Víctor Manuel Toledo tiene la gran ventaja de poseer y combinar perfectamente el conocimiento del biólogo y la sensibilidad del etnólogo. Recientemente estuvo en Chetumal para conocer y opinar sobre los efectos del huracán “Dean” en los recursos naturales y en las comunidades campesinas. Pocos pudieron escucharlo, pero sus ideas, en estos tiempos y circunstancias, son pertinentes para ponerlas en la mesa y analizarlas.
El investigador del Instituto de Ecología de la UNAM siempre, desde hace 35 años, se ha preocupado por los problemas de deforestación y deterioro ecológico. Ha sumado a esa preocupación la búsqueda de los efectos sociales de tales impactos y ha asumido que no se pueden estudiar y explicar esos procesos naturales sin entender sus relaciones con la sociedad, y a la inversa.
Su paso por la École des Hautes Études en Sciences Sociales en la álgida década de los setentas, le permitieron al biólogo sumar la visión de la economía política, de la sociología rural y de le etnología para transformarse en un ejemplo de los investigadores que realizan estudios y análisis interdisciplinarios.
El Doctor en Ciencias comenzó investigando la diversidad de especies en la selva de los Tuxtlas, Veracruz. Su estudio analizaba la multiplicidad de árboles tropicales utilizando la teoría de la información, algo similar a lo propuesto por antropólogos franceses cuando señalaban que todo conocimiento inicia con la observación y la clasificación del medio natural, con el llamado conocimiento de lo sensible.
Con esa primera investigación inició el modelo interpretativo de la biogeografía de los patrones de la biodiversidad de las regiones cálido-húmedas del país. Los subsecuentes proyectos y la formación académica de Toledo han llevado su trabajo al planteamiento de la etnoecología, una propuesta metodológica que sugiere la apropiación campesina de la naturaleza.
En su más reciente obra, Ecología, espiritualidad, conocimiento, el Premio al Mérito Ecológico en 1999, nos plantea en una serie de ensayos un diagnóstico de un mundo que se ha transformado en una “sociedad del riesgo”, producto, entre otras causas, del progresivo aceleramiento y complejidad que genera el proceso de globalización y sus impresionantes mecanismos tecnológicos, informáticos y económicos de los últimos 50 años, así como de la explosión demográfica.
El panorama para el mundo es incierto y confuso. Los “mecanismos perversos” de la sociedad globalizada deben ser reconocidos, expuestos y superados “para sustituirlos por un nuevo modelo societario y civilizatorio” al que el autor llama sociedad sustentable.
Para tener claro el objetivo de la construcción de una sociedad sustentable, se requiere “asumir una actitud que active nuestra capacidad transformadora y socializadora, y que nos dote de una nueva mística, de un cauto optimismo, de una nueva visión para la actividad social y política”. Para ello, es necesaria la adquisición de una nueva conciencia que nos indique sobre nuevos proyectos sociales y políticos que sean realmente alternativos, nos dice Toledo Manzur.
“El paraíso que ofrecía la civilización industrial es hoy una realidad reducida a un número limitado de seres humanos. Las tendencias del mundo globalizado han echado por tierra la promesa de un mundo mejor, con más progreso, justicia y seguridad para todos los miembros de la especie humana”. En esta perspectiva, para millones de personas marginadas de los beneficios del industrialismo, se vive en una sociedad de riesgo donde no hay oportunidades para satisfacer condiciones de bienestar y de calidad de vida: existimos en un mundo peligroso.
En la primera parte del libro, editado en el 2006, se nos plantean algunas claves que nos permiten visualizar el “caos contemporáneo” de esta sociedad en riesgo. El cuerpo del documento no tiene ninguna pretensión teórica y es más bien como un conjunto de ideas para presentarnos un estado de las cosas.
Los títulos son sugerentes y explicativos: La globalización del riesgo; La guerra biológica; Bioterrorismo, pesadilla de Occidente; La religión del automóvil; Los peligros de la carne; El riesgo ecológico: una amenaza global; Katrina: la venganza de Gaia.
Al alimón, tomo algunas ideas de esta parte del libro. “Junto a las mercancías y las informaciones ya globalizadas se ha esparcido un nuevo producto: el riesgo...”, ”La guerra biológica es sin duda la forma más perversa de autodestrucción que haya engendrado el ser humano convertido ya en un organismo suicida...”, ”Hemos sido testigos de la creación de acuerdos, manifiestos, legislaciones, instituciones, objetos, aparatos, máquinas y dispositivos para evitar el terrorismo en los principales países de Occidente. Casi sin excepciones ha sido la afirmación del pensamiento único...”, ”El mundo moderno, laico, racional y pragmático, tiene también sus deidades, a las cuales ha engendrado como símbolos inequívocos de su cosmovisión y de su práctica social: el automóvil es una de ellas...”, y “Los seres humanos organizados en sociedad afectan a la naturaleza (su estructura, su dinámica, su evolución) por dos vías: al apropiarse los elementos naturales (aprovechamientos de los recursos naturales) y al expulsar elementos ya socializados, pues al producir, circular, transformar y consumir, los seres humanos excretan materiales hacia la esfera de lo natural”.
