A principios de la década de los noventa, Adriana de la Cruz se esforzó por convencerme con hechos. Ya habíamos invertido mucho tiempo a lo largo de dos años en hablar de cuál debería ser la línea estratégica que debíamos privilegiar en la cultura: el trabajo con las bellas artes o el trabajo con las culturas populares. Ella se inclinaba por la primera, yo por la segunda.
Aunque nunca se dejaron de trabajar ambas líneas, nuestra excelente relación se enriquecía con esa sana polémica. La política cultural nacionalista de ese entonces, los aportes teóricos que en esos tiempos muchos intelectuales hacían sobre la cultura, la poca presencia del naciente CONACULTA en los estados, el apoyo irrestricto del gobierno estatal a nuestro quehacer y la formación y la trayectoria de cada uno de nosotros, era el ambiente propicio para defender esas causas.
La entonces Directora del IQC, era una convencida seguidora de masificar las bellas artes a través de la estimulación y la educación artística formal. Con el tiempo cosechó algunos frutos, como saber que el chetumaleño Javier Torres Maldonado –uno de los primeros alumnos de la Escuela Estatal de Música- era el compositor ganador del Premio Internacional Reina Elizabeth de Bélgica.
Pero Adriana ya no conoció a una cantante chetumaleña que en esos tiempos tomaba cursos del Lied alemán e interpretaba a Papagena en la opera “La flauta mágica” de Mozart, allá, en la Ciudad de México. De haber sabido de ella y habérmela presentado, la polémica entre nosotros hubiese terminado ipso facto.
Hace nueve años llegaron a Chetumal las primeras noticias del arte de la soprano Laura Chuc Aburto. Fue durante los festejos del Centenario de la fundación de la ciudad cuando algún político la conoció y la trajo a cantar a su tierra natal. Fue un excelente acierto.
Laura Chuc no es una improvisada. Se ha capacitado en las técnicas de música antigua y tomado talleres sobre fonética europea, así como cursos en The Israel Vocal Arts Institute; ha ganado los concursos de canto “Carlo Morelli” y el Nacional de Canto; ha participado en las óperas “La flauta mágica”, “Fausto”, “Rigoletto”, “Don Pasquale”, “La Bohemia”..., además de graduarse en el bel canto en la Escuela Superior de Música.
Su debut como cantante ocurrió en el Palacio de Bellas Artes en 1994, cuando interpretó el papel de Siebel, de la opera “Fausto”. Pero ella, sabedora de que la voz no sólo se educa para cantar a Shubert o a Wagner, ha ampliado su repertorio a la canción popular internacional y a la tradicional mexicana.
“En Quintana Roo hago poco de ópera, salvo recitales. Canto música nuestra, canción francesa o alemana; canto música internacional o mexicana de corte muy fino que tiene cierto grado de dificultad y que se adecua al bel canto”.
Ella sabe perfectamente que a 400 años de la primera ópera, el desarrollo del canto ha derivado en obras contemporáneas donde se retratan problemas actuales como la depresión o el secuestro con lenguajes musicales más complicados. “La música en estas obras es un poco compleja, no es totalmente tonal, no es tradicional; tiene un lenguaje más rebuscado y eso la aleja un poco de lo que estamos acostumbrados a escuchar. La ópera tradicional se ha ganado su lugar a pulso, ha sobrevivido el paso de los años y seguirá en cartelera un largo tiempo”.
Luego del siglo XIX, cuando la ópera tuvo su mejor momento, surgieron voces que se volvieron hitos al incursionar en la música popular. Para Laura Chuc, la reciente muerte de Luciano Pavarotti le despierta un sentimiento particular: “En el transcurso de la historia se ganan y pierden grandes personalidades, grandes puntas. El legado que Pavarotti dejó fue abrir las puertas de los teatros de ópera elitistas, salir de las cerradas salas de concierto... En un principio los puristas no estaban tan de acuerdo en popularizar la ópera, pero Pavarotti siempre lo hizo con un extraordinario nivel musical que logró acercar la música clásica a la popular y viceversa. En el momento que la gente no está familiarizada con la música culta y le cambias la presentación al plato, puede resultar bastante más atractivo”.
Educada, sin entrar en honduras, la cantante me explica algo que se vuelve evidente cuando las ondas hertzianas nos traen al oído a un desafinado cantante de moda. “A principios del siglo XX, los cantantes de ópera o profesionales eran los que cantaban la música de moda, después fue cambiando el gusto y llega a un momento en que realmente ya no era la voz por la voz, sino el rompimiento por cantar feo o cantar desafinado: es un rompimiento social, contra los cánones. A partir de allí, la música popular que estaba asociada al teatro y a la ópera se empieza a abrir, la brecha se fue haciendo grande, a tal grado de ahora sí hay una diferencia entre la música de los compositores cultos y la de nuestros compositores populares. Antes, la brecha no era tan marcada”. Esta reflexión me ejemplifica la distancia que hay entre la obra de Manuel Esperón, la educada voz de Jorge Negrete y lo obra de un desconocido compositor que interpreta un tal Cristian Castro.
