domingo, 14 de marzo de 2010

Lenguas

Hace unos años no se atrevía a dar una opinión, siempre ha sido seria y mesurada, pero ahora, debido a lo acelerado de los cambios económicos y a los efectos tan evidentes, la afirmación es contundente: en dos generaciones, es decir en 60 años, la lengua maya tendrá problemas para mantenerse vigente en las comunidades campesinas. Así lo comentó Valentina Vapnarsky, lingüista francesa que tiene 15 años trabajando en el centro de Quintana Roo.

En el mundo de la posmodernidad, el de la vertiginosa comunicación, suceden y fluyen tantos acontecimientos a diario, que algunos dejan de ser importantes o no son de mayor interés para alguien que definitivamente no se atreve ir más allá de su fomentada individualidad. Los eventos coyunturales son tantos, que muchos no reciben la atención suficiente para ser analizados. Simplemente se oprime la tecla delete. La situación de todas las lenguas del mundo es una de esas almendras que se pierden entre la paja de la posmodernidad.

En 1999, la conferencia general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, proclamó el Día Internacional de las Lenguas Maternas. A partir de ese año, todos los 21 de febrero se conmemora esa proclama que tiene como objetivo promover el multilingüismo y la diversidad cultural.

La lengua, cualquiera que sea, es desde un enfoque semiótico -es decir, desde la forma en cómo concebimos el mundo y lo organizamos humanizándolo en diversos textos y niveles- un sistema modelante primario de toda sociedad. A partir de la lengua se proponen modelos del mundo y se dan diversos comportamientos humanos. Es también la que genera un texto cultural particular.

Las lenguas son los instrumentos primordiales de que disponen los seres humanos para la interacción y la expresión de ideas, conocimientos y valores. Son vectores esenciales de las expresiones culturales del patrimonio cultural inmaterial: son el elemento fundamental de la identidad de todo individuo y grupo.

Es tal su importancia, que deja de ser un cliché repetir que es necesaria la tarea de salvaguardar las lenguas que están en peligro de desaparición. Si se pierde una lengua, se pierde un mundo. Que sean “seguras” y sanas las lenguas evitaría que sean noticia en http://www.survival.es

En México, los que tenemos al castellano como lengua materna, el asunto de recordar ese Día Internacional puede resultar una simple curiosidad cultural; pero no así a los 6 millones de indígenas que nos reporta el INEGI en su conteo del 2005.

Nuestro país es la nación de América que cuenta con más lenguas, ocupando el noveno lugar en el mundo en esta materia. En el Catálogo de las Lenguas Indígenas Nacionales, publicado por el Instituto Nacional de las Lenguas Indígenas, se reconoce que en México existen 68 agrupaciones de lenguas, integradas en 11 familias lingüísticas y con 364 variantes.

Saber de la existencia de las lenguas originarias y reconocerlas en leyes como la de los Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas ayuda, pero no es suficiente para frenar su desaparición: los datos mundiales y nacionales son alarmantes. Se pronostica que la mitad de las 6,700 lenguas que se hablan actualmente en el mundo corren peligro de desaparecer en estos años, y en México 30 lenguas indígenas están por extinguirse en cualquier momento.

Algo tendremos que hacer nosotros, los gobiernos y las mismas comunidades para evitar ver morir la diversidad. Se tiene información de que a mediados del siglo XX desaparecieron por completo varias lenguas, entre ellas el chiapaneco o el pochuteco.

En 1984 recorrí toda la ribera de los ríos Bavispe y Bacoachi, me interné a pie en el desierto, ingresé a las misiones fundadas por Francisco Kino, conviví con los gambusinos y revisé las nóminas de los minerales de Cananea y La Caridad buscando a hablantes de ópata: localicé una sola comunidad con 50 de aquellos pimas. Hoy la lengua ópata no aparece en los censos y registros; ha desaparecido.

Una lengua desaparece cuando se extinguen sus hablantes, o cuando éstos dejan de utilizarla para expresarse en otra que, con frecuencia, está más extendida y es hablada por un grupo preponderante, dominante. La supervivencia de una lengua puede verse amenazada por factores externos; por ejemplo, un sojuzgamiento de índole económica, religiosa, cultural o educativa, y también por factores internos como la actitud de rechazo de una comunidad hacia su propio idioma.

Dentro de las 30 lenguas indígenas que están pronto a desaparecer en México están el aguacateco, con 21 hablantes; el cochimí, con 34; el kiliwa, con 36, el lacandón, con 44; el papabuco, con 5; el kikapú, con 157; el pápago, con 116 y el motocintleco con 110 hablantes…

El incremento del fenómeno migratorio y la celeridad de la urbanización suelen acarrear una desaparición de los modos de vida tradicional, así como una fuerte presión para hablar la lengua predominante que es necesaria –o se percibe como tal– para participar plenamente en la vida de la sociedad y progresar en el plano económico.

El maya peninsular, la segunda lengua indígena más hablada del país, después del náhuatl, tiene 759 mil practicantes, aunque ello no signifique que sea una lengua “segura” hoy en día. Hace treinta y cinco años, en el naciente estado de Quintana Roo, los mayas conformaban el grupo sociocultural más numeroso de la entidad. Con 38,529 individuos, los mayas hablantes quintanarroenses representaban el 53.9% de la población total. Era la segunda entidad federativa con mayor población indígena, después del Estado de México.

Sin embargo, tres décadas después, en el 2005, los 170, 982 mayas sólo representan el 15 % de los habitantes de Quintana Roo. A pesar de que los mayas han aumentado su presencia en 132, 453 personas respecto a 1970, en términos absolutos la sociedad mestiza, y un mínimo de extranjeros, los han ido desplazando, no sólo numéricamente, sino también en los espacios sociales, económicos y políticos.

Algunos lingüistas, como Fidencio Briceño y Bárbara Pfeiler, han detectado que en los últimos 50 años, el número de hablantes monolingües mayas empezó a disminuir aceleradamente, a la par que aumentó el bilingüismo.

Subrayan este cambio y señalan que el uso de la lengua maya resulta cada vez más restringida al ámbito privado y familiar, incluso llega a ser una práctica entre cónyuges.

Por momentos, la lengua maya ya no es una lengua “segura”, que implica que tiene un reconocimiento oficial, que es hablada por un gran número de habitantes y que existe certeza que será aprendida por los niños de los próximos 30 años.

Actualmente se observa en las comunidades fuertes cambios: pequeñas y desagradables casas fabricadas con bloques y cemento, producto de un programa de vivienda federal, autobuses que pernoctan para extraer a 10 mil jóvenes para trabajar diariamente en los hoteles de la Riviera para lavar platos y baños, introducción de estufas para terminar con el koben, pero sobre todo, la no enseñanza y práctica del idioma maya en niños menores a diez años. A esto último se refería la investigadora del Centre National de la Recherche Scientifique de Francia para afirmar, con preocupación, que en dos generaciones el idioma maya dejará de ser vigente.

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