Desalentador es el resultado de la lectura de la primera parte. La segunda, es de un moderado optimismo. Se nos invita a tomar conciencia como especie donde tengamos la capacidad de establecer ciertos consensos, coordinar acciones y construir expectativas y proyectos colectivos. Nos concita a tener una topoconciencia, esa que nos permite saber de nuestro propio cuerpo y de su ubicación en el espacio. Nos llama a rescatar la cronoconciencia, esa que nos impide ser unos mutilados de la pertenencia al tiempo y a los procesos históricos. Nos convoca a una ética por la supervivencia que nos permita como especie recobrar una percepción original del ser humano.
Víctor Toledo nos plantea cinco ejes para diseñar una sociedad sustentable. Es un compromiso que debemos asumir todos los que creemos en un mundo mejor y que consiste en construir una teoría y una práctica para un modelo societario alternativo.
El primero es el de la diversidad como tolerancia ideológica, religiosa cultural o política, es decir, en el pluralismo como esencia de la democracia. El segundo pilar es la autosuficiencia de los ciudadanos, las familias, las comunidades, las ciudades y las naciones en el aspecto energético, alimentario e hidráulico: ello permitirá el empoderamiento de los actores sociales y sus instituciones societarias. El tercer eje es la integralidad de la sociedad con la naturaleza, de terminar con esa tendencia de separación que nos impuso la civilización moderna: se debe llegar a un paradigma holístico que articule la realidad social y natural. El cuarto pilar es la equidad como un medio para eliminar todos aquellos mecanismos, procesos y justificaciones que mantienen la desigualdad en los ámbitos sociales, regionales, productivos, culturales y de género. Por último, Toledo plantea el eje de la democracia participativa como la vía donde se representen y expresen las necesidades y aspiraciones de la gente y “que el centralismo político y otros factores han hecho que la democracia formal pierda legitimidad”.
El investigador del Instituto de Ecología de la UNAM siempre, desde hace 35 años, se ha preocupado por los problemas de deforestación y deterioro ecológico. Ha sumado a esa preocupación la búsqueda de los efectos sociales de tales impactos y ha asumido que no se pueden estudiar y explicar esos procesos naturales sin entender sus relaciones con la sociedad, y a la inversa.
Su paso por la École des Hautes Études en Sciences Sociales en la álgida década de los setentas, le permitieron al biólogo sumar la visión de la economía política, de la sociología rural y de le etnología para transformarse en un ejemplo de los investigadores que realizan estudios y análisis interdisciplinarios.
El Doctor en Ciencias comenzó investigando la diversidad de especies en la selva de los Tuxtlas, Veracruz. Su estudio analizaba la multiplicidad de árboles tropicales utilizando la teoría de la información, algo similar a lo propuesto por antropólogos franceses cuando señalaban que todo conocimiento inicia con la observación y la clasificación del medio natural, con el llamado conocimiento de lo sensible.
Con esa primera investigación inició el modelo interpretativo de la biogeografía de los patrones de la biodiversidad de las regiones cálido-húmedas del país. Los subsecuentes proyectos y la formación académica de Toledo han llevado su trabajo al planteamiento de la etnoecología, una propuesta metodológica que sugiere la apropiación campesina de la naturaleza.
En su más reciente obra, Ecología, espiritualidad, conocimiento, el Premio al Mérito Ecológico en 1999, nos plantea en una serie de ensayos un diagnóstico de un mundo que se ha transformado en una “sociedad del riesgo”, producto, entre otras causas, del progresivo aceleramiento y complejidad que genera el proceso de globalización y sus impresionantes mecanismos tecnológicos, informáticos y económicos de los últimos 50 años, así como de la explosión demográfica.
El panorama para el mundo es incierto y confuso. Los “mecanismos perversos” de la sociedad globalizada deben ser reconocidos, expuestos y superados “para sustituirlos por un nuevo modelo societario y civilizatorio” al que el autor llama sociedad sustentable.
Para tener claro el objetivo de la construcción de una sociedad sustentable, se requiere “asumir una actitud que active nuestra capacidad transformadora y socializadora, y que nos dote de una nueva mística, de un cauto optimismo, de una nueva visión para la actividad social y política”. Para ello, es necesaria la adquisición de una nueva conciencia que nos indique sobre nuevos proyectos sociales y políticos que sean realmente alternativos, nos dice Toledo Manzur.