Cuando no se tiene un conocimiento de la obra operística o cuando no se tiene tiempo ni de leer la sinopsis de ella, es común que a los diez minutos te olvides del canto y te concentres en la música, en la orquestación. Me puedo quedar con la obertura de “Tannhâuser”, pero nada entendí del texto del canto..., ¿qué hacer?. “La música clásica o culta es como un libro. Si se compra un libro y descubres que está en un idioma que no comprendes, te pierdes de la riqueza del libro y te quedas con el color de la portada o los esquemitas del diseño..., hay que tener una cultura previa para no enfrentarse solo a ese mundo. Hay que leer antes de escuchar la obra o asistir con alguien que te pueda orientar o explicar. Hay obras accesibles con historias muy sencillas por donde empezar, como “La Traviata” o “La Bohemia...”.
Laura es muy generosa. A mi relativo conocimiento del arte de la laringe, ella explica qué es la melodía, el ritmo, la expresión y la modulación en el canto: “el cantante es instrumento e instrumentista a la vez. La melodía es una sucesión de sonidos, es un sonido en el tiempo atrás de otro, puede haber una melodía cantable o tonal, como la voz humana o una flauta. La parte rítmica se refiere a los tiempos, cómo acomodamos o le damos orden a los tiempos: cuál es la duración de cada nota... corta, larga, intermedia. La dinámica de la música es la inflexión que se le pone: se puede jugar con la dinámica, pero no puedes cambiar el ritmo. La interpretación debe basarse con lo que está escrito y con lo que crees que quiso decir el compositor... En música cantada se manejan dos conceptos: el texto y el virtuosismo”.
Con una sólida cultura musical, la soprano chetumaleña sabe muy bien del riesgo de regresar a su tierra natal luego de varios años de trayectoria nacional. Sabe que el camino no es rápido y fácil y que su labor es como abrir surco en los poco acostumbrados oídos de sus paisanos.
En su andar se ha encontrado con el apoyo del Instituto Quintanarroense de la Cultura y con algunas iniciativas particulares de Cancún, pero se requiere mucho más. Busca constantemente a promoventes de su canto y a patrocinadores que le permitan hacer grabaciones de su arte. Es una tarea agotadora, pero se refresca cuando sabe que puede estar legando algo a la cultura y que su entusiasmo puede contagiar el gusto por el bel canto y la música de concierto. Hay que escuchar a Laura, ahora que Inocencio XI ya no existe y que nadie puede impedir que una mujer cante, ni que tampoco pueda ser sustituída por castrados.
Aunque nunca se dejaron de trabajar ambas líneas, nuestra excelente relación se enriquecía con esa sana polémica. La política cultural nacionalista de ese entonces, los aportes teóricos que en esos tiempos muchos intelectuales hacían sobre la cultura, la poca presencia del naciente CONACULTA en los estados, el apoyo irrestricto del gobierno estatal a nuestro quehacer y la formación y la trayectoria de cada uno de nosotros, era el ambiente propicio para defender esas causas.
La entonces Directora del IQC, era una convencida seguidora de masificar las bellas artes a través de la estimulación y la educación artística formal. Con el tiempo cosechó algunos frutos, como saber que el chetumaleño Javier Torres Maldonado –uno de los primeros alumnos de la Escuela Estatal de Música- era el compositor ganador del Premio Internacional Reina Elizabeth de Bélgica.
Pero Adriana ya no conoció a una cantante chetumaleña que en esos tiempos tomaba cursos del Lied alemán e interpretaba a Papagena en la opera “La flauta mágica” de Mozart, allá, en la Ciudad de México. De haber sabido de ella y habérmela presentado, la polémica entre nosotros hubiese terminado ipso facto.
Hace nueve años llegaron a Chetumal las primeras noticias del arte de la soprano Laura Chuc Aburto. Fue durante los festejos del Centenario de la fundación de la ciudad cuando algún político la conoció y la trajo a cantar a su tierra natal. Fue un excelente acierto.
Laura Chuc no es una improvisada. Se ha capacitado en las técnicas de música antigua y tomado talleres sobre fonética europea, así como cursos en The Israel Vocal Arts Institute; ha ganado los concursos de canto “Carlo Morelli” y el Nacional de Canto; ha participado en las óperas “La flauta mágica”, “Fausto”, “Rigoletto”, “Don Pasquale”, “La Bohemia”..., además de graduarse en el bel canto en la Escuela Superior de Música.
Su debut como cantante ocurrió en el Palacio de Bellas Artes en 1994, cuando interpretó el papel de Siebel, de la opera “Fausto”. Pero ella, sabedora de que la voz no sólo se educa para cantar a Shubert o a Wagner, ha ampliado su repertorio a la canción popular internacional y a la tradicional mexicana.
