domingo, 23 de agosto de 2009

Homenaje

A Raúl Molina Andraka
Andaba de capa caída. Mi breve viaje no era de placer, pues mezclaba algunos asuntos laborales y una rápida y urgente visita para atender la salud de mi padre que ya se anda yendo. Prácticamente me fui a despedir de él. Por eso la invitación que me hizo Dominique para asistir a un concierto en la Nezahualcóyotl fue oportuna: fue algo catártico y, al mismo tiempo, placentero con la muerte.

Volver a esa magnífica Sala en CU me llenó de recuerdos. Eran frecuentes los fines de semana en que, junto con Renée y otros melómanos, aprovechábamos que un bajista de la OFUNAM era nuestro amigo para que nos pasara el programa y los boletos. Así conocí en vivo la música que fue compuesta desde el Renacimiento, que es todo un fenómeno brillante de la humanidad pero que por sus características fue excluyente de lo que hacían en África y el Oriente: es un ejemplo del etnocentrismo europeo. Cuando la escucho me da la impresión que se privilegia la armonía polifónica sobre el ritmo. Por eso, Dollar Brand y Charlie Mariano eran para otro lugar donde abundaba el vino y la poesía.

La Sala sigue igual de bella. Era tan moderna cuando se inauguró en aquel 1976, que el paso de los años no le hacen mella a este espacio que mucho le tomó Arcadi Artis al diseño de la sala de la Berliner Philharmonie. Es una de las mejores de Latinoamérica. El único cambio que noté fue que ahora la Neza tiene como vecino al espectacular edificio del Museo Universitario de Arte Contemporáneo, el MUAC.

En esta ocasión el programa estaba dedicado in memoriam al violinista Erasmo Capilla. Un artista nacido en Xalapa que falleció hace un año. Los Capilla es una familia conocida en el ambiente musical. Le sobreviven a Erasmo seis hermanos: tres violinistas, una pianista, un chelista y un flautista-pintor. El padre es tambien un reconocido violinista. Es admirable.

Erasmo Capilla se formó en el Conservatorio Real de Música de Bruselas y su calidad artística fue reconocida en Alemania, España, Francia, Hungría y otros países europeos. El violinista ganó diversos concursos internacionales, fundó y dirigió la Orquesta de Cámara Mexicana y hasta un Festival Internacional en Xalapa lleva su nombre.

Para interpretar el programa se integró una orquesta especial que sumaba a músicos de la Filarmónica de la UNAM, de la Ópera de Bellas Artes y de la Filarmónica de la Ciudad de México. Bajo la batuta de Eduardo Diazmuñoz, la orquesta se oyó bien esa noche, se mostró segura y brillante.

La Obertura Festiva, op. 96, de Shostakovich; el Concierto para cuatro violines y violonchelo, de Vivaldi; el estremecedor Adagietto de la Sinfonía no. 5, de Mahler; el Concierto para violín no. 3 de Mozart y la rítmica Sensemayá, de Silvestre Revueltas, fueron las obras que esa noche, especialmente Mahler, me derrumbaron todas las defensas que había levantado contra los sentimientos. Los hombres no lloran, me habían dicho.

Erasmo Capilla murió producto de una depresión, comentan personas cercanas a la familia. Posiblemente los sentimientos encontrados que se le desataron al experimentar aquel proverbio de que “nadie es profeta en su tierra”, fueron la posible causa. En ocasiones de nada sirve el haber logrado ser de lo mejor en el extranjero, de tocar magistralmente un Guarnerius, de tener a los mejores maestros, de haber obtenido un doctorado con 100 puntos sobre 100…; tal vez por ello las declaraciones de Diazmuñoz son precisas: “Fue reconocido a escala internacional, pero desgraciadamente no sucedió así en su país”.

La noche del concierto, la Sala estaba al 80 % de la capacidad de su aforo; un sector lo integraban personas que notoriamente conocían la trayectoria de Erasmo y otras asistíamos simplemente por lo atractivo del programa.

Por ahí aparecían rostros de conocidos, algunos amigos de otros tiempos y hasta Porfirio Muñoz Ledo se dejaba acompañar -“prestigiar”, diría él-, de una alta y guapa morena, seguramente recordando aquel año cuando, siendo Secretario de Educación del gobierno de Echeverría, cortara junto con el Carlos Hank el listón inaugural del recinto cultural. Más tarde comentaría con Porfirio la belleza de Sensemayá, la obra de Silvestre Revueltas, y recordábamos que se inspiró en un canto de Nicolás Guillén para matar a la culebra y que comenzaba con las expresiones africanas ¡Mayombe, bombe, mayombe!

El concierto fue particular. Los hermanos del xalapeño tocaron las cuerdas en varias obras y uno más, el flautista, al ritmo de Vivaldi y Revueltas, pintó dos enormes lienzos en homenaje al hermano muerto. Fue conmovedor.

De regreso a la Del Valle, Ximena dejó por un momento a Jäger para fijarse que no había dicho palabra desde hacía rato. ¿Te sientes bien?, ¿sigues triste?, me preguntó. La verdad no sabía qué me pasaba. Ciertamente no se me quitaba de la cabeza el estado de salud de mi padre, pero también la incomprensión que sobre artistas como Erasmo existía, me tenía distraído.

Salí de Chetumal cuando el tenor Fernando de la Mora se presentaba en el Teatro Minerva. Me perdí el concierto. Ya habrá otra ocasión para escucharlo. Pero también, luego de conocer la experiencia del violinista Capilla, me daría gusto ver y apreciar lo que han logrado algunos chetumaleños que hace años se fueron y que ahora cosechan los primeros triunfos en el extranjero.

Joel Montero, es un tenor chetumaleño que esta considerado junto con Omar Garrido y Enrico Ambrosio como los nuevos valores en el canto mexicano. Alemania, Austria, e Italia ya conocen sus interpretaciones. Montero inició sus estudios en la Escuela Estatal de Música que creara Miguel Borge, posteriormente estudió Dirección de Orquesta en el DF y luego fue aceptado en la Universidad Mozarteum de Salzburgo, Austria, para estudiar ópera. Ha sido finalista en el Concurso Internacional Monserrat Caballé, ganó el premio Luiggi Infantino en Rumania. La Ópera de Studio de Zurich le ofreció una plaza de becario y actualmente forma parte del Ensamble Internacional de Solistas del Teatro de la Ópera de Meiningen, Alemania.

Javier Torres Maldonado es otro chetumaleño que pasó por la Estatal de Música. Lo recuerdo bien. Es, por lo que se ha escrito de él, un buen y refinado compositor. Luego de haber estudiado en el Conservatorio Nacional de Música y de ser becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, perfeccionó sus conocimientos estudiando Composición en el Conservatorio Giuseppe Verdi, en Milán, Italia. Se ha formado con los mejores y logrado múltiples premios, destacando entre ellos el Commande d’Etat, otorgada por el Ministerio de Cultura y Comunicación de Francia, el Premio Internacional de Composición de Lyon, Francia y el Reine Elizabeth, de Bruselas, Bélgica. Su discografía ya es amplia y, según dicen los críticos, su obra es electro-acústica y compleja. Me llama la atención que, además de su obra De ignoto cantu, también ha compuesto a la memoria de los indígenas asesinados en Acteal y a la memoria de todos los hombres que han muerto en la esperanza de una América que pertenezca a todos los hombres que habitan en ella.

Esto último habla de cómo los artistas tienen muy sensibles los sentidos y muy delgada la piel, sienten el frío y el calor: no son ajenos al mundo que los rodea. Vamos aprendiendo de ellos.

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