lunes, 17 de septiembre de 2007

El periodismo

No era la idea hablar del primer cotidiano publicado, nada que tuviera que ver con una actitud de exégeta, ni discernir sobre los géneros, tampoco cuál es su futuro ante la cibernética, mucho menos de sus iconos; simplemente era tomar un café y conversar sobre el periodismo y su situación actual en Quintana Roo. Él era el experto.

Jorge Martínez Lugo es el Presidente del Colegio de Profesionistas en Comunicación del Estado de Quintana Roo y ahora es mi interlocutor. Acepta gustoso una charla de análisis.

Nuestra conversación comienza. El Maestro en Ciencias de la Comunicación por la UNAM lamenta que los investigadores le han dado la espalda al tema de escribir sobre la historia del periodismo en el Estado. Que éste tiene la fortaleza de ser plural en su oferta informativa y la debilidad de que atrás de cada medio está un grupo de poder político-económico. Sin embargo, existe la virtud de que la sociedad quintanarroense está madurando “con una inteligencia que los medios históricamente le han negado, pero que ahora (los medios) empiezan a darse cuenta que no pueden engañarla fácilmente....”. Hay “una sociedad que analiza y conoce las intenciones de cada grupo y hace su propia lectura e interpretación de los hechos y sus consecuencias”.

Creo, le expreso en esa charla, que hablar del periodismo es hablar de verdades y compromisos. Que mucho cuidado se debe tener en no ejercerlo con una carga de soberbia y prepotencia, ya que además de su influencia en la vida social y económica, sus repercusiones principales se dan en la esfera política y del poder.

El que ha sido catedrático en la Universidad Iberoamericana, expone su punto de vista: “El gremio y los medios de comunicación somos un sector que muy poco nos ocupamos de nosotros mismos: hay una alergia a autoanalizarnos. Por la naturaleza del trabajo, debemos ser una especie de vigilante social de las responsabilidades del gobierno y de las empresas -en Estados Unidos se le llama watchdog, un perro vigilante-, de lo que se hace bien y lo que se hace mal”.

“No somos un gremio que permita criticarnos a nosotros mismos. Quienes ejerceremos el periodismo somos personas privilegiadas e innegablemente representamos un poder. Ahora, hasta dónde se ejerce sana o profesionalmente ese poder, es otra cosa. En el gremio hay de todo: hay soberbios, hay críticos, hay influyentes..., pero no me atrevo a calificarnos de una manera en específico: como en todo, hay de todos”.

A algunos medios nacionales les cuesta trabajo sobrevivir debido a la poca publicidad que reciben. Mantienen cierta independencia editorial, pero son castigados económicamente. Es notorio que en nuestra provincia existen muchos medios que suplen la publicidad de las empresas para manejar la casi exclusiva publicidad del gobierno: viven del gobierno, no de la empresa que se publicita. Inserto ese tema en el diálogo. ¿En nuestro Estado cuál es la situación?

“En Quintana Roo ningún medio existe sin la publicidad del gobierno”, asegura el autor del libro Radio y televisión en el Sureste. “Es una afirmación que puedo hacer. Sin embargo, vivimos un periodismo plural, hay una variedad de periódicos en donde el lector puede escoger. Pero hay una dependencia muy marcada con respecto al gobierno... A nivel nacional, esa dependencia con el gobierno se diluye porque hay grupos empresariales o partidos o políticos de primer nivel que simpatizan con una u otra línea y pueden dar publicidad a algún medio. Lo anterior deriva en que unos gobernadores tienen mucho más control sobre los medios locales que el Presidente de la República sobre los medios nacionales”.

¿El periodismo es un buen negocio en Quintana Roo?

“Es un buen negocio porque es una forma de transferencia de recursos públicos a un medio privado y además te sirve como instrumento político”, asegura quien ha sido coordinador de oficinas de comunicación social de diversas instituciones públicas.

En un proceso de comunicación es importante la libertad. Es un principio que cualquier medio o periodista debe defender. ¿Pero cómo se relaciona la libertad y la autocensura cuando hay una dependencia económica?, le pregunto a Martínez Lugo.

“Hay un juego de libertades en esta dependencia, se le ha llamado colusión de intereses. Dentro de esa colusión la empresa puede hacer un espacio y un estilo, pero hay una libertad del periodista y el reportero: dentro de ese acotamiento hay espacios de libertades, el periodista se maneja en esas libertades movedizas”.

Ante esta situación, ¿dónde quedan los principios?, ¿qué pasa con la veracidad, la imparcialidad, la objetividad y la lealtad a la sociedad?, ¿cuáles son los medios que en Quintana Roo cumplen con estos principios?, inquiero al coautor de la obra ¿Televisión pública en México?.

“No puedo mencionar un medio, no se trata de eso. Las posiciones que asumen los periódicos son significativas y ahí se reflejan esos principios. El caso (Armando) Medina Millet es un ejemplo: un medio regional asumía y defendía la causa de Medina Millet y otro medio afirmaba que era culpable. Cuando se presentan estas coyunturas es cuando sale a flote, se hace evidente, la tendencia de un periódico y en ese sentido hay impunidad en la parcialidad”.

El especialista me corrige cuando le planteo que existen dos clases de periódicos: los pertenecientes a grupos familiares y los que son propiedad de grupos empresariales-políticos.

“Esa tipología ya quedó rebasada, ya hay una mezcla de las dos clases. El ejemplo de Televisa es claro. Lo que nos quedaba de periodismo empresarial y sano ya se acabó hace diez años con el Diario de Yucatán. Actualmente hay una transición en donde se tiene que volver a aceptar la relación de los medios de comunicación con el poder y con la sociedad: ahorita los medios son extensiones del poder, no son extensiones de la sociedad, no hay el wachtdog”.

En otro nivel de la plática, comentamos sobre el esfuerzo del reportero por ganar cotidianamente las ocho columnas como algo sano, ya que estimula la dedicación, la perseverancia y la tenacidad. Pero, según Martínez Lugo, tiene sus riesgos la carga que tiene el reportero, de cumplir su cuota diaria de tres o cuatro notas, ya que, en muchos casos, no importa la calidad, sino la cantidad: el “boletinazo” y el “banquetazo” predominan sobre el reportaje, el cual es el gran ausente en el periodismo en Quintana Roo.

Mucho quedó en el tintero, como bien intuía el comunicólogo, no es suficiente el espacio para exponer en profundidad y extensión lo que hablamos. Quedó, eso sí, la satisfacción de atreverse a hablar y a escribir de un asunto que a la sociedad le puede interesar.

Seguramente, para algunos conocedores del tema no es sorprendente; nada nuevo se puede agregar sobre la veracidad, el negocio y el entreveramiento que existe entre los medios de comunicación con la política y el poder. Puede ser asunto común y cotidiano este tipo de escarceos y distanciamientos, porque esa es la realidad en los juegos de la información y el poder: el periodismo y el poder político son parte de la misma dinámica, aunque existan intentos por tomar distancia de ello y la verdad vaya perdiendo posiciones en la lista de prioridades.

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