El soldado Agustín Sosa cayó prisionero en aquellos lejanos tiempos de la guerra. Era el corneta de las fuerzas enemigas y sabía algo de música, por eso no lo ejecutaron. Fue un valioso cautivo para fines guerreros y porque les enseñaría cómo tocar el violín para comunicarse con la Santísima Cruz.
La tradición oral dice que el general Pruden May ordenó capturar al soldado-músico. Fue hecho prisionero por 60 rebeldes mayas, allá por el rumbo de Yoactun. En un principio lo utilizaron para engañar a las tropas enemigas, como cuando en una ocasión, estando rodeadas las fuerzas mayas, lo obligaron a tocar con su trompeta Retirada. El enemigo huyó y los mayas se apoderaron de muchas armas. A cambio de su ayuda guerrera y por sus enseñanzas musicales, le entregaron tres doncellas y se quedó para siempre a vivir con sus captores.
El maya pax es la música que se toca en varias comunidades mayas del municipio de Felipe Carrillo Puerto y que actualmente tiene como dotación instrumental uno o dos violines, una tarola y un bombo.
Hasta los años setentas del siglo pasado, algunas agrupaciones tenían un cornetín como un instrumento más, pero los músicos Juan Poot, Eulalio May y Santiago Pat, de Yaxley, Señor y Laguna Kaná, ya fallecieron y con ello dejó de escucharse para siempre el aire marcial que por momentos tenían algunas piezas musicales. De cierta forma, con la desaparición del cornetín se perdió aquella herencia musical que el soldado les había dejado.
El maya pax es una música propia para la fiesta patronal y sus diversos rituales. Se le escucha en las iglesias mayas, esas que tienen a sus propios sacerdotes que bautizan, casan y suministran la oxdia. Es una música sagrada, es la plegaria musical que participa junto con el kayun y demás rezos para “buscar la bendición, la protección de la Santísima para los hombres y las milpas”, me dice el maestro tarolista José Ek Balam.
Vicente Ek Catzín es el último maestro reconocido del violín de maya pax. El día de la visita estaba postrado en la hamaca, había pasado toda la noche con dolor de estómago y a mi pregunta de qué había hecho para curarse, me mostró la última tableta de Buscapina. Se me humedecieron los ojos: es un viejo amigo. Fue contemporáneo de Isaac Stern, que ya se fue, y dudo que conozca a Maxim Vengerov, el mejor violinista de la música académica de estos días.
Vicente, a pesar de no sentirse bien, mostró alegría por verme y fue generoso en la plática. Me comentó que Julián, su padre, fue el más avanzado alumno de aquel soldado prisionero, que para entonces le decían El sabio, y que de él viene la tradición de tocar el violín, aunque también aprendió los otros instrumentos. Pero no me dijo cuál era su secreto (el amuleto) que portaba cuando salía a tocar a las fiestas y que lo protegía de los malos aires. Puede ser una cruz de cera negra que pega bajo el banquillo donde se sienta a tocar, puede ser un pañuelo con tres cruces bordadas…, quién sabe.
Durante las largas jornadas de una fiesta, los músicos deben evitar “estar con una señora”, pues pueden adquirir un mal aire y con ello perder su virtuosismo musical. Y como todo lo real está vinculado con lo imaginario y lo simbólico, no debe caber duda sobre esa práctica. La seriedad con que se toman su papel durante los rituales en la iglesia es conmovedor. Pueden soportar horas y horas tocando hasta la madrugada, medio dormidos, como accediendo al trance y sólo interrumpidos por los tres toques de una campanita que da el sacerdote, quien les indica los silencios y el momento de la oración.
Mientras escuchaba a Vicente tocar su violín que acompañaba a la única canción maya que habla de la guerra, (“¡Que viva la Santísima cruz!…, pobrecitos mexicanos, ¡que viva Noh Cah Balam Nah!..., ay ay ay aaaayyyyy, machete…, ay ay aaaayyyy, sin balas”), observo ese melódico instrumento que tuvo su origen en Europa. El violín de mi amigo no tiene afinadores, ni barbada y lo apoya entre la clavícula y la axila. Sin ser un experto, pero basándome en lo que dicen los conocedores, tengo mis dudas que la afinación de su instrumento sea absoluta, esa que tiene como referencia un diapasón con 440 vibraciones por segundo, o que sea perfecto el Mi, La, Re, Sol.
Más bien, sospecho, que como músico empírico, Vicente utiliza una afinación relativa, guardando eso sí una relación armónica entre la distancia de las cuerdas. Él dice saber de memoria 50 piezas de maya pax y menciona algunos títulos bailables: Fandango, X’pichito, Jarabe Do, Olan de China, P’iktah Us, Kala’n son, Kolomte’, Algaripolla, Baach, Ch’om…, y las sagradas: pastoras, la azucena, cabeza de cochino, aires y la danza toro.
Las piezas bailables de maya pax son interpretadas por un grupo de danzantes, hombres y mujeres, que tienen la promesa y el compromiso de bailar durante toda la fiesta que dura ocho días y de transportar las ofrendas de los makanoob (enramadas) de los diputados a la iglesia. Los movimientos de los danzantes tienen cierto ritmo y movimientos mímicos de acuerdo con el nombre la pieza bailable. El grupo de danzantes, llamadas vaqueras, está coordinado por un nohoch dzul y la nohoch xunan.
En el antiguo pueblo de Santa María, hoy conocido como Filomeno Mata, Edilberto Maas y sus hijos Felipe y Artemio son los músicos que me ayudan con la historia de las agrupaciones de maya pax. “Hace doce años éramos 44 grupos, ahora sólo quedamos doce o trece”. Haciendo un esfuerzo y ganándose entre ellos los nombres de los poblados donde todavía existen esos grupos, mencionan a Yaxley, Señor, Xcacal Guardia, Yodzonot Poniente, Yoactun, Kopchén, Mixtequilla, Chancah Velacruz, Trapich, Tuzik, Chancah Derrepente, Santa María Poniente, Chunpom, Chunhuas, San Andrés, Noh Cah y San Francisco Aké. Al final, en el recuento de la extinción, resultaron cuatro más a favor.
Hoy nadie me pudo responder la pregunta de si esa música, esa agrupación y esos instrumentos que le llaman maya pax, ya existía antes de la guerra o se generó, se constituyó, durante el conflicto que ocupó la vida de dos generaciones de mayas. Tampoco recuerdan cuándo dejaron de usar la resina del pich como brea para el arco, ni el momento en que adquirieron el primer violín que trae pegada la etiqueta “Made in China” y abandonaron la tradición de fabricarlo con madera de kulché.
La música maya es un importante rasgo cultural de los habitantes de la región central del estado de Quintana Roo. Es un elemento propio de su religiosidad y su cultura, uno de los que les quedan en el rejuego de consensar los elementos apropiados y asumir los que les son impuestos por esa convivencia con otras culturas.
domingo, 16 de mayo de 2010
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