones de El Colegio de Michoacán.
El investigador del Ciesas tiene el mérito de ofrecernos una revisión especializada de lo que han hecho los historiadores, antropólogos, profesores, exploradores y funcionarios gubernamentales que han escrito sobre temas de la disciplina. Aquí cada quien ha expresado su momento y el pasado y que, en algunos casos, han marcado posiciones en modelos paradigmáticos, como es el caso de Alfonso Villa Rojas y el cambio cultural en el campesinado.
Para nada se revisa escrupulosamente el método o la teoría subyacente en los trabajos. Pero eso no impide que Macías Richard deslice suavemente opiniones o impresiones que evidencian una lectura detenida y contextualizada, que le permite identificar “el indudable predominio de una visión gubernamental sobre la vida económica y política local, así como la desestimación de los problemas de carácter social, cultural y los derivados de la nueva identidad territorial”.
El escrito se centra en analizar los estudios especializados en lo que llama Macías el Caribe mexicano, a lo largo de 70 años: desde la década de la consolidación interna del territorio de Quintana Roo en la década de los años 30s, hasta la “concesión de la estatidad y el patrocinio del modelo turístico” de los años 70s.
Antes de revisar la producción historiográfica, se apunta que debe considerarse una separación entre el concepto Caribe mexicano y contrastarla con la noción territorial de Quintana Roo.
El nacimiento de Quintana Roo fue posible debido a la presencia militar de la federación en su lucha contra los mayas. Macías cuida de no mencionar que fue por causa de la resistencia indígena ya que, en stricto sensu, ese movimiento no tenía ese objetivo. Suma luego otros factores como la política de concesiones de terrenos nacionales para el usufructo forestal que venía de veinte años antes de la toma de Noh Cah Santa Cruz y “las contingencias de la vida política yucateca”.
En un acercamiento al periodo revolucionario, el egresado de El Colegio de México caracteriza al entonces Territorio Federal de Quintana Roo como tierra de reclusión y cautiverio donde se mantenían a periodistas y a otros seguidores de Francisco Madero y Emiliano Zapata. Y aunque en estas latitudes se presentaron ciertas simpatías y acciones a favor del maderismo y el carrancismo, éstas no fueron trascendentes ni en lo militar, ni en lo político. Señala algunas actividades revolucionarias en Icaiché y menciona un paro de labores en el Campamento Mengel, allá por el actual Pucté. A nivel de los gobernantes que enviaba la Secretaría de Gobernación, únicamente Arturo Garcilazo tomó participación en la turbulencia nacional al aliarse a una fracción yucateca anticarrancista. Pero nada más.
Es interesante lo que menciona respecto a las consecuencias que tuvo la supresión de la vida municipal que dispuso Plutarco Elías Calles para los territorios federales en 1928. Explica Macías que, existía en Quintana Roo un notorio surgimiento de partidos y sindicatos “socialistas”, lo que permitía cierta competitividad electoral, especialmente en Cozumel. La decisión tomada por Calles vino a cancelar por varias décadas la cultura política quintanarroense y ello fue un freno en el desarrollo de “su vida democrática contemporánea”.
Entrando en la revisión de fuentes de la historiografía, menciona primeramente a los estudiosos que hicieron los primeros trabajos por reunir la información bibliográfica existente. Ahí aparece un documento poco conocido: Bibliografía sumaria del territorio de Quintana Roo, de Elena Gómez y publicado en 1937. Luego se da un largo brinco hasta la publicación de la guía Quintana Roo en el Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores, de Antonio Higuera y Quintana Roo: historiografía regional, instituciones y fuentes documentales, de Lorena Careaga y Luz del Carmen Vallarta; ambos documentos publicados en 1996.
En esta sección se encuentran las antologías documentales que, para varios investigadores, fue la introducción al conocimiento de la historia de esta entidad peninsular: Quintana Roo: Álbum monográfico, de Gabriel Menéndez, en 1936 y Quintana Roo: textos de su historia, de Lorena Careaga, publicado en 1990.
Los amplios vacíos de tiempo que se notan entre unas y otras publicaciones, se debe a la ausencia del trabajo profesional. A diferencia de otras entidades, en Quintana Roo el trabajo académico con la historia llegó en la segunda mitad de la década de los 80s del siglo XX, cuando se exploran a actores históricos como el ejército, el territorio y los ejidos y las decisiones políticas centrales. Llenaban ese vacío temporal, dice el que fuera académico de la UQROO, algunos testimonios derivados de la gestión pública que tenían un comprensible sesgo en el empleo e interpretación histórica.
