La principal amenaza del fenómeno de la globalización
económica fue, en un principio, terminar con la diversidad cultural. Pero no ha sucedido así, por el contrario,
todo indica que en la lucha de las identidades la homogeneidad cultural no está
ganando la batalla, en esto estoy de acuerdo con Héctor Díaz-Polanco. Bajo formas étnicas, religiosas o regionales, se da un
colorido identitario y cultural amplio y diverso. Y Quintana Roo no es ajeno al
fenómeno.
Si buscáramos una imagen adecuada, Quintana Roo se asemeja a
ese movimiento cardíaco de la sístole, de contracción, de atracción de diversos
grupos de migrantes que portan en sus maletas particulares ropajes culturales
que conviven con la vieja cultura maya del lugar. De ese fenómeno resulta una
diástole, una convivencia relajada de diversas culturas, de una amalgama que es
la característica particular de la identidad de esta entidad.
Recientemente se publicó, en coordinación entre la
Secretaría de Cultura y la Universidad de Quintana Roo, el libro Diversidad cultural en Quintana Roo. Ensayos
sobre religión y cultura maya, obra que coordinó Antonio Higuera Bonfil y en
el que participan con ensayos, con estudios de caso, Gabriel Vázquez Dzul, Manuel
Buenrostro Alba, Gilberto Avilez Tax, Alesio Zanier e Higuera Bonfil.
Como bien señala la introducción del documento, desde el surgimiento del Territorio Federal de Quintana Roo, allá en 1902, el espacio ha sido un crisol cultural. Varios grupos humanos se han asentado en un lugar que era ocupado exclusivamente por el mayoritario grupo indígena maya. De diversos lugares del país y del extranjero han llegado.
Como bien señala la introducción del documento, desde el surgimiento del Territorio Federal de Quintana Roo, allá en 1902, el espacio ha sido un crisol cultural. Varios grupos humanos se han asentado en un lugar que era ocupado exclusivamente por el mayoritario grupo indígena maya. De diversos lugares del país y del extranjero han llegado.
El libro aborda dos aspectos que nos muestran algunos de los
rostros culturales del sur y el centro del estado: la religión y los derechos
indígenas. El trabajo de estos dos ejes
temáticos nos permite conocer, por un lado, cómo la diversidad de creencias
religiosas en la ribera del Río Hondo y
en dos comunidades de campesinos migrantes no genera tensión social, sino
alteridad y adaptación cultural. Por otro lado, el eje temático de los derechos
indígenas nos lleva a conocer realidades que están por encima del debate de la
diferenciación de derechos entre ciudadanos mexicanos y el de los pueblos
indígenas. En una legislación alternativa,
los derechos indígenas se materializan y permiten acciones concretas como la
valoración de los llamados usos y costumbres y la preservación de la
lengua.
El ensayo Frontera México-Belice.
Radiografía religiosa, de Antonio Higuera, es resultado de un trabajo
realizado en 18 comunidades asentadas en la ribera del Río Hondo. El estudioso
se guía por preguntas como saber el crecimiento de la diversidad religiosa y la
historicidad de esa pluralidad. Sus
resultados cuantitativos hablan de porcentajes de católicos y cristianos no
católicos y cómo estos los determina la migración; analiza cada congregación y
centros de culto, así sus “grados de maduración” y su presencia histórica en la
frontera.
En este punto, agregaría que los cambios en el mercado de las
creencias pueden también atribuirse a una progresiva crisis de la iglesia
católica, crisis que llegó incluso a la reciente renuncia del máximo dirigente
en el Vaticano. Y me quedo con una pregunta: ¿las reformas a la Ley de
asociaciones religiosas y culto público en 1992, alentaron la diversidad y
crecimiento de organizaciones religiosas
o simplemente las legitimaron?
El trabajo de Gabriel Vázquez Dzul, Comer y creer. El dilema cultural de la comensalidad y la religiosidad
entre poblaciones indígenas del sur de Quintana Roo, es denso en conceptos
antropológicos y sociológicos, los cuales son contrastados con dos ejemplos
etnográficos para tratar de hacer una etnografía aplicada, relacional y
holística. Parece, sin embargo, que las ideas dicen más que el material.
