domingo, 30 de mayo de 2010

Periodismo

A pesar de que se profetiza una crisis mundial en la prensa escrita por la fuerte presencia del Internet, tal parece que el oficio de periodista seguirá vigente, aunque hoy, con las nuevas tecnologías, se parezca a un Nescafé.

Dice Gideon Lichfield que actualmente se vende menos el periódico, los totems del periodismo han perdido autoridad y existe una crisis del reportaje de investigación. Eso se ha venido diciendo desde hace tres años, cuando El País abrió el debate.

Sin embargo, Jesús Silva-Herzog señala en Letras Libres que en México tal crisis no es inminente. Aún no se ha llegado a niveles como The Guardian , que se publica exclusivamente en Twitter y que con ello -junto con los blogs, Facebook y Youtube-, se dice, que el periodismo se ha democratizado.

Pero Silva-Herzog le pone sal y pimienta para el caso mexicano: los diarios enflacan, pues “desaparecen los suplementos culturales, desaparecen corresponsalías y las notas se comprimen”. Lo que permanece en los diarios mexicanos, a pesar de las nuevas tecnologías, es que “son difusores del rumor…, sus lectores son cultos en declaraciones…, hacen un uso exagerado de los sinónimos… confunden el análisis con la opinión…, sobran las opiniones urgentes y los juicios fulminantes”. Por eso la prensa en México no sufre los mismos efectos que en otros países. Parece entonces que es la forma como se hace periodismo la diferencia, la clave.

Con esa inquietud entrevisté a Blanche Petrich, periodista de La Jornada. La idea era tener mayores datos de una profesional para entender la práctica y los contextos actuales del periodismo en México.

MM. ¿El periodista debe registrar y transmitir un hecho o debe explicarlo?

BP. Debe entenderlo, la clave está en entenderlo. El periodista debe transmitir el reflejo de la realidad, pero para poder conseguirlo debe entender. Lo que pasa es que la falta de profesionalismo hace que simplemente se transmitan datos, como una tarea técnica y esto excluye este elemento para entender la realidad.

Es importante investigar o entrar en conocimiento de una situación determinada para pasar a entenderla lo más completa posible, en tercera dimensión, con todos sus matices.

MM. Muchas veces el protagonismo está presente en el periodista y entonces se cae en una interpretación privada del acontecimiento. Para evitar eso, dicen que siempre se debe contar con un conocimiento de la historia local, regional, de las circunstancias generales y hasta de la filosofía donde se presenta el acontecimiento.

BP. Eso no es realista, eso no es para nada la realidad. El periodista normalmente no tiene todas las herramientas, es una disciplina que la ejecuta sin mucho conocimiento. Pero yo no me prejuicio, también la ignorancia puede ser un motor importante para impulsarte a querer conocer más, para aportar datos. Nadie tiene todos los elementos en la mano cuando se acerca a un tema. Tampoco es tan académica la labor periodística, está muy sujeta a la dinámica de la inmediatez, de lo vertiginoso de los acontecimientos.

MM. ¿Se puede ser objetivo en el periodismo, cuando la información pasa por una visión personal?

BP. Se debe aspirar a ser objetivo, pero partimos de la base de que es una aspiración imposible. Nosotros debemos aspirar a un reflejo fiel de la realidad, pero partimos del reconocimiento de que no podemos prescindir de toda nuestra carga subjetiva que marca y determina la forma cómo vemos las cosas desde el principio, de cómo nos acercamos a la realidad, cómo la reflejamos, cómo la investigamos y cómo la escribimos. No nos podemos despojar de lo que somos. Pero la objetividad como veracidad sí debe ser una aspiración. El problema es que muchos periodistas pasan del nivel de transmisores de datos técnicos y se convierten en lo que ellos definen como “lideres de opinión”, se vuelven como predicadores. Entonces la objetividad ya deja de ser un objetivo, se prescinde totalmente de ella y la labor periodística se convierte en un producto ideológico.

MM. ¿Qué opinas de los intelectuales que hoy en día se han trasformado en “opinadores” en los medios y que han tomado fuerza y autoridad?