Aquí, en esta parte de su ensayo, Carlos Macías hace un llamado a revisar autocríticamente la elección que han hecho los historiadores en el manejo de “la perspectiva y las preocupaciones gubernamentales en el momento de elegir, abordar e interpretar nuestros temas en las dos últimas décadas”. Pareciera que percibe algo. ¿Tratará de decir que los historiadores han construido hasta ahora cierto tipo de historia?
En el género hemerográfico y de los documentos, se señala la importancia de La Revista de Mérida, La Revista de Yucatán y La Voz de la Revolución, así como los informes elaborados por Salvador Toscano, Amado Aguirre, Moisés Sáenz, Mario Beteta, Ulises Irigoyen y Luis Rosado Vega.
La pluma de Macías Richard sigue dando cuenta de esta revisión de la historiografía contemporánea de Quintana Roo, o del Caribe mexicano. Temas como los mayas y los cronistas dentro de la noción de Caribe continental; los exploradores y visitantes del siglo XIX; los mayas contemporáneos como objeto de estudio antropológico; el tratamiento de nuevos temas y la nueva generación de estudiosos donde, además de Higuera y Careaga, menciona el trabajo de Gabriel Macías y Martín Ramos. Puntos que necesariamente expondré en la siguiente entrega.
El conocer cómo y quiénes han escrito la historia de Quintana Roo es algo fundamental. Es útil para entender cómo se fueron construyendo todas las partes y también permite ser exigibles con las visiones del pasado. Todo ello nos servirá siempre -a pesar de no estar exentos de la contaminación de la subjetividad y la ideología- para tener un punto de vista explicativo o interpretativo de los aconteceres, no importando si para ello sea utilizando el telescopio o el microscopio sobre los documentos y los hechos del hombre en estas tierras.
Los que escriben la historia son historiadores y la suma de todos esos escritos compone la historiografía. En este caso aprovecharé la generosidad de Carlos Macías Richard para dedicarle el espacio a su trabajo El Caribe mexicano: historia e historiografía contemporánea, extenso ensayo publicado el verano pasado en la revista Relaciones de El Colegio de Michoacán.
El investigador del Ciesas tiene el mérito de ofrecernos una revisión especializada de lo que han hecho los historiadores, antropólogos, profesores, exploradores y funcionarios gubernamentales que han escrito sobre temas de la disciplina. Aquí cada quien ha expresado su momento y el pasado y que, en algunos casos, han marcado posiciones en modelos paradigmáticos, como es el caso de Alfonso Villa Rojas y el cambio cultural en el campesinado.
Para nada se revisa escrupulosamente el método o la teoría subyacente en los trabajos. Pero eso no impide que Macías Richard deslice suavemente opiniones o impresiones que evidencian una lectura detenida y contextualizada, que le permite identificar “el indudable predominio de una visión gubernamental sobre la vida económica y política local, así como la desestimación de los problemas de carácter social, cultural y los derivados de la nueva identidad territorial”.
El escrito se centra en analizar los estudios especializados en lo que llama Macías el Caribe mexicano, a lo largo de 70 años: desde la década de la consolidación interna del territorio de Quintana Roo en la década de los años 30s, hasta la “concesión de la estatidad y el patrocinio del modelo turístico” de los años 70s.
Antes de revisar la producción historiográfica, se apunta que debe considerarse una separación entre el concepto Caribe mexicano y contrastarla con la noción territorial de Quintana Roo.
El nacimiento de Quintana Roo fue posible debido a la presencia militar de la federación en su lucha contra los mayas. Macías cuida de no mencionar que fue por causa de la resistencia indígena ya que, en stricto sensu, ese movimiento no tenía ese objetivo. Suma luego otros factores como la política de concesiones de terrenos nacionales para el usufructo forestal que venía de veinte años antes de la toma de Noh Cah Santa Cruz y “las contingencias de la vida política yucateca”.
