“Ellos, los árabes, son hijos de Ismael, quien nació del vientre de Agar, una concubina egipcia que tenía Abraham. Sara, la esposa de Abraham, no podía tener hijos y ya muy tarde, a los 90 años, se embarazó de Isaac. Con su embarazo, Sara expulsa a Agar de su casa. Ismael e Isaac son hijos de Abraham. Es la parte que tenemos en común con ellos”. Este fue el comentario y la versión de una amiga que tiene sus orígenes en el Medio Oriente. Aquel acontecimiento sucedido hace 3800 años fue lo que motivó a escribir sobre un grupo árabe de fuerte tradición y presencia en la Península yucateca: los libaneses.
Carmen Páez, Teresa Cuevas y Alfonso Ramírez han escrito sobre ellos, aunque también Francisco de Montejo Baqueiro, Zidane Zeraoui, Angelina Alonso e Indira Sánchez lo han hecho, pero de estos no conozco sus escritos.
Personas con apellidos como Abdala, Abuxapqui, Achach, Adan (A’azzm), Amar (Qamar), Amen, Ayub, Azar, Baroudi, Borge, Camín, Chapur, Chedraui, Chejin, Domit, Eljure, Erales (Jairala), Estefan, Farah, Hadad, Joaquín, Karam, Kuri, Medina (El Wasir), Mena (Charruf), Miguel, Musi, Muza, Shabshab, Simón, Slim, Xacur (Chakkur), entre otros muchos más, comenzaron a llegar a puertos mexicanos en el siglo XIX. El primero que se registra en Veracruz fue Boutrous Raffaoul, en 1878 y el que inicia la emigración a Yucatán, en 1879, fue Santiago Sauma.
Aquellos árabes que llegaron a México provenían de varias regiones del Líbano (Mutassarifat), principalmente de distritos del norte: Akkar, Baalbek, Batrum y perteneciendo confesionalmente al grupo cristiano maronita. El periodo de inmigración duró 50 años, desde la llegada de Sauma hasta 1930, menciona Alfonso Ramírez en su trabajo “De buhoneros a empresarios: la inmigración libanesa en el sureste de México”.
Los motivos que obligaron a que estas personas partieran a América fueron de índole económico, político y religioso. La dominación del imperio otomano por cuatro siglos sobre Líbano (1516-1920), las guerras intestinas de principios del siglo XIX entre los señores feudales y los jenízaros; la guerra de Turquía contra Rusia, 1826-1829; la invasión de Egipto a Líbano, 1831-1840; los intereses y la constante presión de Francia, Inglaterra y Norteamérica por el mercado regional, todo ello provocaron empobrecimiento y un descontento de los súbditos libaneses.
La aplicación de pesados impuestos, la organización administrativa de un emirato con jurisdicción sobre los cristianos y musulmanes, los enfrentamientos entre drusos y cristianos maronitas durante la ocupación egipcia, la división territorial de 1860 y la intervención francesa, con todo y sus inequidades, fueron configurando una crisis estructural que derivó en la llegada de un movimiento nacionalista promovido por los maronitas. En ese entonces, la población total de Líbano, incluyendo a maronitas, griegos ortodoxos, griegos católicos, drusos, metualis, israelíes y musulmanes, llegaba a 487 mil personas, según Carmen Mercedes Páez en “Los libaneses en México: asimilación de un grupo étnico”.
Las condiciones en Mutassarifat (El pequeño Líbano) obligó a una división territorial: los musulmanes en el sur y los cristianos en el norte. En realidad, en el siglo XIX en todo el Medio Oriente los conflictos y definiciones territoriales era una característica debido a la evolución del capitalismo y al surgimiento de movimientos que concluyeron en la formación de Estados nacionales, que para el caso de Líbano se concertó en 1943.