“En Quintana Roo hago poco de ópera, salvo recitales. Canto música nuestra, canción francesa o alemana; canto música internacional o mexicana de corte muy fino que tiene cierto grado de dificultad y que se adecua al bel canto”.
Ella sabe perfectamente que a 400 años de la primera ópera, el desarrollo del canto ha derivado en obras contemporáneas donde se retratan problemas actuales como la depresión o el secuestro con lenguajes musicales más complicados. “La música en estas obras es un poco compleja, no es totalmente tonal, no es tradicional; tiene un lenguaje más rebuscado y eso la aleja un poco de lo que estamos acostumbrados a escuchar. La ópera tradicional se ha ganado su lugar a pulso, ha sobrevivido el paso de los años y seguirá en cartelera un largo tiempo”.
Luego del siglo XIX, cuando la ópera tuvo su mejor momento, surgieron voces que se volvieron hitos al incursionar en la música popular. Para Laura Chuc, la reciente muerte de Luciano Pavarotti le despierta un sentimiento particular: “En el transcurso de la historia se ganan y pierden grandes personalidades, grandes puntas. El legado que Pavarotti dejó fue abrir las puertas de los teatros de ópera elitistas, salir de las cerradas salas de concierto... En un principio los puristas no estaban tan de acuerdo en popularizar la ópera, pero Pavarotti siempre lo hizo con un extraordinario nivel musical que logró acercar la música clásica a la popular y viceversa. En el momento que la gente no está familiarizada con la música culta y le cambias la presentación al plato, puede resultar bastante más atractivo”.
Educada, sin entrar en honduras, la cantante me explica algo que se vuelve evidente cuando las ondas hertzianas nos traen al oído a un desafinado cantante de moda. “A principios del siglo XX, los cantantes de ópera o profesionales eran los que cantaban la música de moda, después fue cambiando el gusto y llega a un momento en que realmente ya no era la voz por la voz, sino el rompimiento por cantar feo o cantar desafinado: es un rompimiento social, contra los cánones. A partir de allí, la música popular que estaba asociada al teatro y a la ópera se empieza a abrir, la brecha se fue haciendo grande, a tal grado de ahora sí hay una diferencia entre la música de los compositores cultos y la de nuestros compositores populares. Antes, la brecha no era tan marcada”. Esta reflexión me ejemplifica la distancia que hay entre la obra de Manuel Esperón, la educada voz de Jorge Negrete y lo obra de un desconocido compositor que interpreta un tal Cristian Castro.
Cuando no se tiene un conocimiento de la obra operística o cuando no se tiene tiempo ni de leer la sinopsis de ella, es común que a los diez minutos te olvides del canto y te concentres en la música, en la orquestación. Me puedo quedar con la obertura de “Tannhâuser”, pero nada entendí del texto del canto..., ¿qué hacer?. “La música clásica o culta es como un libro. Si se compra un libro y descubres que está en un idioma que no comprendes, te pierdes de la riqueza del libro y te quedas con el color de la portada o los esquemitas del diseño..., hay que tener una cultura previa para no enfrentarse solo a ese mundo. Hay que leer antes de escuchar la obra o asistir con alguien que te pueda orientar o explicar. Hay obras accesibles con historias muy sencillas por donde empezar, como “La Traviata” o “La Bohemia...”.
Laura es muy generosa. A mi relativo conocimiento del arte de la laringe, ella explica qué es la melodía, el ritmo, la expresión y la modulación en el canto: “el cantante es instrumento e instrumentista a la vez. La melodía es una sucesión de sonidos, es un sonido en el tiempo atrás de otro, puede haber una melodía cantable o tonal, como la voz humana o una flauta. La parte rítmica se refiere a los tiempos, cómo acomodamos o le damos orden a los tiempos: cuál es la duración de cada nota... corta, larga, intermedia. La dinámica de la música es la inflexión que se le pone: se puede jugar con la dinámica, pero no puedes cambiar el ritmo. La interpretación debe basarse con lo que está escrito y con lo que crees que quiso decir el compositor... En música cantada se manejan dos conceptos: el texto y el virtuosismo”.
Con una sólida cultura musical, la soprano chetumaleña sabe muy bien del riesgo de regresar a su tierra natal luego de varios años de trayectoria nacional. Sabe que el camino no es rápido y fácil y que su labor es como abrir surco en los poco acostumbrados oídos de sus paisanos.
En su andar se ha encontrado con el apoyo del Instituto Quintanarroense de la Cultura y con algunas iniciativas particulares de Cancún, pero se requiere mucho más. Busca constantemente a promoventes de su canto y a patrocinadores que le permitan hacer grabaciones de su arte. Es una tarea agotadora, pero se refresca cuando sabe que puede estar legando algo a la cultura y que su entusiasmo puede contagiar el gusto por el bel canto y la música de concierto. Hay que escuchar a Laura, ahora que Inocencio XI ya no existe y que nadie puede impedir que una mujer cante, ni que tampoco pueda ser sustituída por castrados.
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