BP. Es un poco como la flojera de pasar por la etapa de la información pura, es más fácil tener una gran opinión. Yo no sé que tan fuertes son. Hay periódicos, como por ejemplo Milenio, que tienen una planta de columnistas que opinan y que aparentemente tienen mucho peso en la opinión pública. Creo que no tienen tanto peso, no lo tienen por sí mismos como plumas, como gente que escribe; tienen peso porque forman parte de una cadena de producción editorial, que tiene una firma comercial, como puede ser Televisa, como puede ser Multimedios Monterrey… Es la opiniocracia, una opinionitis que tiene actualmente saturadas a los medios de comunicación, en todas las plataformas.

Por ejemplo, López Dóriga: principal noticiero de radio, principal noticiero de televisión y aparte una columna, igual otros. Aquí estamos hablando de periodistas con poco más de formación periodística, pero también están los intelectuales que también tienen varias plataformas que los proyectan. Son productos fabricados por la industria mediática, no surgen de generación espontánea, los fabrican porque son útiles,responden a intereses políticos.

MM. Sobre la formación y la forma de hacer periodismo en la nueva generación de comunicólogos, ¿son mejores con sus nuevas herramientas tecnológicas?

BP. Los productos que se producen así, en serie e inmediatez, se parecen al Nescafé o a la sopa Maruchan: no son ni alimenticio, ni rico, ni nada. Los periodistas jóvenes que trabajan con plataformas multimedios, hoy en día tienen un dominio maravilloso de la tecnología: suben videos en tres segundos, escriben en Twitter, los socializan en el Facebook . Pero, ¿para què?, ¿para informarnos que Britney Spears acaba de ingresar a una clínica de rehabilitación? Te puedes enterar en tres segundos después de que eso pasó, pero no están haciendo un periodismo trascendente, no hacen un periodismo mejor, están ofreciendo mucha basura, están saturando los medios de comunicación. Lo que está pasando, retomado a un analista de un medio francés, es que mientras más global es la información, es más aldeana; es menos universal, menos profunda.

Cuestiono mucho la utilidad que tiene la información en tiempo real: ¿para qué nos queremos enterar en cuestión de tres segundos por todas las plataformas, si para eso está la radio, que tradicionalmente es el que te da la inmediatez? La respuesta es no. El periodismo multimedia que se hace hoy no ha contribuido a que mejoren las cosas. No puedes sustituir el contenido con técnica y muchos jóvenes parecen estar convencidos de que sí, de que todo es la tecnología.

MM. Riszard Kapuscinski describe dos momentos del periodismo en el siglo XX. La primera, la de principios de siglo hasta los años 80s, donde la información buscaba la verdad y trataba de orientar. El segundo momento sucede luego del fin de la Guerra Fría, de la llegada de la electrónica y la digitalización, en donde la información se transforma en un espectáculo, en una mercancía más. ¿Qué opinas?, ¿cómo se las arregla La Jornada para no ser una fábrica de mercancía informativa?

BP. Esta es la tesis de que la prensa de fin de siglo pasado y esta primera década ha ido pasando por una transferencia de los dueños y directores de los medios de comunicación, hoy en su mayoría son empresarios y para lo que sirven los medios de comunicación es para hacer dinero o servir de plataforma a otras empresas para hacer dinero. Por ejemplo, la industria del entretenimiento actualmente está en sociedad con las grandes corporaciones mediáticas, con las corporaciones que poseen los canales de televisión, las cadenas de radio, las prensas y las revistas. Son también las que producen la mayor parte de los contenidos del cine y la televisión. Todo eso son mercancías y son plataformas frente al poder, que muchas veces logran subordinar el poder político a los intereses de este corporativo.

Ese es el fenómeno de la concentración de los medios de comunicación hoy en día. En este proceso el periodismo está muy mal parado, es lo que menos importa. Para empezar, no hay periodistas que dirijan los medios de comunicación, que hagan prevalecer los criterios profesionales. ¿Cómo le hace La Jornada?, bueno es uno de los pocos periódicos que está dirigido por periodistas. Es nuestra la empresa y lo hacemos muy mal porque también hay que tener una visión empresarial de crecimiento, modernización, de actualización, incluso en las plataformas tecnológicas no lo hacemos a la velocidad que requieren los tiempos de ahora. Pero la esencia, el alma del periódico, sigue siendo el buen periodismo y eso está garantizado, porque la gente que toma las decisiones son periodistas que nunca han perdido el contacto con la calle.

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