domingo, 28 de febrero de 2010

Bernardino

Fue en Mérida, durante el congreso celebratorio de los 150 años del inicio de la Guerra de Castas, donde nos reencontramos. Al ritmo de los tragos de tequila y las cervezas, en aquel restaurante del Parque Cepeda Peraza, el Dr. Paul Sullivan nos platicaba a Ueli Hostettler y a mí los detalles de su sorprendente hallazgo: el cráneo de un líder maya de aquella guerra.

El autor de Conversaciones Inconclusas nos daba pormenores del acontecimiento que parecía un cuento. Investigando sobre la Guerra de Castas en los archivos del Departamento de Estado de Estados Unidos, Sullivan localizó en los Despachos de los Consulados una serie de documentos fechados en 1875, donde se hablaba de la muerte de un ciudadano norteamericano en la hacienda de Xuxub. Recuerdo que Sullivan mencionaba que el intercambio epistolar iniciaba con un tono de reclamo del gobierno norteamericano al gobierno mexicano, pues el gringo había sido asesinado en un ataque de mayas rebeldes: era el administrador de aquella hacienda.

Con toda disciplina, el investigador reconstruyó la historia para conocer qué había sucedido en la hacienda localizada al norte de Kantunilkin, cerca de la laguna de Yalahau. Periódicos como La Razón del Pueblo y La Nueva Época, archivos de Belice y Yucatán y cartas de los dirigentes mayas lo llevaron a las bodegas de osteología del INAH en Mérida, a escribir un interesante ensayo -que posteriormente publicó la Universidad de Quintana Roo- y el libro Xuxub must die.

Antes de aquel encuentro y esa plática, confieso que no sabía mucho del personaje, salvo que el ejido de Tuzik llevaba su nombre y que la iglesia de Noh Cah Santa Cruz (Felipe Carrillo Puerto) había sido construida por él.

Bernardino Cen fue un aguerrido líder de los mayas que nunca perdió una batalla “porque seguía los mandamientos del verdadero Dios” (hahal Dios). Era tan brutal en los combates, le dijeron a Sullivan los campesinos de Tuzik, que “llevaba un machete de tres libras atado con una correa a su antebrazo, para que, aún empapado con la sangre de sus víctimas, el arma no resbalara de su mano”.

El liderazgo de Cen entre los mayas rebeldes fue entre 1864 y 1875, luego de un golpe de estado en contra de Dionisio Zapata. Previamente Zapata y Leandro Santos habían asesinado a Venancio Puc, Apolinar Sánchez y José Nah. Sullivan deja entrever que el coup d’état en contra de Zapata se debió a que éste había denunciado como fraudulento el culto a las cruces parlantes, que era falso que ellas, a través de un ventrílocuo o de cartas, fueran las mensajeras de Dios.

Con la muerte de Zapata, quienes ascienden al poder son Bonifacio Novelo, Crescencio Poot y Bernardino Cen; el primero asume el rol de sacerdote o patrón y los segundos como generales.

La llegada de estos nuevos líderes dio un giro a la guerra contra las fuerzas yucatecas. Ahora se retoma la ofensiva luego del repliegue de 1850. Con la búsqueda de una alianza con los mayas Icaiché, para atacar por el lado de Campeche, y violentas incursiones a lo largo de la frontera entre Peto y Tihosuco con siete mil combatientes bien armados, la estrategia maya dio buenos resultados en victorias y prisioneros. Fueron los años en que las fuerzas del Imperio de Maximiliano fueron derrotadas por los mayas en Dzonot, Cenotillo y Tihosuco.

Sin embargo, existía cierta rivalidad entre Poot y Cen. Mantenían mandos separados y cada uno tenía su propia iniciativa guerrera. Así se deja entrever en el informe que hace John Carmichael al Teniente Gobernador de Belice, luego de su visita a Noh Cah Santa Cruz.

Sullivan detalla que en 1868 muere Bonifacio Novelo y el equilibrio en la jerarquía se rompe. En 1869, Poot, con la ayuda de un coronel desertor de las fuerzas yucatecas, ataca Izamal y con ese hecho se autonombra “Comandante en Jefe”. A partir de ese momento, a pesar de sus esfuerzos de ser reconocido como jefe entre las autoridades beliceñas, Bernardino Cen pierde poder. El estratega del sitio de Tihosuco, el más feroz de los generales, es desplazado. Son los tiempos en que Santa Cruz no define un nuevo sacerdote y se subordina religiosamente a la jerarquía de la sacerdotisa de Tulum: María Uicab.

Luego de la violenta incursión del yucateco Daniel Traconis en 1871 contra Tulum, Muyil y Chunpom, Bernardino Cen retoma la iniciativa y se venga destruyendo Chemax. Menciona Paul Sullivan en Vida y Muerte de Bernardino Cen, que el líder maya realiza varias incursiones en la región y es quien aparentemente destruye Kantunilkin en 1872 por la actitud de mantener un acuerdo de paz con los blancos yucatecos.

Sin embargo, pronto la ruptura entre Poot y Cen fue definitiva. En 1961, la antropóloga Charlotte Zimmerman obtiene el testimonio de Juan Bautista Vega de que en abril de 1875 las tropas de ambos líderes combatieron en Noh Cah Santa Cruz, dejando 600 muertos entre las tropas mayas. Bernardino, derrotado, se retira hacia Tulum acompañado de 100 hombres.

Estando en San Antonio Muyil, Cen recibe la propuesta de unos mayas de atacar la hacienda de Xuxub. Le hablan de las “ricas y fáciles ganancias que tendrían” en ese ataque. Bernardino Cen acepta y el 12 de octubre de 1875 ataca Xuxub. El administrador norteamericano muere al no estar en condiciones de pagar cuatro mil pesos por su vida.

Con su admirable prosa, el Dr. Sullivan describe que Bernardino y algunos de sus hombres se quedaron en Xuxub a celebrar con el abundante aguardiente de la hacienda azucarera; el resto de su gente se había retirado con el botín. Algunos sobrevivientes del ataque llegaron a pedir ayuda a la partida militar de Punta Chen. Pronto llegan refuerzos de Solferino y el 13 de octubre las fuerzas yucatecas contraatacan. Bernardino apenas alcanza a defenderse antes de caer herido mortalmente por un golpe de sable en la cabeza.

Sullivan relata que gracias a su investigación encontró el cráneo del líder en la colección osteológica del INAH en Mérida. Había sido llevado por las fuerzas yucatecas a la capital para mostrase como trofeo de guerra.

Si hay condiciones, ¿podríamos traer a Quintana Roo los restos de Bernardino?, le pregunte al Dr. Sullivan. “Sería lo justo, en lugar de estar almacenado en una bodega”, me respondió.

En marzo de 1998, con las gestiones del Rector de la Universidad de Quintana Roo, la autorización de la Directora General del INAH y la operatividad de la Delegada del INAH en Quintana Roo, trasladamos el cráneo del líder rebelde.

En un acto multitudinario, con el impresionante discurso de un sacerdote y un general maya, y la presencia de Paul Sullivan, el cráneo de Bernardino Cen fue solemnemente depositado en el Museo de la Guerra de Castas de Tihosuco, previa consulta y decisión tomada por los jefes mayas.

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