“El paraíso que ofrecía la civilización industrial es hoy una realidad reducida a un número limitado de seres humanos. Las tendencias del mundo globalizado han echado por tierra la promesa de un mundo mejor, con más progreso, justicia y seguridad para todos los miembros de la especie humana”. En esta perspectiva, para millones de personas marginadas de los beneficios del industrialismo, se vive en una sociedad de riesgo donde no hay oportunidades para satisfacer condiciones de bienestar y de calidad de vida: existimos en un mundo peligroso.
En la primera parte del libro, editado en el 2006, se nos plantean algunas claves que nos permiten visualizar el “caos contemporáneo” de esta sociedad en riesgo. El cuerpo del documento no tiene ninguna pretensión teórica y es más bien como un conjunto de ideas para presentarnos un estado de las cosas.
Los títulos son sugerentes y explicativos: La globalización del riesgo; La guerra biológica; Bioterrorismo, pesadilla de Occidente; La religión del automóvil; Los peligros de la carne; El riesgo ecológico: una amenaza global; Katrina: la venganza de Gaia.
Al alimón, tomo algunas ideas de esta parte del libro. “Junto a las mercancías y las informaciones ya globalizadas se ha esparcido un nuevo producto: el riesgo...”, ”La guerra biológica es sin duda la forma más perversa de autodestrucción que haya engendrado el ser humano convertido ya en un organismo suicida...”, ”Hemos sido testigos de la creación de acuerdos, manifiestos, legislaciones, instituciones, objetos, aparatos, máquinas y dispositivos para evitar el terrorismo en los principales países de Occidente. Casi sin excepciones ha sido la afirmación del pensamiento único...”, ”El mundo moderno, laico, racional y pragmático, tiene también sus deidades, a las cuales ha engendrado como símbolos inequívocos de su cosmovisión y de su práctica social: el automóvil es una de ellas...”, y “Los seres humanos organizados en sociedad afectan a la naturaleza (su estructura, su dinámica, su evolución) por dos vías: al apropiarse los elementos naturales (aprovechamientos de los recursos naturales) y al expulsar elementos ya socializados, pues al producir, circular, transformar y consumir, los seres humanos excretan materiales hacia la esfera de lo natural”.
Desalentador es el resultado de la lectura de la primera parte. La segunda, es de un moderado optimismo. Se nos invita a tomar conciencia como especie donde tengamos la capacidad de establecer ciertos consensos, coordinar acciones y construir expectativas y proyectos colectivos. Nos concita a tener una topoconciencia, esa que nos permite saber de nuestro propio cuerpo y de su ubicación en el espacio. Nos llama a rescatar la cronoconciencia, esa que nos impide ser unos mutilados de la pertenencia al tiempo y a los procesos históricos. Nos convoca a una ética por la supervivencia que nos permita como especie recobrar una percepción original del ser humano.
Víctor Toledo nos plantea cinco ejes para diseñar una sociedad sustentable. Es un compromiso que debemos asumir todos los que creemos en un mundo mejor y que consiste en construir una teoría y una práctica para un modelo societario alternativo.
El primero es el de la diversidad como tolerancia ideológica, religiosa cultural o política, es decir, en el pluralismo como esencia de la democracia. El segundo pilar es la autosuficiencia de los ciudadanos, las familias, las comunidades, las ciudades y las naciones en el aspecto energético, alimentario e hidráulico: ello permitirá el empoderamiento de los actores sociales y sus instituciones societarias. El tercer eje es la integralidad de la sociedad con la naturaleza, de terminar con esa tendencia de separación que nos impuso la civilización moderna: se debe llegar a un paradigma holístico que articule la realidad social y natural. El cuarto pilar es la equidad como un medio para eliminar todos aquellos mecanismos, procesos y justificaciones que mantienen la desigualdad en los ámbitos sociales, regionales, productivos, culturales y de género. Por último, Toledo plantea el eje de la democracia participativa como la vía donde se representen y expresen las necesidades y aspiraciones de la gente y “que el centralismo político y otros factores han hecho que la democracia formal pierda legitimidad”.
Víctor Toledo tiene como formación base a las ciencias biológicas, pero indudablemente es un hombre de sensibilidades y compromisos con su tiempo, con su sociedad y la naturaleza. Las tesis de Toledo son interdisciplinarias y con una perspectiva de intelectual de primer mundo. Nos queda como tarea revisar y, en su caso, aceptar sus justos planeamientos para entrarle a la cultura sostenbilista y superar nuestras crisis ambientales y sacar del callejón al pensamiento social. Eso, claro, si queremos seguir existiendo como especie, como individuos y como sociedades.