La migración libanesa hacia América se inició en 1854, pero fue de manera intermitente; es a partir de 1880 cuanto el flujo es constante y en ese año ya se registran en Norteamérica 67 árabes de origen libanés. Las restricciones en las leyes migratorias de EUA en la segunda década del siglo XX hicieron que la migración se diversificara a países como Brasil y Argentina. Hacia principios de 1930 se tenía la estimación que de los inmigrantes, el 48% eran maronitas, el 22% griego ortodoxo y el 4% eran drusos.
Para mediados de la década de los años 70s del siglo XX se consideraba que existían 1,725 000 personas de origen libanés distribuidas en 41 países y ciudades del mundo, entre ellos Veracruz, Puebla, Mérida y Chetumal. La migración libanesa hacia México, según fuentes oficiales y comunitarias, fue entre 1880 y 1950, siendo en el Porfiriato donde la política migratoria les fue más favorable, debido a la xenofilia hacia el europeo por parte del gobernante mexicano. Sin embargo, la migración masiva hacia México fue en la tercera década del siglo XX.
En los primeros documentos migratorios la nacionalidad asentada para estas personas era o turca, siriolibanesa, francesa o libanesa. Los primeros registros de población libanesas datan de 1905 y en ello se consignaba a 5 mil personas con ese origen. Para 1975 eran 53 mil libaneses registrados en México y para el año 2000 la cifra era de 65 mil personas. De manera comparativa, en México residen 40 mil personas de origen judío, 25 mil personas menos que la población libanesa.
Los estados donde se registra la mayor cantidad de libaneses son: Distrito Federal, Veracruz, Yucatán y Puebla. En 1981 residían en Yucatán 585 familias y 3 mil personas de origen libanés, provenientes de Hassbaiya, Gunie, A’aba, Batrumin y Trípoli, de acuerdo con Teresa Cuevas en su libro “Los libaneses de Yucatán”.
La población libanesa en México conforma un grupo social muy unido, endogámico en gran medida, ya que únicamente el 33% de ellos ha establecido matrimonio con personas ajenas a su origen. Este aspecto social les ha permitido conservar mucho de sus rasgos culturales: su estrechas relaciones mutualistas, de parentesco y su rica gastronomía reflejada en las hojas de col rellenas, el falafel, el tabbouleh, el tijne, el pollo asado con miel y menta, los kebabs, las koftas de res, el pescado con tahina…
El libanés es un grupo de origen extranjero que actúa dentro del mundo de los negocios y en puntos clave de la economía nacional. En sus inicios, la acumulación de capital se inicio en la actividad comercial, ocupando todos los oficios y roles establecidos, desde el comercio ambulante, hasta el de tendero. Sin embargo, su incursión en la esfera empresarial a través de la industria textil pronto se manifestó, y actualmente su presencia en las finanzas es innegable, llegando a tener al hombre más rico del mundo dentro de su grupo.
En varias ciudades del país, el grupo libanés forma parte de la élite económica y política. En Quintana Roo han sido tres los gobernantes electos con ese origen: Pedro Joaquín, Miguel Borge y Roberto Borge, y si el González que lleva el actual gobernador Félix González proviene de Mader o de Sslehh, como por ahí se ha escuchado, la contabilidad se elevaría a cuatro. También están otros políticos con apellidos como Abuxapqui, Muza, Hadad, Achach, Amar, Erales y empresarios como Chapur, Joaquín o Baroudi y promotores culturales como Xacur.
Actualmente está superada en algunos aspectos la discusión académica respecto a si los libaneses pertenecen a una minoría étnica o son una minoría nacional; o si están integrados a la sociedad mexicana o se han asimilado a la homogeneidad perdiendo sus características particulares. Estos hijos bíblicos de Ismael son una minoría nacional que se ha integrado a la sociedad y también a algunos sectores económicos y políticos importantes del país. Su presencia, al igual que otros grupos de migrantes, es ya una realidad del México del siglo XX y del presente.
domingo, 3 de octubre de 2010
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