En un acercamiento al periodo revolucionario, el egresado de El Colegio de México caracteriza al entonces Territorio Federal de Quintana Roo como tierra de reclusión y cautiverio donde se mantenían a periodistas y a otros seguidores de Francisco Madero y Emiliano Zapata. Y aunque en estas latitudes se presentaron ciertas simpatías y acciones a favor del maderismo y el carrancismo, éstas no fueron trascendentes ni en lo militar, ni en lo político. Señala algunas actividades revolucionarias en Icaiché y menciona un paro de labores en el Campamento Mengel, allá por el actual Pucté. A nivel de los gobernantes que enviaba la Secretaría de Gobernación, únicamente Arturo Garcilazo tomó participación en la turbulencia nacional al aliarse a una fracción yucateca anticarrancista. Pero nada más.
Es interesante lo que menciona respecto a las consecuencias que tuvo la supresión de la vida municipal que dispuso Plutarco Elías Calles para los territorios federales en 1928. Explica Macías que, existía en Quintana Roo un notorio surgimiento de partidos y sindicatos “socialistas”, lo que permitía cierta competitividad electoral, especialmente en Cozumel. La decisión tomada por Calles vino a cancelar por varias décadas la cultura política quintanarroense y ello fue un freno en el desarrollo de “su vida democrática contemporánea”.
Entrando en la revisión de fuentes de la historiografía, menciona primeramente a los estudiosos que hicieron los primeros trabajos por reunir la información bibliográfica existente. Ahí aparece un documento poco conocido: Bibliografía sumaria del territorio de Quintana Roo, de Elena Gómez y publicado en 1937. Luego se da un largo brinco hasta la publicación de la guía Quintana Roo en el Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores, de Antonio Higuera y Quintana Roo: historiografía regional, instituciones y fuentes documentales, de Lorena Careaga y Luz del Carmen Vallarta; ambos documentos publicados en 1996.
En esta sección se encuentran las antologías documentales que, para varios investigadores, fue la introducción al conocimiento de la historia de esta entidad peninsular: Quintana Roo: Álbum monográfico, de Gabriel Menéndez, en 1936 y Quintana Roo: textos de su historia, de Lorena Careaga, publicado en 1990.
Los amplios vacíos de tiempo que se notan entre unas y otras publicaciones, se debe a la ausencia del trabajo profesional. A diferencia de otras entidades, en Quintana Roo el trabajo académico con la historia llegó en la segunda mitad de la década de los 80s del siglo XX, cuando se exploran a actores históricos como el ejército, el territorio y los ejidos y las decisiones políticas centrales. Llenaban ese vacío temporal, dice el que fuera académico de la UQROO, algunos testimonios derivados de la gestión pública que tenían un comprensible sesgo en el empleo e interpretación histórica.
Aquí, en esta parte de su ensayo, Carlos Macías hace un llamado a revisar autocríticamente la elección que han hecho los historiadores en el manejo de “la perspectiva y las preocupaciones gubernamentales en el momento de elegir, abordar e interpretar nuestros temas en las dos últimas décadas”. Pareciera que percibe algo. ¿Tratará de decir que los historiadores han construido hasta ahora cierto tipo de historia?
En el género hemerográfico y de los documentos, se señala la importancia de La Revista de Mérida, La Revista de Yucatán y La Voz de la Revolución, así como los informes elaborados por Salvador Toscano, Amado Aguirre, Moisés Sáenz, Mario Beteta, Ulises Irigoyen y Luis Rosado Vega.
La pluma de Macías Richard sigue dando cuenta de esta revisión de la historiografía contemporánea de Quintana Roo, o del Caribe mexicano. Temas como los mayas y los cronistas dentro de la noción de Caribe continental; los exploradores y visitantes del siglo XIX; los mayas contemporáneos como objeto de estudio antropológico; el tratamiento de nuevos temas y la nueva generación de estudiosos donde, además de Higuera y Careaga, menciona el trabajo de Gabriel Macías y Martín Ramos. Puntos que necesariamente expondré en la siguiente entrega.
El conocer cómo y quiénes han escrito la historia de Quintana Roo es algo fundamental. Es útil para entender cómo se fueron construyendo todas las partes y también permite ser exigibles con las visiones del pasado. Todo ello nos servirá siempre -a pesar de no estar exentos de la contaminación de la subjetividad y la ideología- para tener un punto de vista explicativo o interpretativo de los aconteceres, no importando si para ello sea utilizando el telescopio o el microscopio sobre los documentos y los hechos del hombre en estas tierras.