lunes, 21 de marzo de 2016

Sobre la legalización de la marihuana. Propuestas.


“El hombre es la criatura más libre que conozco… Lástima que
siempre lo encuentre encadenado”.  Federico Nietzsche.


No es mi intención contradecir los efectos que tiene la marihuana en la salud pública. Pero considero que no se puede seguir simulando o soslayando los efectos que tiene en otros ámbitos y que es necesario hacer algunos cambios.

Todo indica que es nocivo para la salud consumir, fumar marihuana. Los estudios científicos, los informes de organismos y los reportes médicos así lo muestran. No encontré ningún artículo especializado sobre el tema que mencione aspectos positivos derivados de inhalar el componente tetrahidrocannabinol de la cannabis.

En otras formas de relación, terapéuticamente, la marihuana ha tenido resultados beneficiosos para casos de epilepsia, asma, insomnio, efectos de la quimioterapia y de la esclerosis múltiple, además de la artritis reumática, señalan algunos especialistas. Fuera de esto, los efectos negativos son:

Euforia transitoria, alucinaciones, despersonalización y psicosis; disparo de problemas mentales como la ansiedad y la depresión; riesgos en la madurez cerebral y el desarrollo cognitivo e intelectual; problemas de conducta y rendimiento escolar en los adolecentes y, sobre todo, adicción.

También socialmente se tienen argumentos de que el tema de la marihuana afecta las relaciones familiares e impacta en las condiciones y calidad de vida de comunidades o barrios.

Es evidente que son argumentos contundentes. Aceptar estos datos sobre los efectos en la salud que produce esta droga dificulta cualquier argumento en contra y nulificaría el sentido de reuniones como ésta [1]: todos estaríamos de acuerdo en firmar un documento que termine con cualquier intención de desregular el consumo de la cannabis, pero no es así.  Existen otros temas relacionados que hacen difícil el llegar a una postura única y absoluta.

Para reflexionar sobre las drogas, específicamente sobre la marihuana, no se puede relacionarla únicamente con el tema de la salud.  También están los temas de la libertad y los derechos de los individuos en sus decisiones y especialmente los efectos violentos que ha dejado en la sociedad el combate a las drogas y que no deberían ser dejados de lado por los expertos que protegen la salud y los que atienden la seguridad pública.

La prohibición del alcohol en Estados Unidos de Norteamérica iniciada en 1920 produjo, además del enorme gasto de recursos económicos y el conflicto sangriento con el hampa, que en 12 años la población presidiaria aumentara más de seis veces.  La delincuencia  se incrementó.

En 1982, el presidente Ronald Reagan declara la guerra contra las drogas y decreta una emergencia nacional -aunque ya Richard Nixon había intentado hacer algo con la creación de la Drug Enforcement Administration (DEA)- A partir de ese momento se invierten billones de dólares y se permite la movilización de tropas que vayan allende las fronteras de ese país: se inicia una estrategia global que define temas en la agenda de las relaciones internacionales. Al final, luego de una década, Norteamérica estaba inundada de estupefacientes y la criminalidad había aumentado. La cruzada había fracasado.

En México, del 2006 al 2012, la cifra de muertos por la lucha contra la delincuencia organizada, vinculada al narcotráfico, fue, según datos oficiales, de 70 mil decesos: cantidad superior al total de soldados norteamericanos muertos en la guerra de Vietnam. Y la lucha continúa sin que se tengan cifras precisas de los últimos tres años.

Todo indica que la política prohibicionista respecto al consumo de la marihuana no ha dado buenos resultados y se asegura que ha fracasado. Es necesario algún cambio. Pero esta modificación, que tiene que ver con la legalización de la producción y consumo de la marihuana debe estar regulado.

¿Qué tendría que cambiar y qué se propone?

En el aspecto jurídico, el derecho penal debe flexibilizarse para que el derecho a la salud no quede subordinado en aras de un orden público que hoy es inestable. No se debe abandonar la obligación constitucional del Estado respecto al derecho a la salud, pero no se puede seguir ignorando la facultad que se tiene para ser flexible ante la realidad social.

Se debe seguir previniendo, informando y educando a los niños y jóvenes sobre el daño que causan las drogas y en específico la marihuana. Esta es una obligación del Estado.

Para ello, 1. Se debe invertir en el sector educativo para preparar y prevenir a la infancia y a la adolescencia; 2. Otorgar mayor relevancia y apoyo al Consejo Nacional contra las Adicciones y 3. Realizar campañas constantes de sensibilización sobre los daños y riesgos que trae el consumo de drogas.

