domingo, 20 de abril de 2008

El Atlas

Todos sabían de la palabra de Dios, pero ninguno oró. En la tercera semana de abril se reunió en Chetumal un amplio y selecto grupo de académicos nacionales para celebrar la XI Reunión de la Red de Investigadores del Fenómeno Religioso en México. Especialistas como Carlos Garma, Cristian Parker, Miguel Lisbona, Carolina Rivera y medio centenar más, confesaron y compartieron sus saberes en las instalaciones de la Universidad de Quintana Roo para abordar temas como la religiosidad popular, religión y poder, religión y fronteras y religión e industrias culturales.

En ese contexto y por invitación de Antonio Higuera, expositor y organizador de la importante reunión, participé como presentador del Atlas de la Diversidad Religiosa en México.

El Atlas es una obra donde 21 investigadores de diversas instituciones aportaron sus trabajos, todos ellos coordinados por Renée de la Torre y Cristina Gutiérrez. La publicación del libro concitó el interés del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, El Colegio de Michoacán, El Colegio de Jalisco, El Colegio de la Frontera Norte, la Secretaría de Gobernación, el CONACYT y la Universidad de Quintana Roo.

Es una obra muy oportuna, útil y novedosa. Es de esos libros, como la Biblia, la Torá o el Corán, que uno debe tener siempre a la mano. Pero hay que señalar que tiene una diferencia con ellos: no es divino. Está elaborado por puros pecadores que no buscan inscribirse en alguna lista de beatificables. Ese grupo se reunió para analizar el proceso del cambio religioso en México a lo largo de 50 años y, por lo tanto, tengo mis dudas que el Atlas vaya a tener la vigencia de 3 000 años que tiene aquel documento que para leerlo hay que ceñirse el talit o tocarse con el kipá.

Es oportuna porque nos presenta, de manera sistematizada, mucha información que ayuda a entender de manera concreta el pluralismo religioso de hoy y las identidades que adopta cada credo, grupo o denominación en nuestro país. No hay que soslayar que hasta hace 25 años existía en el ámbito académico y del saber popular un vacío explicativo y gran confusión sobre la presencia de grupos religiosos que no eran católicos. Nos costaba trabajo nombrar y caracterizar a los protestantes o evangélicos, a los adventistas y a los Testigos de Jehová, por citar a algunos. A todos, de manera intolerante, se les llamaba sectas y se llegaba a hablar de ellas como enemigas demoníacas o como agencias del imperialismo. No existía diálogo con ellos. Personalmente, de aquel ensayo weberiano mi conocimiento no pasaba y fue hasta finales de los años 80’s cuando empecé a conocer las particularidades de estos grupos. Eso se debió a la serie de trabajos publicados por el CIESAS Sureste y a las tempranas investigaciones de Carlos Garma con los totonacos. Llamaba la atención la situación, pues ya en países como Chile o Guatemala, se conocían estudios sobre el protestantismo desde los años 60s.

El Atlas de la Diversidad Religiosa en México es una obra útil porque es una excelente fotografía de dinámicos datos asentados en la geografía nacional. Tengo la impresión que estábamos más atentos a los fundamentalismos que generaban conflictos en otras partes del planeta, pero no percibíamos que a la mano tenemos un fenómeno creciente y modificante en los pequeños espacios municipales donde se producen cambios culturales. Me atrevo a señalar que esta publicación será, por algún tiempo, una obligada referencia para los estudiosos de las religiones en México y será también la base cuantitativa y cualitativa para mantener actualizada periódicamente la información y el análisis de los cambios religiosos.

La obra es también novedosa por su formato. En comparación con aquellos voluminosos libros geográficos, parece ser un atlas de bolsillo que agrega, además, un disco interactivo que permite revisar con mayor detalle la base de datos y diferentes aspectos del cambio religioso.

El Atlas de la Diversidad Religiosa en México está estructurado en tres grandes partes temáticas: la descripción de la diversidad religiosa, los factores del cambio religioso y los acercamientos monográficos.

La primera parte describe la pluralidad religiosa existente en México y en sus 2,443 municipios. En este capítulo, se explica con detalle las principales asociaciones religiosas, de las 5,695 que tiene registradas la Secretaría de Gobernación.

De las misiones, congregaciones, denominaciones, iglesias, sectas y cultos, los investigadores exponen primeramente las características históricas y doctrinales, la organización y la distribución territorial del credo cristiano representado por la iglesia católica, el protestantismo histórico (ubicado en las iglesias presbiteriana, metodista, del Nazareno, bautista y menonita), la Iglesia adventista, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, la Iglesia de los Testigos de Jehová, la gama de iglesias pentecostales que incluyen a las Asambleas de Dios, la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, la Iglesia Cristiana Bethel, Iglesia de Dios del Evangelio Completo y varias más. Dentro de este agrupamiento del credo cristiano, también se expone el caso de la iglesia evangélica La Luz del Mundo y las tipificadas censalmente como “otras evangélicas”, aquí se encuentran la Nueva Jerusalén, la Iglesia Mexicana la Mujer Hermosa Vestida de Sol, Paz y Misericordia, entre muchas.

Menciono algunos puntos que me parecieron significativos de esta parte dedicada a la diversidad religiosa:

Que la adscripción manifiesta en los censos “difuminan” relativamente las fronteras identitarias en algunas categorías, como los protestantes evangélicos, protestantes históricos y pentecostales, pues su dinamismo interior es alto. Una es la información aportada al censo y otra la identidad religiosa.

Que en el caso del catolicismo, fue históricamente un factor de unidad nacional y de integración de diferencias étnicas y sociales a través de símbolos como la virgen de Guadalupe. Y que, por el contrario, se nota que algunas agrupaciones religiosas, como las pentecostales, privilegian el particularismo étnico o cierta escala socioeconómica.

Que la “geopolítica conservadora” dictada desde el Vaticano ha venido desplazando a las posiciones pastorales progresistas. Para ello, también se anota la coyuntura que significa el triunfo del Partido Acción Nacional que pone el riesgo el carácter laico del Estado. Actualmente, el 88% de los mexicanos se confiesa católico. En Quintana Roo los católicos corresponden al 73 % de los creyentes.

Que la iglesia La Luz del Mundo es de la religión evangélica con rasgos pentescostales y de origen mexicano con presencia en 35 países. Se apoya en las revelaciones de su fundador y de su hijo, quienes se hacen llamar apóstoles de cristo. Se identifican como el pueblo elegido de Israel y usan algunos símbolos de la religión judía. Mantienen un sentido del territorio religioso y han creado amplias colonias como en Guadalajara, Jalisco. Sus miembros tienen fuertes lazos solidarios y comunitarios, lo que les ha permitido “mantener relaciones clientelares con las agencias gubernamentales”. Se menciona que su participación política los ha llevado a emparentarse con el Partido Revolucionario Institucional, que es un brazo religioso de este partido.

Termino señalando que no esperen en esta obra encontrar definiciones ni teorías sociológicas o antropológicas sobre la religión. No hay referencias a Durkheim, Mauss, Callois o al resucitado de Rene Girad; ni tampoco encontrarán una teorización del mito o del ritual como partes del sistema religioso. Se encontrarán con un buen material de referencia que nos permitirá iniciar búsquedas y explicaciones. Es una obra que nos allana el camino para ir entendiendo una parte de nuestra realidad y también para ir previendo que los cambios continuaran de manera acelerada debido a la rigidez y a la intolerancia de algunas instituciones y de la misma sociedad.

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