La solidez que representa un documento escrito condensa cualquier tipo de memoria: esto es una verdad. Lo que queda fuera de él es tarea de antropólogos o de la tradición oral y puede ser otra verdad, o complementarse mutuamente. Eso lo sabía Herodoto desde que describió la guerra contra los medos, o cuando detalló las costumbres de los escitas.
Ordenar sistemáticamente los datos nos trae imágenes, símbolos y claves de otros tiempos que pueden servir para tener una visión desde arriba de la superficie; esa es una perspectiva, pero existen otras.
Para los fines de divulgación de la historia, realmente no es necesario que toda obra tenga el conjunto de citas, referencias y notas que sustenten la narrativa, tal es el caso de la obra Quintana Roo. Historia breve. Eso, evidentemente, no la hace menos científica: el orden de ideas centrales y sus argumentaciones están presentes, dando contundencia lógica al escrito.
De acuerdo con una periodización que marca Antonio Higuera en la segunda parte de Quintana Roo. Historia breve, entre 1926 y 1958 se consolidó el Territorio Federal. Las comunicaciones, infraestructura hidráulica y escuelas de nivel medio superior; la economía, el comercio de importación, la extracción de maderas y chicle, y socialmente la organización de cooperativas y el movimiento de la sociedad civil por defender el Territorio de Quintana Roo resultan características relevantes.
Fueron buenos y difíciles tiempos: entre desaparecer políticamente como entidad y ser destruida la capital por un huracán; y entre organizarse socialmente en torno al trabajo y contra la satrapía, se perfilaron así esos años de consolidación y dura prueba.
Para entonces, ya Payo Obispo tenía una población creciente y el comercio de importación era su eje económico; y los comerciantes, junto con los empresarios de la madera y el chicle, no únicamente coincidían como grupo de negocios, sino que en su momento se transformaron en un grupo de presión ante las decisiones federales. Comenzó la demanda por espacios de poder.
Son los tiempos, en los inicios de los años 30s, cuando Campeche sale a escena empujando un proyecto de anexión. Y son también los momentos organizativos del primer Comité Pro territorio de Quintana Roo. Entonces se mostró eficacia y una mayor voluntad.
Cozumel, Isla Mujeres y Payo Obispo se movilizan ante lo inevitable, pero en diciembre de 1931, Quintana Roo vuelve a desaparecer políticamente: de la Bahía de la Ascensión hacia el norte era de Yucatán y el sur pasó a ser de Campeche. Como dato curioso, las islas del norte, por algunos meses, quedaron al garete en la repartición, sin dar cuenta a nadie. Así, en esa situación pasaron cuatro años hasta que Lázaro Cárdenas restituye jurídicamente a Quintana Roo en su estatus y limites. Esta parte de la obra es muy interesante, ya que permite conocer las motivaciones y las formas de lucha de aquel comité. Ese movimiento social tenía, al parecer, las primeras raíces de una identidad política local, funcional en aquel momento.
Llegó por esos años la repartición masiva de la tierra, la administración de los recursos de propiedad colectiva: los ejidos. Los primeros, con Emilio Portes Gil, fueron Calderitas, Ramonal y Payo Obispo entre 1928 y 1930. Así lo consigna el Dr. Higuera
Hay que recordar que para esta iniciativa gubernamental los mayas se resistieron en un primer momento, por considerar que su territorio histórico, su espacio rebelde, estaba siendo intervenido. Queda para el registro el papel de convencimiento que realizaron los profesores y los primeros antropólogos como Alfonso Villa Rojas, misión que cumplieron a medias y tardíamente.
Con el gobierno de Rafael Melgar -además de organizarse las actividades productivas, chicleras y forestales-, se imprimió un sello nacionalista a la administración y al inconciente colectivo. El pertenecía al proyecto cardenista, al proyecto de crear una nación con todo y esa idea homogeneizante y centralizadora: se trataba “de apuntalar el carácter mexicano en la zona”, como dice Higuera Bonfil. Eso lo logró, sin duda: Quintana Roo miró hacia la nación, pero dio la espalda a sus relaciones con la frontera anglo y su mirada hacia el mar, algo de la pertenencia al Caribe se perdió.
Llegarían las administraciones de Gabriel Guevara cuando el Territorio ya tenía 18,300 habitantes; es también cuando se da un nuevo problema limítrofe con los otras entidades peninsulares: la de Margarito Ramírez y sus casi 15 años de gobierno donde se experimentan interesantes rejuegos políticos, donde se consolida la identidad cívica y se propicia una cohesión social que tiene altibajos en la relación con el poder. Es el tiempo cuando surgen los sentimientos de tener un gobernador quintanarroense.
El paso de Janet por la historia trajo dos efectos: en lo político y en la arquitectura urbana. Las acusaciones sobre el saqueo de la madera derribada por el huracán mermaron el capital del gobernador y Chetumal abandona la tradicional arquitectura caribeña y da paso a una modernidad ecléctica, pero resistente a los vientos.
A partir de ese meteoro llega la reconstrucción y la modernidad. Se inicia la colonización del campo, se acelera la construcción de carreteras –y las vías liquidas, se abandonan-, se profesionaliza el gobierno con Planes de Desarrollo Integral, llega el Censo de 1970 y la población ya está en los 88 mil habitantes, ya se rebasó el mínimo poblacional para ser un estado de la Federación.
Como bien relaciona el antropólogo Higuera Bonfil, a partir de 1974, ya como Estado Libre y Soberano, Quintana Roo conoce el impulso a grandes proyectos: el de plantación de caña de azúcar y arroz, el fomento del ganado vacuno, la explotación racional de las maderas preciosas, la apertura de áreas citrícolas, el crecimiento exponencial de la infraestructura turística, la creación de muelles para cruceros y la vinculación del turismo con el patrimonio cultural tangible.
Al mismo tiempo que se conocían nuevos proyectos y se experimentaba con modelos de desarrollo, otras alternativas económicas se perdieron como producto de los vaivenes y condiciones de la economía global: finaliza la exportación de la goma de chicle y terminan los privilegios de la zona libre de impuestos a productos de importación.
El académico de la Universidad de Quintana Roo cierra con un rápido análisis de las seis administraciones de gobierno estatal. Observa y registra la lucha electoral, la composición cambiante del Congreso, las elecciones en los ayuntamientos, la creación de nuevos municipios y trata de interpretar el péndulo del poder entre los proyectos de desarrollo y las regiones.
Me queda la firme idea que tanto Lorena Careaga, como Antonio Higuera, pensaron en la gran oportunidad de ofrecer una lectura didáctica y que fuera consumida masivamente por los quintanarroenses. Me parece que debe ser el libro que todo ciudadano debe leer para entender mejor a Quintana Roo en lo económico, en lo social, en lo cultural y en lo político. No hacerlo puede ser causa de desaciertos o desacuerdos.
El conocimiento de la historia de un estado tan joven con una historia vieja es fundamental para que todos nos identifiquemos. Parece un cliché o falso discurso, pero en Quintana Roo eso es necesario para entendernos mejor en nuestra diversidad cultural y que tengamos la posibilidad de un modelo ideal y equilibrado de desarrollo.
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