Así como el tabaco y el alcohol tienen una regulación (no venta a menores de edad, no fumar en lugares públicos, controles como el alcoholímetro, campañas preventivas sobre riesgos, etc.), una posible resolución sobre el consumo de la cannabis podría tener un tratamiento diferenciado de los anteriores dos elementos que también pueden ser adictivos. El objetivo sería evitar riesgos al consumidor con lo ilegal y con la violencia.

Por un lado, se debe permitir el uso recreativo y medicinal de la marihuana bajo ciertas condiciones. No me atrevo a proponer el tomar como ejemplo el caso uruguayo, donde el Estado ha legislado sobre la producción, distribución y venta de la hierba.  No creo que estemos en capacidades para ello.

Pero, 1. Sí permitir que los consumidores siembren, cosechen, posean y hagan uso personal de su propio producto en determinadas cantidades; 2. Que esta actividad se permita en personas mayores de 21 años (políticamente la mayoría de edad está determinada a los 18 años; pero la “maduración” de la corteza cerebral se termina de desarrollar hacia los 21 años de edad) y 3. Que la actividad esté registrada y autorizada por las autoridades de salud y judicial.
 
Legislar para modificar la normatividad jurídica debe partir de no solamente atender a un paciente, sino también de evitar la criminalización de él. Es difícil en este momento dejar a la cannabis en el mismo estatus permisible de otras drogas o sustancias permitidas o legales como son el tabaco y el alcohol; a pesar del gran daño que causan a la salud estas últimas.

Debemos, con esta posible regulación sobre la producción y uso de la marihuana,  pensar en el individuo en sus derechos y en su libertad, y no solamente tener a la libertad como poder, ni la libertad jurídica, sino la libertad como la posibilidad de tener alternativas y, como señalara Emanuel Kant, de tener la capacidad que tenemos los seres racionales para determinarnos; en otras palabras, tener autonomía en nuestra voluntad.

No se ignora la gran cantidad de “contras” y suposiciones que existen o existirían en la posible legalización en la producción y uso de la marihuana:  Que estimularía el acceso y el consumo, que se abandonaría el mensaje de los riesgos que conlleva a la salud y que se transformaría en la señal para el libre acceso para otro tipo de drogas.

Pero también hay “pros” y suposiciones: Se disminuiría los volúmenes de narcotráfico y de muertes violentas, se protegerían los derechos humanos y la libertad de elegir, se incrementarían las investigaciones sobre el efecto de las drogas y, como señala el estudio de Sofía Hernández y Julio Sotelo[2], en la jurisprudencia se atendería el principio del Mal Menor ante el Mal Mayor del crimen y la violencia.

Finalmente recordemos frases y recomendaciones de aquella entrevista a Milton Fridman, líder de la llamada escuela económica de Chicago y Premio Nobel de Economía[3]:

“Cierto, es adictivo, pero entiendo, a partir de la evidencia médica, que no lo es más que otras drogas. De hecho todo el mundo está de acuerdo en que la droga más adictiva es el tabaco”.

“El papel apropiado del gobierno sería exactamente el que dijo John Stuart Mill en el siglo XIX en “Sobre la libertad”. El papel adecuado del gobierno sería evitar que otra gente dañe a una persona. El gobierno, dijo, no tiene nunca derecho a inmiscuirse en la vida de una persona por el propio bien de esa persona”.

“El caso de la prohibición de las drogas es exactamente el mismo que prohibir a la gente comer más de lo debido. Sabemos que el sobrepeso causa más muertes que las drogas. Si en principio está bien que el gobierno diga que no debemos consumir drogas porque nos pueden dañar, ¿por qué no sería correcto que nos diga que no debemos comer demasiado porque nos puede dañar?”

“Aquí tenemos a alguien que quiere fumar un cigarrillo de marihuana. Si le pillan, va a la cárcel. ¿Es eso moral? ¿Es adecuado? Creo que es una auténtica desgracia que nuestro gobierno, que se supone que es nuestro, pueda estar en situación de convertir en criminales a gente que no daña a otros, de destruir sus vidas mandándolos a la cárcel”.

Gracias.


[1] Foro Debate sobre el Uso de la Marihuana. SEGOB. Cancún, 26 enero 2016.
[2] Argumentos para el debate sobre la legalización de la marihuana en México. Hernández González, Sofía y Sotelo Morales, Julio. Entreciencias. Diálogos en la sociedad del conocimiento. México. Diciembre 2013.
[3] Entrevista hecha por Randy Paige.  http://www.liberalismo.org/articulo/350/53/entrevista/milton/friedman/acerca/guerra/

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