domingo, 4 de octubre de 2009

Darwin

Hace dos semanas, el Colegio de la Frontera Sur-Chetumal organizó un panel con distinguidos investigadores para hablar de Charles Darwin. Eso motivó para escribir lo siguiente.

En noviembre de 1974, los paleoantropólogos norteamericanos Donald Johanson y Tom Gray descubrieron en Hadar, Etiopía, los restos fósiles de Lucy, un homínido de tres millones y medio de años, el más remoto antecedente del Hombre.

Lucy le llamaron a los restos de aquella hembra que apenas pasaba del metro de estatura y de treinta años de edad. Su nombre surgió en el campamento, en aquella noche de euforia de los científicos, luego de saber de la importancia de su descubrimiento, de las innumerables cervezas y de no dejar de escuchar
Lucy in the sky with diamonds, de John Lennon.

Lucy no caminaba encorvada, ni en cuatro patas; era un primate que caminaba erguida y esa es la principal característica de un homínido. Se trata de un remoto antepasado ya
extinto del Hombre, de algún pariente colateral o de un hombre auténtico. “Todos los hombres son homínidos, pero no todos los homínidos son hombres”, señala Donald Johanson en su libro El primer antepasado del hombre.

Para entender mejor aquel hallazgo, hay que mencionar que esos fósiles provienen del plioceno, época que va de los dos a los cinco millones de años atrás. Eran huesos viejos. Nuestro género actual es el Homo sapiens, el Hombre que piensa, que surgió hace un centenar de miles de años, más o menos cuando se clasificó al Hombre de Neanderthal. Ejemplifica Johanson que si hoy vistiéramos al de Neandethal y lo dejáramos en el Metro, no habría mayor problema, pasaría inadvertido. Tendría rasgos faciales más primitivos, evidentemente no sería un Brat Pitt, pero gracias a su cerebro podría reconocer los billetes y cambiar su boleto en la taquilla.

Antes que el Homo Sapiens estaba el Homo erectus, el cual marcó su huella bípeda en la hoy Asia, África y Europa hace dos millones de años y dejó de andar hace 300 mil años. Era un antepasado humano que ya domesticaba el fuego, y que en el Metro, a pesar de ir bien vestido, la gente lo miraría con mucha desconfianza: era alto, trompudo y cabezón. A finales del siglo XIX, cuando los restos del erectus fueron descubiertos en Java, se consideró que era el eslabón perdido: ya habían leído a Charles Darwin.

En 1962 se conoció la noticia de que en Olduvai, Tanzania, fueron encontrados los fósiles de un ser con un cerebro mayor que los australopitecos. La edad de este nuevo Homo era de 1750000 años. Se trataba del Homo habilis, el que fabricaba sus herramientas. Este personaje era seguramente poco agraciado, pues siguiendo con la convivencia en el Metro, todos los pasajeros se correrían al extremo del vagón en el momento que aquello entrara.

Por eso Lucy era importante, pues antes que el Homo habilis no había un esqueleto, una evidencia, que nos mostrara la anterior parada en la evolución.

Sin embargo, el pasado viernes la revista Science publica que se ha descubierto un nuevo antepasado del Hombre: se llama Ardi. Con ese hallazgo Lucy queda superada, pues la nueva primate etíope tiene 4.4 millones de años, un millón más que Lucy. El artículo menciona que Ardi tenía la “habilidad de trepar en cuatro patas por las ramas de los árboles, al igual que los simios, pero al mismo tiempo la facultad de caminar erguido, como el Homo sapiens”. Sin duda se trata de la transición entre los monos y los humanos. Aquí es donde se desarrolla el dedo pulgar prensil y los músculos lumbares y de los glúteos ya permiten caminar erguido, cambios surgidos por estrategias de supervivencia.

Esa tarde de septiembre, Jacobo Schmitter, Juan Pablo Carricart y Yann Hénaut, investigadores de El Colegio de la Frontera Sur en Chetumal, hicieron un homenaje a Charles Darwin por el aniversario 200 de su nacimiento y por los 150 años de la publicación de la obra que revolucionó el pensamiento: El origen de las especies.

Schimitter habló de “Darwin, el indigerible”. Brillante y crítico, el investigador puso a Darwin junto a Carlos Marx y a Sigmund Freud como los grandes del pensamiento humano del siglo XIX. Mencionó que el hecho evolutivo es obvio para aquel que considere la evidencia: “¿Por qué nosotros mismos tenemos branquias cuando somos embriones?, ¿por qué tenemos el vestigio de una cola, nuestro coxis?, ¿por qué somos 98.4% idénticos genéticamente a los chimpancés?, ¿por qué todos los seres vivos tenemos el mismo código genético?... la explicación es simple: esas similitudes fueron heredadas de un antepasado común”.

El científico distinguió que mientras la ciencia se apoya en pruebas sin certeza absoluta, la religión se basa en certeza absoluta sin pruebas. “No caben dogmas en la ciencia, igual que no cabe hacer experimentos en materia religiosa”. Y eso vino a colación cuando señaló que las religiones no han aplicado el dar al César lo que es del César y a dios lo que es de dios, cuando desde el lado moral y espiritual se sigue confundiendo el Génesis de la Biblia como libro científico. Por eso, los fanáticos siguen “sin digerir, sin tragar a Darwin”.

El investigador Carricart expuso “El Punto de Darwin”. Destacó que fueron varias las aportaciones científicas del naturalista inglés, una de ellas es el estudio de los corales y los arrecifes de coral. Tema que debería de ser de gran interés para los empresarios y a los que toman decisiones, pues de ello vive en gran medida el turismo en Quintana Roo. Carricart se apoyó en el estudio La estructura y distribución de los arrecifes de coral, publicado en 1842, para explicar la construcción de los arrecifes y los atolones, de su crecimiento vertical y de su distribución en las aguas tropicales de entre los 18 y 20 grados centígrados y que este limite térmico se ubica en los 28 grados de latitud norte-sur, “poco más allá de los trópicos de Cáncer y Capricornio”. Ese es el Punto de Darwin.

Yann Hénaut disertó sobre “El hombre: animal entre animales”. De manera fresca y provocativa, el científico habló de las actitudes de los seres humanos que el nacido en Sherewsbury planteó en su obra La expresión de las emociones en el hombre y los animales. Darwin “caracterizó algunas actitudes de los seres humanos, comparándolas con expresiones de animales…, y concluyó que unos y otros mantienen el mismo comportamiento, en el sentido de que usan las mismas expresiones para expresar sentimientos similares”. La risa es una de ellas. Darwin “abrió la caja de Pandora de las cuestiones modernas sobre comportamiento animal y biología en general”.

A Charles Darwin hay que rendirle un homenaje, no sólo por el aniversario de su obra o nacimiento, sino por que ha sido el científico que, al igual que Copérnico, se atrevió a ir contra el dogma, contra “la vanidad humana” -como mencionó Schmitter-, y por que con él la historia evolutiva del Hombre se empezó a contar: nos dijo que descendíamos de los antropoides, en lugar de haber sido creados en el año 4004 antes de nuestra era, como aseguraban los creacionistas.

¿Por qué negar o tener repulsión de reconocer que venimos de las bacterias, de los gusanos, de los peces, de los reptiles y de los monos?
Feliz cumpleaños, Carlitos.

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