Vázquez muestra un andamiaje teórico sólido. Se notan horas
de lectura sobre diversos autores para explicarnos cómo ciertos rituales
agrícolas, como el cambio-mano de
kekchís de San Isidro La Laguna y el cha’aa
chaak de migrantes campesinos yucatecos de Nuevo Sinaí, pueden ser
analizados desde relaciones interétnicas e interreligiosas a través de comidas
rituales. Los sistemas simbólicos de
origen étnico son utilizados sin
importar la adscripción religiosa evangélica de los practicantes. Se trata de
un ejercicio etnográfico y de teoría antropológica que busca cumplir con las
perspectivas etic-emic.
El ensayo Las mujeres
mayas frente al sistema de justicia indígena de Quintana Roo, de Manuel Buenrostro
Alba, es un trabajo interesante, bien
armado y argumentado. Se dedicad a una amplia revisión de la producción teórico
metodológica que del derecho indígena se ha producido en los últimos 25
años y a exponer el resultado del
trabajo de campo realizado en 17 comunidades mayas del centro de Quintana Roo.
Recuerda que posterior al levantamiento indígena de 1994, el
estado mexicano introduce cambios al artículo 4º constitucional, y a nivel estatal las legislaciones de Oaxaca
y Quintana Roo legislan sobre los derechos indígenas. Sin embargo, el investigador
señala que estas reformas se dan con la llegada del neoliberalismo, el cual es un conjunto de políticas que
impiden que los pueblos indígenas sean reconocidos como sujetos de derecho y lo
único que se les otorga es un derecho limitado envuelto en un multiculturalismo
neoliberal.
Los derechos de los
pueblos indios en México es el título del trabajo del joven académico Gilberto Avilez Tax. Su reflexión y su pluma transita por las
mismas aguas que el trabajo de Manuel Buenrostro, comparten algunas lecturas,
pero con ciertas diferencias. En Avilez
se nota un análisis con una perspectiva política e histórica y de escala
nacional; más intelectual, tal vez.
Describe y analiza el concepto y la formación del estado-nación como un modelo
hegemónico y uninacional y apoyado en una estructura jurídica, de poder y cultural
y retoma la postura crítica que el historiador Charles Hale hace a los
reconocimientos constitucionales de los pueblos indios, una retórica del reconocimiento
desde el ya mencionado multiculturalismo cultural, donde se elabora un “indio
permitido” y se excluye el derecho de la autonomía. Avilez Tax considera que, a
nivel estatal, los derechos indios que surgieron en la década del pasado siglo,
cuando se notaba una situación de reclamos y postulados, supondrían rupturas
“epistemológicas y políticas” al pasar de un estado homogéneo a un estado
plural; esto terminó en posturas
oficiales de simples reconocimientos.
El investigador asume la postura, luego de exponer los
diversos conceptos elaborados por especialistas, de que no se debe reducir el
derecho de los pueblos indios a una normatividad de subordinación jurídica,
sino que se deben atender las normas y proclamas de intelectuales y movimientos
indígenas para establecer un nuevo pacto constitucional entre el Estado y los
pueblos indígenas.
El libro Diversidad
cultural en Quintana Roo. Ensayos sobre religión y cultura maya cierra con
el ensayo La preservación de la lengua y
cultura maya: el caso de Tihosuco, Quintana Roo, de Alesio Zanier.
Es un trabajo que se apoya en fuentes documentales y
entrevistas con promotores e intelectuales indígenas para “llegar a
conocer”, dice el autor, las diferentes formas y estrategias que se
utilizan para preservar la cultura y la lengua maya en el poblado maya de Tihosuco.
Zanier pretende con este trabajo “identificar ejemplos de resistencia cultural
frente a las embestidas de los patrones culturales predominantes y definir la
tipología de esta resistencia”. Se trata de un trabajo de registro etnográfico
enfocado a mostrar a una comunidad que resiste culturalmente a los efectos de
la globalización.
Los escritos aglutinados en este texto son resultados de
estudios y nos corresponde leerlos de manera reflexiva y aprovechar esta
producción de conocimientos que permiten entender dinámicas sociales muy
diferentes a las acompañan a la actividad turística del norte de Quintana Roo.
Conocer y leer la investigación social que se realiza
actualmente en Quintana Roo, es ir agregando conocimiento a la zaga de aportes
que entregaron estudiosos con Alfonso Villa Rojas, Nelson Reed, Lorena Careaga,
Alberto Bartolomé, Paul Sullivan Victoria Bricker, Ueli Hostettler y Valentina
Vapnarsky, entre otros más. Es ir entendiendo realidades sociales, históricas y
culturales de una región que no es lisa -aunque así diga la topografía-, que tiene rugosidades y que avanza
ineluctablemente a la tolerante convivencia con las diversidades.
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