domingo, 7 de septiembre de 2008

La arqueología

Los goodfellas le llamábamos en secreto “Merlo Perlas”. Y fue él quien nos enseñó que nunca hubo un emperador indígena, que los aztecas no existieron, que habría que observar la carga erótica en los códices prehispánicos y se tomó todo el tiempo para guiarnos por las entrañas de la enorme pirámide de Cholula: le fascinaba derruir falsas ideas y era un hombre de pico y pala.

El otro, circunspecto y con ese volumen de voz que sólo los españoles tienen, nos hizo leer a Gordon Childe y a entender la interacción entre el grupo humano y el medio ambiente: era lo contrario, todo un teórico y solemne académico. Ambos, Eduardo Merlo y José Luis Lorenzo eran, junto con Enrique Nalda, nuestros referentes de la arqueología mexicana, eran los tótems.

Esos recuerdos se desencadenaron luego de estar frente a Adriana Velázquez, la titular del Instituto Nacional de Antropología (INAH) en Quintana Roo. Ella, con ya 13 años al frente de la institución, ha practicado la disciplina y tiene una clara fotografía de la arqueología mexicana y, particularmente, de su historia en Quintana Roo.

No es preciso el dato de cuándo la arqueología comenzó a realizar trabajos científicos en México. Pero la primera evidencia que se me ocurre es cuando en el siglo XIX se crea, en tiempos de Guadalupe Victoria, el Museo de Antigüedades e Historia Natural. Ahí fue cuando el México independiente da a través de la museografía y la arqueología su primera reelaboración del pasado y donde el indio y sus restos materiales resultan ser parte del discurso y objeto fundacional de la historia.

Ya traigo lista la primera pregunta. El siglo XX fue el de las luces en la arqueología, ¿cuáles han sido los tres momentos más importantes de esta disciplina en México?

Adriana, mi atenta interlocutora, responde: “Sin duda yo creo que el primero es el proyecto de Manuel Gamio, en Teotihuacan, porque es el primer gran proyecto multidisciplinario. Gamio tenía una visión muy amplia de lo que era la investigación antropológica y arqueológica en México. Su magna publicación La población del valle de Teotihuacan, es el primer gran compendio arqueológico, etnográfico, de una región; fue de los primeros intentos por sistematizar de una manera científica la investigación arqueológica: ese fue un primer gran momento”.

“Después vinieron otros proyectos. Primero, con la Dirección de Estudios Arqueológicos -todavía no existía el INAH-, y a partir de 1939, creo que se presenta el segundo gran momento. Retomando las ideas de Vasconcelos, el proyecto cardenista impulsa el fortalecimiento de la identidad y se crea el INAH. A partir de esta plataforma es cuando se oficializa la protección del patrimonio. Si bien hay leyes que protegen el patrimonio desde la época de Maximiliano, es con la creación del INAH cuando ya hay realmente una política nacional de proteger, conservar y difundir el patrimonio de la nación. A partir de ese momento cuando lo mexicano, lo prehispánico, ocupa un lugar fundamental y hay un interés muy importante por realizar proyectos arqueológicos. Es durante esa época cuando se hacen proyectos en Yucatán, Veracruz, en el Occidente. Es una época en la que se produce mucha investigación; el mexicano visita las zonas arqueológicas y a partir de eso se genera una política de manejo público de estos espacios. Este es el segundo momento”.

“Un tercer momento es el de los años 80s, a partir del descubrimiento de la Coyoxauhtli. Se trata de la popularización de la arqueología, es donde el público, ya con los medios de comunicación más amplios, entiende lo que significa un proyecto arqueológico. Tal vez desde una perspectiva muy general, pero se da a conocer lo que significa un centro arqueológico como lo es el Templo Mayor, de Eduardo Matos”. Así, bien argumentada, responde la funcionaria a mi primera pregunta.

Es posible que la arqueología sea la disciplina de la antropología que primero se formó. Le ganó a la lingüística y a la etnología formal, aunque alguien dirá, que Herodoto ya era etnólogo. Comenzó rascándose así misma, buscando en las tierras europeas lo que había quedado derruido o bajo el suelo de aquellos romanos y griegos. Luego le dio por meterse a las cuevas a ver qué tan bien dibujaban y pintaban los que llegaron primero. Ahora los arqueólogos escarban y pueden reconstruir las prácticas formativas de viejas religiones y hasta leen la basura de sociedades modernas para explicar ciertos comportamientos.

Le preparo la segunda batería de preguntas a una de las contemporáneas investigadoras de Kohunlich. ¿Con qué expectativas arqueológicas llegaste a trabajar a la región? ¿Cuáles eran tus propósitos en el trabajo de campo y en el análisis? ¿Cuáles eran tus grandes preguntas sobre los mayas cuando llegaste a la región?.

“En un primer momento era conocer de manera más directa lo que eran los mayas y de ir a un sitio con preguntas muy particulares: ¿por qué la caída del clásico?, ¿por qué los estilos arquitectónicos?, ¿por qué los cruces de estilos cerámicos?. Llegar con preguntas muy específicas permitió avanzar en ideas sobre los patrones de asentamiento prehispánico… Ya en el trabajo en Kohunlich se da la oportunidad de conocer la profundidad cronológica de un sitio y con la excavación, empiezas a ver cambios en ciertas perspectivas: tienes datos más sólidos sobre la ocupación prehispánica de un sitio y empiezas a darte cuenta que muchas de las ideas que se manejaban en torno a Kohunlich, en torno a la región, y en general en torno a los mayas, pues se habían convertido en lugares comunes que no necesariamente eran correctos. Que la diversidad de los mayas era tal que no permitía plantearse planteamientos generales sobre la gente y la caída de los mayas. A partir de eso pues planteas nuevas preguntas y es lo que nos tiene aquí ahora, seguir planteando ideas”.

Ella, la funcionaria, había dicho algo que reafirma una idea que siempre había tenido. Es muy fácil agrupar la diversidad en torno a un concepto amplio: los mayas, los huastecos, los mixtecos, los nahuas… Pero, en una región tan amplia como la maya, ¿podía haber un centralismo cultural de lo maya sobre lo maya?, ¿hasta dónde se desarrollaron regiones particulares a partir de sus propios recursos, humanos y ambientales? Coincido con la arqueóloga, es posible que diversidad ya existiera desde entonces y no se puede hablar de una historia o un estilo único.

Un diálogo que nos explique dudas, preguntas, es siempre necesario. Más aún, cuando lo maya se ha metido en casi todos los discursos de académicos, políticos, e inversionistas.

Adriana Velázquez habla con mucha claridad, se siente segura de que a sus palabras son apoyadas por un conocimiento de una realidad concreta. Ella no ignora que en esta plana región ellos, los arqueólogos, se han ganado una presencia rehaciendo la historia, pero también hay que decir que otros de ellos han saqueado el patrimonio o espiado para gobiernos extranjeros.

En la próxima entrega seguiremos con este diálogo donde se tratarán puntos como los detalles culturales de las antiguos mayas, la función científica y el papel colaboracionista con el turismo en la arqueología, la historia de la arqueología en Quintana Roo, la relación del INAH con los inversionistas turísticos y el caso Tulum.

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